Un niño que pasa su infancia rodeado de cariño tendrá más facilidad para interpretar las cosas de modo positivo. Es importante dedicar tiempo y esfuerzo a educar la afectividad de lo niños, especialmente en las edades más tempranas.
La educación afectiva cobra especial importancia en la infancia y en la adolescencia
Es bastante frecuente encontrar niños desmotivados y con tendencia al negativismo. Aparentemente no les falta de nada, pero se muestren apáticos y aburridos en medio de todos los halagos, mimos y comodidades materiales. Educadores y psicólogos lo achacan, en parte, a una falta de educación de la afectividad.
El tono afectivo que rodee a los niños va a determinar su actitud ante la vida. En la medida en que se desarrolle en un ambiente positivo, de estabilidad, cariño y equilibrio, su personalidad crecerá de manera positiva, fuerte y con seguridad.
Por ello, el sentirse querido y contar con una alta autoestima están íntimamente relacionados. Sin embargo, y a pesar de la importancia que esto tiene, son pocas las ocasiones en las que como padres o educadores nos planteamos educar la afectividad y los sentimientos.
La educación afectiva cobra especial importancia en la infancia y en la adolescencia. Los sucesos de cada día, las relaciones con las personas de su entorno, el diálogo que establece con ellas -diálogo que no es sólo de palabras, sino de imitación, de búsqueda o de aprobación- van conformando su estructura emocional y le van definiendo qué, cuánto y cómo debe sentir.
Si un niño tiene deficiencias emocionales, es posible que su desarrollo afectivo se vea resentido y no pueda aprovechar al máximo las oportunidades que se le presenten en la vida.
¿CÓMO PODEMOS EDUCAR LA AFECTIVIDAD?
- Para que los niños puedan enfrentarse con éxito a distintas situaciones en la vida deben sentirse seguros y contar con una alta autoestima. Es imprescindible que se sientan queridos siendo lo que son, con sus defectos y sus virtudes. Y es dentro de la familia donde mejor se puede experimentar este sentimiento.
- La comunicación no sólo es el lenguaje verbal, pero sí es una parte muy importante y, en ocasiones, no le damos la importancia que realmente tiene. Frases que ligan el querer a un logro como “cuánto te quiero por lo bien que lo has hecho o por todos los sobresalientes que has sacado” transmiten un mensaje erróneo.
- Para que los niños se sientan queridos, hay que pasar tiempo con ellos, jugar con ellos y ocuparse de sus cosas. Es importante que sepan qué se espera de ellos, por lo que resulta imprescindible que las normas sean claras y precisas. Encontrar el equilibrio entre la exigencia y el cariño, hará que los pequeños tengan confianza y se sientan en un entorno seguro. Nuestra forma de educar será determinante en este sentido y habrá que huir de estilos autoritarios o sobreprotectores.
- La familia es la mejor escuela y nuestra forma de querer es la que van a aprender nuestros hijos. Los niños son capaces de captar hasta los detalles más sutiles a los que, en ocasiones, no prestamos atención los adultos.
- Ignorar los sentimientos de los pequeños por considerarlos “cosas de niños”, no buscar el motivo que provoca ese sentimiento, o descalificarlos por lo que siente no les ayudará a crecer ni a desarrollar de forma correcta su afectividad.
- Es importante que tomemos en serio lo que sienten. Para poder descubrirlo, debemos fomentar que exterioricen sus sentimientos y que hablen de lo que les pasa. Una cuestión que no es nada sencilla y que requiere un aprendizaje y un entrenamiento. La mejor medicina sentimental, que además tiene un gran valor educativo, es escuchar y tratar de comprender, especialmente a partir de los seis o siete años.
La familia es el ámbito donde uno es querido tal y como es, sin necesidad de aparentar ser mejores de lo que somos.
No debemos olvidar que según queramos nosotros, aprenderán a hacerlo ellos. Por lo que es importante que pasemos el máximo tiempo con ellos y sepamos aprovechar las oportunidades que se nos presentan para proporcionales seguridad y afecto.