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¿Los bebés piensan?

El niño tiene que tener unas condiciones óptimas de vida para poder desarrollarse con normalidad

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Los bebés aún no son capaces de tener un pensamiento concreto expresado en palabras o imágenes y lo que pasa por su cabecita se conoce como protopensamientos, emocionales estrechamente vinculadas con el hambre, calor, frío, sueño, dolor, placer… La mente de los bebés es sensible a lo que le rodea pero no posee conciencia ya que no pueden razonar ni memorizar como lo hacemos los adultos.

 

A medida que crecen comienzan a realizarse preguntas más complejas

Los seres humanos somos mucho más complejos que cualquier otra especie. Dependemos durante más tiempo de nuestros padres, ya que ir adquiriendo las sofisticadas herramientas que poseemos, como el lenguaje, requiere de un tiempo prolongado. De hecho, una de las características principales de las personas es poseer una increíble capacidad para aprender, la cual iremos desarrollando desde nuestros primeros días hasta el final de nuestras vidas.

Para poder aprender es necesario que nuestras necesidades básicas estén satisfechas, de ahí también la “preocupación” del bebé por sus sensaciones de hambre o frío.

Desarrollo del pensamiento

En los primeros meses de vida, el bebé no posee expresiones faciales genuinas; es decir, no sonríe de verdad, sino que lo hace por imitación, pero esta imitación es muy importante ya que es la antesala de la empatía (la capacidad de poder ponerse en el lugar de otra persona a nivel emocional).

A partir del cuarto mes, el bebé comienza a realizar movimientos voluntarios y puede observar su entorno desde una posición un poco más incorporada. Es más consciente de las capacidades de su propio cuerpo y quiere aprovecharlas.

Este interés por sus propios movimientos ayuda a su desarrollo cognitivo. El desarrollo psicológico de los niños evoluciona junto al biológico y ambos son necesarios para que el desarrollo infantil sea saludable.

Poco a poco, esos protopensamientos van ampliándose, a medida que el mundo se vuelve cada vez más conocido y los pensamientos involucran otras experiencias como por ejemplo el juego, el gateo o el balbuceo, entre otras.

Entre los seis y los siete meses, su memoria se desarrolla y presta atención a los resultados de sus actos. Ciertas actividades logran ser asociadas con sensaciones agradables o desagradables, como por ejemplo disfrutar del placer del juego o sentir el malestar del hambre.

A medida que tu hijo o hija va creciendo comienza a realizarse preguntas más complejas y sus ansias de investigar y descubrir el mundo son voraces. A los 14 meses los niños son capaces de demostrar solidaridad hacia los demás y con 18 meses la empatía está bastante desarrollada.

Gracias a cambios que ocurren en la estructura de las neuronas, como el aumento del proceso de conectividad y mielinización en el cerebro en general, el desarrollo del lenguaje hacia los dos años es muy eficiente. En esta etapa, los niños comienzan a distinguir el mundo real del imaginario, aunque muchas veces prefieran vivir alimentando fantasías características de su edad.

En resumen, ante la pregunta ¿piensan los bebés?, la respuesta es un sí, lo hacen.  De una manera muy precaria al principio -asociada a sensaciones más que nada corporales- para, a medida que pasan los meses, ir ampliando la complejidad de sus pensamientos y seguir su proceso de desarrollo tanto psicológico como biológico, cada vez más sofisticado en cada etapa de su vida.