¿Quién no ha gritado alguna vez a su hijo? El problema es que en esos momentos esperamos que nos atiendan y escuchen, pero nada más lejos de la realidad. «Lo que abunda se hace invisible», explica en este video Laura Lewin, quien asegura que el grito, lejos de resolver, empeora la situación, ya que «escuchan la melodía, pero no la letra”. Lewin nos propone educar desde la serenidad porque «para que ellos sean respetuosos tienen que sentirse respetados», añade.