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Pautas para enseñarles a obedecer

La obediencia supone un esfuerzo por nuestra parte

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Por lo general, a los niños no les gusta que les digamos lo que tienen que hacer. Aprender a obedecer es para muchos una tarea costosa en su proceso de crecimiento. Debemos enseñarles a cumplir con lo que se les pide y en el momento en el que se le solicita. Es una de las peleas constantes que tenemos todas las familias.

Tienen que comprender que cuando damos una orden es para que se cumpla no para que opinen

La mayoría de las veces que los niños desobedecen es porque quieren llamar nuestra atención. Ante este tipo de desobediencia el único modo de actuar por nuestra parte es ignorarles. Tenemos que ser conscientes del objetivo que ellos persiguen con esta conducta y no debemos darles lo que buscan para que entiendan que ese no es el modo de comportarse ni de lograr nuestra atención.

La desobediencia también se puede producir simplemente porque atraviesan una etapa de constante negación, que suele ser alrededor de los 2 años. Los niños tienen el «no» como respuesta habitual. Muchas veces simplemente hay que esperar a que pase esta etapa, pero poniendo ciertos límites.

Debemos comprender esta actitud, pero sin ser excesivamente permisivos. Hay que conseguir que cumplan las órdenes y, sobre todo, hacerles ver que somos nosotros los que decidimos. Cuando damos una orden es para que se cumpla no para que ellos opinen. Sin embargo, el modo en el que demos la orden va a influir en la respuesta que obtengamos. Generalmente, responden mejor si la orden que se da no es imperativa sino sugerente. No es lo mismo decir “haz la cama” que “¿te importaría hacer la cama?”.

Buscar el consenso

Los niños suelen reaccionar mejor ante aquellas órdenes, que, de alguna manera han sido consensuadas entre padres e hijos con anterioridad. Esto es una forma de implicarles en la norma. Ellos han formado parte de esa decisión y simplemente por ello deberían involucrarse más. Este aspecto funciona muy bien en edades un poco más avanzadas, no es tan recomendable en la primera infancia porque todavía no tienen criterio ni madurez para decidir o valorar ciertas normas.

No obstante, esta medida hay que llevarla con cierta cautela y tener en cuenta que no todas las órdenes pueden llegar a ser consensuadas. Es bueno que comprendan que algunas normas no pueden ser modificadas y otras sí pueden ser negociadas. Es importante que seamos claros con los criterios para que nuestro hijo comprenda y entienda la importancia de las normas.

En ocasiones, los niños no obedecen porque no saben qué es lo que tienen que hacer. Nosotros pensamos que ha quedado claro lo que se les está pidiendo y puede ser que no hayan escuchado o que no se les haya explicado la norma con claridad. Por este motivo, es muy importante antes de exigirles el cumplimiento de la norma, asegurarnos que nos están escuchando y que el momento que se lo estamos transmitiendo es el más adecuado.

Seguramente, si el niño está jugando y le pedimos que cuando finalice recoja la habitación, tendremos pocas posibilidades de que lo haga. En este caso, tendremos que averiguar si es que realmente no quiere hacerlo o no nos ha escuchado bien.

Tenemos que asegurarnos que nos han escuchado y que el mensaje que les transmitamos les quede claro y se adecue a su lenguaje y nivel de comprensión.

Hay otros casos en los que los niños desobedecen porque no dan abasto a cumplir todas nuestras órdenes. Estamos pidiéndoles constantemente que cumplan las normas establecidas en casa. Parecemos padres “ordenantes” que continuamente tenemos en boca, “pon”, “haz” “quita”, “sube”, “dame” …. Llega un momento en que la mayoría de esas órdenes los niños directamente no las escuchan o si las escuchan no son capaces de correspondernos cumpliéndolas por ser demasiadas.

Normalizar las órdenes para convertirlas en hábitos

Las órdenes se convertirán en un hábito cuando las realicen de manera continuada y en ese momento no les suponga esfuerzo. Es mejor tratar de centrar nuestro nivel de exigencia en puntos concretos para poco a poco ampliar los objetivos.

En el momento en que se les exige una obediencia tenemos que dejarles y darles la oportunidad de que la cumplan. Muchas veces no tenemos paciencia y actuamos antes de tiempo. Si hacemos esto, les estamos transmitiendo que esa orden no tiene ningún valor porque, aunque no la cumplan, de un modo u otro saben que va a estar resuelta.

Es por esta razón por la que muchas veces llegan a desobedecer. La obediencia supone un esfuerzo por nuestra parte. Todos los días nos enfrentamos a alguna situación en la que se pide una norma y los niños, probablemente, tenderán a no llevarla a cabo. Los niños no se rinden fácilmente. Lo intentan más de una vez y su fuerza y constancia, a veces, nos supera.

Debemos esforzarnos, tener claro lo que les estamos pidiendo y ser constantes en la exigencia. Es en este último punto es donde más solemos fallar. Lo positivo es que una vez que los niños han aprendido a funcionar de ese modo y, por lo tanto, a obedecer, adquirirán hábitos positivos que no serán necesarios trabajar en el futuro.