El pensamiento crítico es el proceso intelectual que se realiza de forma consciente y autorregulada, que permite pensar con lógica y llegar a un juicio razonable analizando, evaluando, interpretando, infiriendo y explicando la realidad a través de cuestiones evidenciables y objetivas. Es decir, consiste en ser receptivo a la información, cuestionándola sin aceptarla directamente.
Hay que utilizar la inteligencia de forma racional y efectiva
Continuamente estamos pensando. Sin embargo, el cerebro no puede procesar simultáneamente toda la información que nos llega y utiliza algunos «atajos” para funcionar adecuadamente. Esto hace que en muchas ocasiones nos dediquemos simplemente a acumular información de forma automática en nuestro cerebro sin habernos parado a analizarla o que basemos nuestro pensamiento en prejuicios y otras ideas a veces distorsionadas. Por ello, a pesar de la comodidad que en ocasiones esto supone, es muy importante no dejarnos llevar, siendo imprescindible entrenar desde muy pequeños las habilidades necesarias para poder usar la inteligencia y el conocimiento de forma racional y efectiva.
Las características del pensamiento crítico, según la Mini-guía para el Pensamiento Crítico, son:
- La agudeza perceptiva: capacidad de realizar observaciones detalladas acerca de un objeto o información y emitir conclusiones.
- Cuestionamiento permanentemente de las cosas: no ser conformista; buscar y enjuiciar el porqué de todo.
- Construcción y reconstrucción del saber: estar pendiente de nuevos descubrimientos, relacionar los conocimientos nuevos con los antiguos.
- Mente abierta: no tener opiniones rígidas, sino disposición a aceptar las ideas de los demás y reconocer cuándo se está equivocado.
- Coraje intelectual: afrontar las decisiones difíciles o aceptar las críticas de los demás.
- Autorregulación: capacidad de controlar nuestra forma de pensar y de actuar.
- Control emotivo: mantener la calma ante ideas o pensamientos contrarios a los nuestros y no dejarnos llevar por los impulsos.
- Valoración justa: otorgar a las opiniones y sucesos el valor que objetivamente se merecen.
Aprendizaje memorístico versus aprendizaje significativo
Los niños siempre están aprendiendo y el pensamiento crítico les permite evitar el aprendizaje memorístico y rutinario para realizar aprendizajes significativos. Es decir, piensan a través de lo que están aprendiendo para que el contenido se convierta en algo con sentido para ellos y no una mera acumulación de datos.
Por otro lado, pensar de forma crítica favorece la motivación y la curiosidad por aprender, ya que convierte al niño en el actor principal de su aprendizaje y no en un mero receptor de la información. Además, favorece el rendimiento académico ya que también prepara para la adquisición de competencias matemáticas, de lectoescritura y facilita la comprensión del método científico.
Asimismo, pensar de forma crítica es pensar de forma racional, teniendo en cuenta todas las posibles opciones y las consecuencias derivadas de éstas, sin dejarse llevar por las emociones, lo que es una ventaja a la hora de resolver problemas y tomar decisiones.
Saber pensar de forma crítica también nos hace menos influenciables a las manipulaciones y a las informaciones erróneas al ser capaces de cuestionar las cosas y analizar la veracidad de las mismas teniendo en cuenta evidencias objetivas.
Por último, pensar de forma crítica permite a los niños tener más conciencia social y moral, anticipar acontecimientos y actuar ante ellos con autonomía y responsabilidad, así como ser más flexibles a nivel cognitivo, no dejarse llevar por los prejuicios y tener más tolerancia ante distintos puntos de vista.
Se puede aprender a tener pensamiento crítico
Hay niños que, de manera innata, son más curiosos que otros y se cuestionan las cosas de forma natural. Sin embargo, todos pueden aprender habilidades de pensamiento crítico y tanto los padres como los profesores pueden ser los mejores maestros para ello. Algunas actividades que pueden realizarse para desarrollar el pensamiento crítico son:
- Siempre que un niño pregunte el porqué de algo, es importante no responderle de forma directa, sino preguntarle qué cree él para que primero obtenga sus propias conclusiones. Posteriormente, el adulto sí puede añadir información adicional.
- Realizar actividades de observación en las que el niño tenga que emitir juicios a través de pequeños detalles. Por ejemplo, pedirle que observe bien un dibujo y preguntarle: ¿qué crees que está ocurriendo aquí?, ¿por qué crees que está ocurriendo eso?
- Servir de modelo y ante la resolución de un problema o situación, pensar en voz alta.
- Antes de una lectura, ya sea de un libro o de una lección, hacerle preguntas para que sea consciente de la información previa que conoce acerca de esa lectura o ese tema.
- Al terminar de leer una lectura o una lección, preguntar qué sabía antes sobre ese tema y qué sabe ahora y si ha cambiado algo de lo que pensaba.
- Siempre que se pueda, permitir que el niño aprenda mediante proyectos en los que tenga que buscar información en distintos sitios, analizarla, resolver las dudas que le surjan, resumirla y exponerla a otros, ya que esto permite profundizar en lo que está aprendiendo.
- Enseñarle a evaluar su trabajo de forma objetiva. Por ejemplo, puede realizar una especie de control por escrito acerca de lo que ha aprendido -ya que escribirlo implica ser consciente de lo que uno sabe- sintetizarlo, exponerlo y posteriormente cotejar su información con la obtenida en otros medios (libros, enciclopedias…) para corregir datos, añadir información o eliminar lo que no es relevante.
- Trabajar la realización de inferencias. Por ejemplo, tanto en un relato oral como en una película o en un texto, podemos preguntarle por qué ocurren determinadas cosas, como las interpreta el niño. Lo mismo haremos cuando lea un texto, trabajaremos el establecimiento de hipótesis centrándonos en preguntarle no sólo cuestiones memorísticas (qué, cómo, cuándo, dónde), sino sobre aspectos que no vienen de forma literal en el texto y que él debe sacar a través de la información explícita y de sus conocimiento previos.
- Ayudarle a comprender conceptos de forma crítica. Por ejemplo, podemos pedirle que busque un concepto en el diccionario para después preguntarle qué significa para él ese concepto y hacer que lo aplique en alguna frase o en algún ejemplo de forma espontánea.
- Enseñarle a trabajar en equipo, a compartir las ideas de los demás, a llegar a un acuerdo común y a ceder en algunos aspectos.
- Entrenarle en la resolución de problemas cotidianos: ayudarle a identificar el problema, hacer una lluvia de ideas sobre todas las posibles soluciones, pensar las ventajas e inconvenientes de cada una de ellas y decidir cuál es la mejor opción final.
- Realizar debates acerca de temas controvertidos en los que tenga que defender su postura, pero también la postura contraria, con argumentos y no con opiniones o creencias.
- Enseñarle a comparar y contrastar cosas. Por ejemplo, preguntarle en qué se parecen y se diferencian dos conceptos, dos personajes o dos historias.
- Cuando se equivoque, hacerle preguntas para ayudarle a encontrar la verdadera solución y animarle también a hacer preguntas él para que pueda investigar más y autocorregirse.
- Transmitirle algunos valores esenciales como la empatía, la responsabilidad, la tolerancia, la justicia… para que pueda utilizarlos a la hora de cuestionarse la realidad que le rodea.
- En aquellos aspectos en los que pueda hacerlo, dejarle decidir con autonomía para que aprenda a asumir la responsabilidad de sus decisiones.