Los dispositivos electrónicos pueden ser tanto maravillosos como peligrosos. Es por eso que estar al tanto de que ocurre en nuestro cerebro cuando interactuamos con ellos, no es cosa menor.
En la era digital actual, la presencia de dispositivos electrónicos ha transformado la forma en que interactuamos con el mundo que nos rodea. Desde teléfonos inteligentes hasta computadoras portátiles y tabletas, estos dispositivos se han integrado y arraigado profundamente en nuestra vida cotidiana, facilitando la comunicación, el acceso a la información y la realización de muchas tareas. Sin embargo, junto con los beneficios evidentes que ofrecen, surge la inevitable pregunta: ¿Cómo afecta esta constante conexión a nuestros cerebros y a nuestra salud mental en general?
- Activación cerebral: El uso de dispositivos electrónicos puede activar ciertas áreas del cerebro dependiendo de cómo utilicemos esos dispositivos. Se ha demostrado que actividades como navegar por Internet o jugar videojuegos estimulan áreas específicas del cerebro relacionadas con la atención, la memoria y la toma de decisiones. Mientras, la interacción con las redes sociales, por ejemplo, puede activar áreas asociadas con la interacción social y la gratificación.
- Estimulación constante: Permanecer mucho tiempo conectados puede propiciar una estimulación constante a través de la variedad de contenido disponible, lo cual puede afectar la capacidad del cerebro para concentrarse en una sola tarea durante períodos prolongados. Esto puede resultar en una menor capacidad de atención y una mayor tendencia a la fácil distracción.
- Memoria acortada: Existe evidencia de que el uso excesivo de dispositivos electrónicos puede afectar tanto la memoria como la cognición. Un ejemplo claro son los recordatorios: Si bien resulta extremadamente útil y beneficioso en su justa medida, que los dispositivos nos recuerden nuestros pendientes, números de teléfono, cumpleaños y alarmas; confiar exclusivamente en la tecnología para recordar todo tipo de información puede disminuir la capacidad de retención de memoria a largo plazo.
- Sistema de recompensas afectado: El tiempo que se pasa frente a los dispositivos puede desensibilizar el sistema de recompensa del cerebro. Por ejemplo, algunos juegos electrónicos conducen a muchos niños a quedar «enganchados» a los aparatos y que liberen así mucha dopamina (un neurotransmisor que genera una sensación de bienestar). Pero cuando las vías de recompensa se usan en exceso se vuelven cada vez menos sensibles y necesitan mayor estimulación para poder experimentar placer.
- Peligros potenciales: Si los circuitos neuronales necesarios para la inteligencia y la adaptabilidad a lo largo de la vida se encuentran subdesarrollados o anormalmente desarrollados antes de la edad adulta, puede que estos cambios persistan y que aumente la vulnerabilidad a la neurodegeneración acelerada en la edad adulta tardía, lo que incrementa el riesgo de deterioro cognitivo leve, de Alzheimer y demencias tempranas.
- Estrés y ansiedad: Conectarnos más de la cuenta puede contribuir al estrés y la ansiedad. Quizás suene un tanto extremo, pero cuanto más conectados estamos, más cuesta desconectar. Las notificaciones constantes, la presión para responder mensajes o correos electrónicos en el momento, los “pendientes” que nos dejan apps y la sobreexposición a cierto tipo de noticias pueden aumentar los niveles de estrés y ansiedad en algunas personas.
Aunque los dispositivos ofrecen muchas ventajas y comodidades, también pueden tener efectos negativos en nuestro cerebro y bienestar si se usan en exceso o de manera poco saludable. Es por esto que, resulta fundamental conocer qué es lo que ocurre en nuestros cerebros cuando nos encontramos conectados, y que es lo que puede ocurrir si pasamos demasiado tiempo en contacto con nuestros dispositivos electrónicos. Ante todo (y para todo), balance.