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Relaciones afectadas: Las pantallas y el apego infantil

En búsqueda de vínculos afectivos sólidos

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El uso excesivo de pantallas por parte de los niños no es cosa menor, y menos si afecta su capacidad de entablar vínculos sólidos, seguros y saludables. 

El apego se relaciona con la tendencia que tenemos los seres humanos de establecer vínculos afectivos profundos con personas determinadas a lo largo de la vida. Esto resulta básico y fundamental para cualquier persona, pero resulta de vital importancia durante la etapa de la infancia, ya que durante el desarrollo del niño, el apego puede brindar seguridad, confianza, autoestima, autonomía progresiva y herramientas para enfrentar el mundo. La primera infancia (considerada desde el nacimiento hasta los tres años) es un periodo en el que vale prestar muchísima atención, ya que es cuando se constituyen vínculos tempranos importantes y lo que acontezca puede influir mucho en ese desarrollo temprano. La Academia Americana de Pediatría desaconseja el uso de dispositivos antes de los dieciocho meses de vida, aconseja no exceder la hora de pantalla entre los dos a cinco años de edad del niño.

Habiendo dicho esto, el impacto de las pantallas en el apego infantil es un tema complejo y que merece especial atención. Muchos pueden ser los efectos del uso de pantallas sobre el apego en los niños así que te contamos sobre algunos de ellos:

 

  • Cara a cara: El tiempo que los niños pasan frente a las pantallas puede restar tiempo de interacción personal, cara a cara, con sus padres, madres y/o cuidadores principales, lo que es crucial para el desarrollo de un apego seguro. Las interacciones cara a cara proporcionan oportunidades para la comunicación no verbal, para el desarrollo del lenguaje, para el contacto visual y físico, y la sincronización emocional, todos los cuales resultan fundamentales para construir vínculos afectivos sólidos. De todos estos, uno que cabe recalcar es el contacto físico positivo, el cual provee movimiento y afecto, activando neurotransmisores que colaboran a la formación de las estructuras del cerebro que construyen el apego. 

 

  • Interacción disminuida: Los niños suelen imitar el comportamiento de sus padres y cuidadores: Si ven a los adultos pasando mucho tiempo frente a las pantallas, es más probable que imiten este comportamiento. Esto puede conducir a una reducción en el tiempo dedicado a actividades compartidas, a fijaciones con las pantallas y a una disminución en la calidad de las interacciones familiares, lo que puede afectar el desarrollo del apego. A su vez, si los padres pasamos demasiado tiempo distraídos por sus dispositivos, la posible falta de atención y respuesta a las señales del niño puede afectar negativamente su sentido de seguridad y confianza en la relación con sus cuidadores.

 

  • Total interferencia: El uso excesivo de pantallas puede interferir en la capacidad de los niños para regular sus emociones. Cuando los niños recurren a dispositivos electrónicos para distraerse o calmar sus emociones en lugar de buscar consuelo y apoyo en los cuidadores, se puede obstaculizar la oportunidad de fortalecer el vínculo emocional y la confianza en la relación, así como el aprendizaje en cuanto a la autorregulación emocional. Los niños con demasiada exposición a la pantallas, pueden presentar síntomas como excitabilidad neurológica, irritabilidad y falta de tolerancia al aburrimiento, entre otros.

 

  • Marcas tempranas: La exposición a contenido inapropiado online es algo muy posible, incluso si uno como padre o cuidador presta atención al tema. De más está decir que esa exposición trae consigo un impacto negativo en el desarrollo emocional y psicológico de los niños. La presencia de contenido violento, sexualmente explícito o perturbador puede generar ansiedad, miedo o confusión en los niños, lo que puede interferir con la formación de relaciones saludables y seguras.

 

  • Un legado de desconexión: Un uso desmedido de pantallas durante la infancia puede tener efectos duraderos en la calidad de las relaciones y la conexión emocional de los niños a lo largo del tiempo y de sus vidas. Los niños que no experimentan interacciones emocionalmente enriquecedoras con sus padres o cuidadores pueden tener dificultades para establecer y mantener relaciones saludables con todo tipo de vínculo, en la adolescencia y la adultez. A su vez, los niños pueden “desconectarse” del contexto que los rodea en general: El juego, por ejemplo, es una forma importantísima en la que los infantes exploran el mundo y se relacionan con él, e incluso con otros. Por lo cual, la pérdida del juego interactivo, creativo y compartido, puede también afectar el desarrollo del apego. De hecho, se ha comprobado que existe una relación causal entre la mayor utilización de dispositivos tecnológicos con la disminución del juego, la relación distante con los cuidadores, problemáticas en el sueño y desconexión del mundo.

 

Hay una realidad y es que el sistema nervioso central en tempranas edades no está preparado para captar toda la estimulación proyectada a través de una pantalla. Si bien cabe decirlo, no debería resultar excusa para darle rienda suelta al uso libre de pantallas luego de los tres o cinco años. Para mitigar estos efectos negativos y promover un desarrollo saludable del apego, es importante establecer límites claros respecto al tiempo de pantalla, adecuar estas limitaciones a las edades y etapas vitales, fomentar las interacciones cara a cara y crear un ambiente familiar que priorice la conexión emocional, el afecto físico y la comunicación abierta. Además, es necesario que el contenido al que los niños tienen acceso sea supervisado y filtrado, aparte de que los adultos cuidadores permanezcamos disponibles para ofrecer apoyo, escucha, respuestas y orientación cuando sea necesario.