Hablar con nuestros hijos adolescentes puede resultar una tarea titánica si queremos abordar temas peliagudos como las drogas o el alcohol, las perversiones sexuales, las fobias o los actos violentos. Por eso, un recurso extraordinario para afrontar estos momentos es ver películas con ellos que nos srivan para generar debate.
Pero, para ello, contamos con una ayuda infalible: el cine. Muchas películas plasman, de manera fidedigna y responsable, estos y otros problemas a los que pueden estar expuestos los adolescentes. Descubre cómo hacer que una tarde de cine en casa resulte la mejor terapia de choque.
En la actualidad, y sobre todo en aquellas zonas del planeta híper conectadas vía Internet, nuestros adolescentes tienen acceso a todo tipo de información, sobre cualquier asunto; información fidedigna, honesta y positiva, en muchos casos, pero también aquella que puede influir negativamente en ellos, crearles una idea equivocada sobre temas controvertidos, como el sexo o las drogas, o incitarles a la violencia, la xenofobia, el racismo o cualquier otra conducta improcedente, así como a determinados vicios y perversiones.
¿Qué podemos hacer los padres ante tal avalancha de información, muchas veces contraproducente, maliciosa, innecesaria y errónea?
Está claro que tenemos que hablar con nuestros hijos adolescentes de cualquier tema que pueda afectarles pero, desafortunadamente, a veces la diferencia generacional impide que nuestras opiniones calen verdaderamente en ellos y es probable que se guíen más por lo que opina su grupo de iguales (expuesto a las mismas nefastas influencias) o por la información que encuentran en Internet.
Sin embargo, hay una forma de tratar asuntos particularmente difíciles para que, sin que sea necesario decir nada, nuestros hijos reciban la información que queremos trasmitirles: las películas. El lenguaje audiovisual es universal, colectivo, elocuente, ejemplar en muchos casos, y no distingue entre generaciones. Y hay cientos de ejemplos de películas, de todos los tiempos y nacionalidades, que explican de forma directa y clara lo que nosotros pensamos y queremos que nuestros hijos sepan; también hay muchas que enseñan justo lo contrario, desde luego, por eso es importante saber elegir bien el film y visionarlo antes de hacerlo con ellos.
Nada resulta tan gratificantemente instructivo como sentarse cómodamente en el sillón de casa con nuestros hijos adolescentes y ver juntos una buena película mientras que, sin apenas percatarse, empiezan a comprender ciertos asuntos. Para ello, es importante tener en cuenta la edad de nuestro hijo, su carácter y su grado de madurez a la hora de elegir la película. También hay que saber qué temas resulta necesario abordar, dependiendo del momento, de la actitud del adolescente, de sus intereses, de sus problemas, etc.
Lo ideal es crear un ambiente óptimo para disfrutar de la película; hacer pequeñas anotaciones si observamos que se les escapa algún detalle importante, pero sin abrumar; y que después de visionarla se abra un pequeño debate en torno al tema en cuestión: cómo se aborda en el film, cómo se resuelve, qué consecuencias tiene para los protagonistas, cómo habríamos actuado nosotros ante tales circunstancias, etc. Aunque es probable que, si la película les ha impactado como esperamos y les ha hecho replantearse su punto de vista, no quieran hablar de ella. En ese caso, es mejor dejar pasar un tiempo prudencial y sacarla a colación más adelante, casi por casualidad. Entonces sabremos hasta qué punto esa o esas cintas les han influido y cómo interpretan ahora el asunto.
Seguro que muchos padres conocen un buen puñado de films que, en su opinión, estaría bien mostrar a sus hijos, sobre todo aquellos que les hicieron replantearse algo crucial en su vida o les impactaron cuando también ellos eran demasiado jóvenes. Todos son válidos, siempre y cuando aborden el tema según su forma de entenderlo, con sensatez y honestidad, y se ajusten a la edad de los chicos y a su personalidad. Pero tened en cuenta que son especialmente convincentes las películas basadas en hecho reales, pues aportan total verosimilitud a la historia. Y para que nuestros hijos entiendan que lo que les pasa a ellos, lo que perciben en el mundo o lo que sienten, les ocurre igualmente a otros, conviene, también, seleccionar películas de todos los tiempos y nacionalidades; así, comprobarán –mientras aprenden historia del cine– que los seres humanos no somos tan distintos en lo esencial, ni ahora ni nunca, en cualquier parte del mundo.
Y un último consejo: no caigáis en el error de visionar juntos sólo películas “con mensaje”. Para que no resulten en exceso instructivas, evitar que dejen de interesarles y no rechacen esas tardes de cine juntos, de vez en cuando, elegid una que sea divertida o emotiva o un gran clásico, una de esas películas que hay que ver al menos una vez en la vida. Incluso las que menos lo parecen esconden pequeñas enseñanzas y, en cualquier caso, descubriéndolas aprenderán a amar el cine, que no es poco. Y si no, pensad, por ejemplo, en Con faldas y a lo loco (Billy Wilder; Estados Unidos; 1959) y recordad su maravilloso final, cuando Joe E. Brown (en el papel del millonario Osgood Fielding III), después de descubrir que la encantadora jovencita con quien quiere casarse es, en realidad, un hombre (Jack Lemon), dice mirando a la cámara: “Bueno, nadie es perfecto”. ¿Alguien recuerda algún final de película a su altura?