¿Sientes que estás todo el día enfadado o de malhumor? ¿Cuántas veces ríes y te diviertes con tus hijos? La exigencia, el orden y las normas no tienen por qué estar reñidas con el humor. Es posible educar con alegría y conseguir muchos más beneficios.
Las bromas, la gracia y el buen humor son elementos fácilmente incorporados en el proceso de socialización del niño
Gran parte de lo que somos es lo que hemos vivido y las experiencias que se nos han proporcionado. Si somos personas alegres, o más sonrientes, seguramente será porque hemos tenido la suerte y la oportunidad de crecer en un ambiente en el que ha primado el buen humor. Así, las familias debemos enseñar a nuestros hijos a utilizar el humor como pieza de su fortaleza interior para que tengan una vida plena y feliz.
La mecánica de lo gracioso es muy fácil de contagiar a los niños. Dependiendo de su edad, hay unos recursos que son más efectivos que otros. El buen humor puede ser una gran herramienta para la educación de nuestros hijos. No debemos olvidarnos de aquellas situaciones complicadas o negativas en las que el simple gesto de sonreír puede facilitar el acercamiento a lo positivo.
Por ejemplo, ante un enfado familiar, en el que se puede cortar el aire de la tensión que se respira, es muy efectivo romper esta dinámica con una carcajada por lo absurdo de la situación, o simplemente sonriendo al tiempo que decimos: “No me puedo creer que nos estemos enfadando por esto”. También es importante que evitemos frases como: “¡Qué día tan horrible estoy teniendo hoy!, “Espero que se acabe esta mañana tan pesada”, etc… Porque con ello estamos contagiando una actitud pesimista o negativa.
Los niños, en infantil y primaria, son curiosos e imaginativos. Por esta razón, la broma, la gracia y el buen humor son fácilmente incorporados como un elemento muy importante en su proceso de socialización.
La repetición de ciertas acciones fortalece aun más las bromas, por lo que es muy aconsejable poner en práctica una serie de actividades en familia que ayuden a acrecentar el buen humor de todos y contribuyan a que crezcan felices, optimistas y emocionalmente fuertes cada uno de ellos.
Pero también deben aprender que esto es bien distinto a reírnos a costa de los demás. El humor puede provocar alegría o, si se utiliza de manera negativa, puede llegar a herir a una persona. Por eso, es importante enseñar, en primer lugar, a reírse de uno mismo para comprobar lo positivo y divertido de la risa y del buen humor de manera pura.
De esta forma aprenderán a respetar a los demás. En las edades de 7 a 12 años sentirse integrado en un grupo y respetar a los demás es muy importante. Tienen que darse cuenta que para divertirse no es necesario hacerlo a costa del otro, sino que hay cosas que son divertidas por si mismas; así les recordaremos, cuando se rían de un amigo, que todos tenemos defectos de los que se pueden reír los demás y que si estuviésemos en su lugar no nos gustaría que lo hiciesen.
Hay que hacerles conscientes de sus propias limitaciones para que entiendan las de los demás y no las utilicen como diversión.
El buen humor proporciona numerosos beneficios físicos, psíquicos y emocionales:
- Hace trabajar mejor el corazón y el sistema cardiovascular.
- Disminuye la sensibilidad al dolor tolerando mejor las situaciones complicadas.
- Se liberan endorfinas y hormonas que potencian el sistema inmunológico.
- Produce ciertas hormonas (endorfinas y adrenalina) que reducen el estrés y elevan el tono vital haciéndonos sentir mas despiertos.
- Es una herramienta eficaz para enfrentar los conflictos y superar las dificultades.
- Nos hace mejorar nuestro carácter, ser más receptivos y ver el lado positivo de las cosas, favoreciendo las relaciones personales.
- El buen humor y el optimismo se asocian a un sistema inmune fuerte y a la salud mental.
¿Cómo podemos fomentar el buen humor en familia?
- Organizando una fiesta de disfraces. Los padres podemos disfrazarnos de hijos y los hijos de personas mayores.
- Haciendo una guerra de cosquillas o de almohadas.
- Leyendo comics juntos, libros de chistes o viendo películas de humor.
- Contando anécdotas de nuestra infancia.
- Recordando cosas divertidas y trastadas que los hijos decían y hacían cuando eran más pequeños.
- Dedicando tiempo a estar con ellos y a divertirnos: ir de paseo, montar en bicicleta, tomar juntos un helado, etc.
- Riéndonos de nosotros mismos cuando nos equivocamos delante de ellos.
- Aprovechando que se ha quemado la comida o ha salido demasiado bien restando importancia al incidente.
- Realizando actividades o excursiones que puedan ser más arriesgas o aventureras.
- Enseñando a los niños a reírse de sí mismos ante situaciones que hayan sucedido en casa.
- Utilizando las exageraciones de un modo gracioso. A los niños les gustará y de manera natural tendrán a reírse.
- Ante situaciones de ansiedad, enfado o emociones negativas tratando de buscar el lado positivo por medio del sentido del humor.
- Facilitando, en la medida de lo posible, que los niños pasen tiempo con personas alegres, divertidas y con buen humor, que puedan contagiarse esa alegría.
En conclusión, es bueno que recordemos que cuando hacemos reír a nuestros hijos les estamos ayudando a desarrollar su capacidad de disfrutar de los pequeños detalles y que el humor se contagia y se transmite.