El orden no sólo se refiere a lo material, sino que afecta a toda la persona. Es la base de las demás virtudes, ayuda a ser feliz, al dominio de uno mismo, facilita la convivencia familiar, proporciona templanza, austeridad, equilibrio personal, serenidad y eficacia para saber organizarse. De ahí la gran importancia de trabajarlo a tiempo y de no dejarlo en manos del día a día o del destino.
Para alcanzar el orden en el hogar se tiene que implicar toda la familia
A pesar de lo que muchas familias puedan pensar, el mejor momento para trabajar el orden es de 0 a 3 años. A esta edad todavía les vemos pequeños y podemos pensar que no entienden lo que se les pide, que no son capaces de hacer ciertas cosas… pero en cambio, éste es el momento en el que su cerebro está más preparado para ser moldeado y desarrollar un orden cognitivo que se manifestará posteriormente en sus acciones.
El mejor modo que tienen los niños de aprender el orden es por medio de un buen modelo. Es por esto por lo que la primera tarea como padres consiste en analizar nuestra capacidad de orden y el que viven nuestros hijos en nuestro hogar. No podemos pedirles algo que no les estamos dando, ni exigir algo que nosotros no hacemos. Así que, antes de nada, debemos esforzarnos por ser ordenados y que vean el orden en nosotros.
El orden como un juego
A partir de aquí, debemos plantear el orden como un juego. No debemos olvidar su edad. Son aún muy pequeños para demasiadas explicaciones, por lo que interiorizarán mejor el concepto por medio de un juego y con normas cortas pero repetidas. El juego, inicialmente, debe consistir en poner cada cosa en su sitio y tener un sitio para cada una. Y cadenas de sucesos: acciones repetidas, constantes y sistemáticas, con un orden prefijado. Para que logren mejor el objetivo debemos facilitarles la posibilidad de ordenar por medio de cajas donde puedan dejar los juguetes o sus cosas, que estén a su altura, lo puedan manipular, no tengan peligro porque se puedan romper y hacer daño…
También debemos dejarles cierta libertad para que decidan cómo quieren ordenar. Esto les ayudará a establecer sus propios criterios y así ayudaremos a desarrollar su razonamiento. Para asegurarnos de que esos criterios tienen cierta lógica o son adecuados será conveniente preguntarles cuáles son las razones por las que han decidido ordenar las cosas de ese modo y dialogar sobre ello. Una vez que vayan logrando con éxito la primera parte del juego: dejar cada cosa en su sitio, podremos complicarlo pidiéndoles y enseñándoles el cuidado de los objetos. El orden no sólo es dejar las cosas en su sitio, sino que además hay que dejarlas bien y cuidarlas para que duren.
Las cosas tienen un valor y deben aprender cuál es ese valor. En definitiva, lo que están aprendiendo es el concepto del orden a través de las cosas bien hechas y cuidadas. Por este motivo, debemos enseñarles a utilizar ciertos objetos de manera ordenada (luz, teléfono, agua, internet, material escolar…).
Trabajar todo esto supone mucho tiempo y paciencia por parte de las familias. En muchas ocasiones, como vamos constantemente con prisas preferimos hacerlo nosotros, porque nos cuesta menos, en vez de dejarles a ellos. Pero de este modo, lo que logramos es que se acostumbren a que seamos nosotros quienes hagamos todo y no adquieren el hábito del orden. Cuando ya son mayores y creemos que ya son capaces tratamos de que lo hagan pero no tienen el hábito adquirido y es cuando entramos en una pelea constante. Merece la pena dedicarles un poco de atención cuando son pequeños para acostumbrarlos a que el orden forme parte habitual de su vida.
Una vez que aprenden a hacer un buen uso de sus objetos y de manera ordenada podemos tratar de crear un orden en el hogar. Para ello, tendremos que participar todos los miembros de la familia. El mejor modo de lograrlo es por medio de un reparto de tareas que se convertirán en la responsabilidad de cada uno. Estas tareas tendrán que ser acordes a la edad de cada miembro de la familia y, en la medida de lo posible, especialmente al principio, les tienen que resultar motivadoras y de fácil cumplimiento para que el propio éxito los anime a continuar con ellas. Cuando hayan logrado las tareas tendremos que asignarles otras nuevas para que cada vez sean más las situaciones que ellos dominen y en las que el orden sea un hábito.
Estableciendo el hábito del orden desde muy pequeños en nuestros hijos lograremos hacerles personas internamente ordenadas.