“Mamá, quiero ser escritora”

La clave para no confundir palabras, no cometer faltas de ortografía y disponer de un buen vocabulario es leer despacio e interiorizar lo que se lee. Es mejor leer menos y fijarse más en las palabras.

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Escribir de forma correcta y dejar volar la imaginación a través de la escritura son procesos muy importantes y gratificantes para nuestros hijos. Sin embargo, los niños y adolescentes cada vez leen menos y, por tanto, escriben peor. Fomentar en ellos la lectura y la escritura es clave si queremos que desarrollen su creatividad y sepan expresarse correctamente.

Escribir es bueno para la mente

Escribir es muy importante para el correcto desarrollo de los adolescentes, es una forma de expresión rica y con multitud de posibilidades que les facilita el descubrimiento de nuevos mundos. Sin embargo, muchos de ellos, la mayoría, no se sienten identificados con aquello que les obligan a leer en clase y las tareas repetitivas en torno al lenguaje y el tiempo que les supone hacerlas no suelen ayudar. Así, cada vez presenciamos más cómo los jóvenes no escriben correctamente, tienen faltas de ortografía, no utilizan todo el rico vocabulario que tienen a su disposición y, lo que es peor, no perciben la importancia de leer o escribir en su vida cotidiana.

¿Cómo podemos fomentar en nuestros hijos el interés por la escritura? ¿Cómo hacerles entender que escribir correctamente es esencial para su futuro? A estas y otras preguntas intentamos dar respuesta en este artículo.

 

Las ventajas de escribir bien

  • La escritura es un proceso que requiere un nivel más elevado de intelecto que la lectura. Al escribir, activamos unas zonas similares del cerebro, pero lo obligamos a trabajar más, estimulando la imaginación, la creatividad, la memoria y todas las habilidades cognitivas implicadas en el proceso de comunicación.
  • Escribir es saludable para la mente pues nos permite evadirnos de la rutina y los problemas, algo que muchas veces nos hace replantearnos las cosas o encontrar nuevos enfoques o soluciones.
  • Leer bien, profunda y reposadamente, es fundamental para escribir bien. La clave para no confundir palabras, no cometer faltas de ortografía y disponer de un buen vocabulario es leer despacio e interiorizar lo que se lee. Es mejor leer menos y fijarse más en las palabras.
  • Escribir adecuadamente y sin faltas de ortografía es vital para que los estudiantes puedan expresarse correctamente en todos los aspectos de su vida, desde el instituto a su futuro empleo. El mercado laboral es sumamente competitivo y expresarse con soltura, en uno o varios idiomas, es uno de los requisitos mínimos para optar a un trabajo de calidad.

 

Hagamos divertida la escritura

A muchos adolescentes les aburre la idea de ponerse a leer o a escribir. La clave de esta desidia suele estar en profesores que no les saben motivar o que les obligan a leer libros o redactar trabajos que no les interesan en absoluto. Cuando es así, suelen ver estas actividades como una pesada carga en lugar de como una oportunidad para aprender o demostrar lo que ya saben. Hacer atractivo y divertido este proceso es vital para que los jóvenes disfruten y no sientan que lo que hacen no les aporta nada. Es cierto que hay contenidos y obras que deben leerse, pero a determinadas edades es más gratificante, y resulta mucho más efectivo, leer Harry Potter, por ejemplo, que una gran obra clásica como El Quijote, cuyo lenguaje no entienden y con temáticas que no les interesan.

 

¿Sobre qué escribir?

Los juegos de creación de personajes o de historias suelen funcionar bien y si la predisposición del adolescente es alta conviene que asista a un taller de escritura creativa adaptado a su edad. Lo principal es que elija un tema que le apasione y que conozca. Se puede empezar también llevando un diario personal, que le ayudará a transformar sus pensamientos en palabras escritas. Otra opción es crear un mundo de la nada, imaginando, por ejemplo, un mundo como el nuestro pero cambiando alguna regla, como qué pasaría si no existiera la gravedad, o si el sol no saliera nunca, o si pudiéramos dar marcha atrás en el tiempo.

 

Elementos de una historia

Cualquier texto literario cuenta con unos elementos básicos: argumento (qué pasa); personajes (quién realiza la acción); lugar y tiempo (dónde y cuándo ocurre la acción); y un conflicto principal que sirve de línea argumental (por qué el personaje realiza la acción en ese tiempo y lugar determinado). Sabiendo esto se puede construir una historia teniendo en cuenta que los relatos clásicos suelen dividirse en: introducción (presentación), nudo (ocurre el conflicto) y desenlace (se resuelve el conflicto).

Para comenzar se pueden usar frases introductorias a partir de las cuales seguir, como este micro relato: “Cuando despertó, el dinosaurio ya no estaba allí”. También se puede jugar con personajes de cuentos que ya estén creados. Por ejemplo, mezclar en la misma historia a Harry Potter y a Blancanieves, imaginar cómo sería el cuento de los tres cerditos en el espacio exterior, o actualizar la cenicienta al siglo XXI.

 

Buscando la inspiración

Para escribir primero hay que “amueblarse” la cabeza. Para ello, se pueden realizar muchas actividades, como visitar una biblioteca para leer un libro que sirva de inspiración, dar un paseo por el parque o leer comics o novelas gráficas que llenen de imágenes la mente de nuestro hijo. Otras opciones son leer ciencia ficción, ver películas, escuchar músicas diferentes, etc. Cualquier cosa que abra su mente, logre que descubra cosas nuevas o despierte su imaginación puede hacer que su cabeza se llene de elementos que plasmar en el papel.

 

Perder el miedo al papel en blanco

La primera palabra suele ser la más difícil. Para vencer ese bloqueo a la hora de empezar a escribir existen numerosas técnicas, aunque una de las más fáciles consiste simplemente en escribir cualquier frase, sin filtro, y a partir de ahí tirar del hilo para que comience el relato. Si aun así cuesta, lo mejor será empezar con un disparador creativo o un juego de escritura que permita dar la primera idea a partir de la cual se construya el texto. Por ejemplo: “Llegó a casa y había una extraña carta sobre la mesa”, y a partir de ahí hacer preguntas que se contestarán en el texto: ¿Quién la escribió? ¿Qué dice la carta? ¿Cómo llegó hasta la mesa? ¿Qué significa ese extraño símbolo en el sobre? Así será más fácil empezar a escribir.

Pero si hay algo que la creación literaria enseña es que la constancia es muy importante. Ninguna gran historia se crea de la noche a la mañana, sino que se trabaja, se corrige y se escribe con esfuerzo, día a día.