Muchos niños presentan una gran dependencia de sus padres o de otros adultos de referencia como sus profesores, a los que necesitan para hacer cualquier cosa, lo que afecta a su desarrollo y su éxito en el futuro.
Un apego seguro da confianza al niño para no depender demasiado de sus padres
Todos los bebés tienen una enorme dependencia de sus padres cuando nacen, ya que los necesitan para todo. Sin embargo, a medida que crecen, deben ir desarrollando su propia independencia y autonomía.
El problema surge cuando el niño sigue teniendo una excesiva dependencia emocional de sus padres, lo que implica que tiene la necesidad de estar junto a sus padres para sentirse a gusto, cómodo, seguro y protegido.
El síndrome de dependencia hace referencia a este problema de maduración en el que el niño no se va emancipando gradualmente de sus padres adquiriendo más autonomía, sino justo lo contrario, cada vez se vuelve más dependiente de sus padres y no tiene capacidad para estar solo o para hacer nada sin la ayuda de sus padres.
Si esta dependencia es excesiva y se prolonga en el tiempo, puede interferir con la maduración del niño y causarle diversos problemas:
- Baja autoestima.
- Pobre autoconcepto.
- Dependencia excesiva del adulto.
- Inestabilidad emocional.
- Baja tolerancia a la frustración.
- Hipersensibilidad y victimismo.
- Aislamiento.
- Fracaso escolar.
- Problemas para reconocer sus errores
- Incapacidad de resolver problemas solo
Por eso, debemos saber cómo se produce este síndrome y qué hacer si nuestro hijo lo sufre.
Causas del síndrome de dependencia
La forma de educación de los padres y el tipo de apego que se crea entre padres e hijos (seguro, ansioso ambivalente, ansioso evitativo, ansioso desorganizado) están detrás de la aparición del síndrome de dependencia:
1- Problemas de apego.
El vínculo de apego tiene varios elementos claves que lo definen: es una relación emocional perdurable con una persona en concreto que tiene que producir seguridad, sosiego, consuelo y placer.
Un apego saludable con la madre o padre se asocia con buenas relaciones con otras personas a lo largo de la vida, mientras que un pobre apego se relaciona con problemas emocionales y de conducta.
Si existe un apego ansioso, del tipo que sea, los niños crecen inseguros. Si el pequeño carece de esta seguridad, buscará un refuerzo extra, apareciendo la dependencia.
2- Falta de reconocimiento.
Si los padres no valoran los logros del niño, le corrigen o le reprenden frecuentemente el chico se sentirá inseguro y creerá que no puede alcanzar ningún logro por sí mismo. Como consecuencia, será dependiente de un refuerzo externo.
3- Sobreprotección.
La sobreprotección tampoco es buena, ya que no permite al niño desarrollar sus habilidades y capacidades o aprender a resolver solo sus problemas, restándole independencia y autonomía.
4- Falta de disciplina.
La falta de normas y límites hace que el niño no sepa asumir sus responsabilidades o la consecuencia de sus actos, lo que dificultará el desarrollo de su independencia y autonomía. En este caso, se generará una dependencia de otras personas que asuman sus responsabilidades.
¿Cómo saber si mi hijo sufre síndrome de dependencia?
Los síntomas más característicos de los niños con problemas de dependencia son:
- Inseguridad o falta de confianza en uno mismo.
- Presencia de miedos irracionales o sin fundamento.
- Dificultades para relacionarse con otros niños.
- Problemas de autoestima.
- Imposibilidad de disfrutar si no están sus padres.
- Miedo a la soledad.
Además, presentan otros comportamientos característicos como atribuir el éxito a sus padres y no darle importancia, pero asumir sus fracasos como propios.
Hacer preguntas no muy específicas de una materia para llamar la atención de la madre, el padre o el profesor. Trabajar mejor cuando se le hace caso exclusivo, pero no cuando las explicaciones son dirigidas a toda la clase. Mostrarse siempre como víctimas, con lágrimas, quejas, etc.
¿Cómo actuar ante este problema?
Para conseguir que nuestro hijo sea más independiente debemos seguir una serie de pautas:
1. Alejarnos de él y confiar en sus capacidades.
Hay que dejar que tome sus propias decisiones y transmitirle que el error es parte del aprendizaje, que no es algo mal, que de los errores se aprende.
Aunque cueste, sobre todo a padres sobreprotectores, hay que dejarlos libres porque, si no, les transmitimos falta de confianza y los hacemos inseguros y dependientes.
No podemos resolver siempre todos sus problemas o nunca serán capaces de hacerlo solos, y no siempre estaremos al lado para ayudarles…
2. Darle responsabilidades.
Desde pequeño, siempre adaptadas a su edad y capacidades, el niño debe asumir sus propias responsabilidades y tareas.
3. Recompensar el trabajo bien hecho.
La administración correcta de la recompensa es lo que le da eficacia, por lo que debe ser una recompensa que sea administrada por él, como tiempo libre para usar el ordenador, elegir las actividades en familia, etc.
4. Seguir una educación flexible, pero firme, con normas y límites claros.
Además, debe ser coherente entre ambos padres, ambos deben estar de acuerdo en todo y nunca mostrar desavenencias delante de los hijos.
5. No hacer todas las tareas por él.
Cuando traiga deberes de casa, debe acostumbrarse a sentarse solo a hacerlos. Si necesita ayuda, te puede llamar para que le resuelvas una duda o veas si lo ha hecho bien, pero no estés todo el rato encima y mucho menos lo hagas por él para que quede perfecto.
Si lo has hecho tú y saca un 10, sabrá que no es un éxito suyo; pero si sale mal, sí se echará la culpa, mimando su autoestima. Ayudarles es dejar que encuentren las respuestas por sí mismos, o pregunten al profesor en clase, no dárselo todo hecho.