La pandemia ha provocado cambios en nuestro modo de vida. No hay un referente de algo parecido y cada familia se ha adaptado como ha podido, dependiendo de sus circunstancias personales y profesionales. Puede ser que nuestros hijos se hayan vuelto más cómodos y les cueste vencer la pereza tras el confinamiento.
La actitud de la familia es fundamental para termina con la comodidad
Poco a poco iremos recobrando nuestras vidas, adaptándonos a la realidad que nos toque. Podría ser similar a la recuperación después de un accidente grave. Mucho tiempo postrado en la cama que obliga a una recuperación lenta para conseguir aprender de nuevo a andar, con mucho esfuerzo y trabajo.
Cualquier situación compleja provoca un cambio de hábitos y de madurez. Con la pandemia hemos tenido tiempo de analizar nuestras vidas para eliminar lo que no nos gustaba y potenciar todo lo positivo que tenemos.
Las situaciones complicadas y duras en la vida nos ayudan a mejorar y nos hacen más fuertes. La diferencia es que en esta ocasión todos la hemos vivido a la vez. Es como si el mundo tuviera que volver a nacer.
En el “estado de letargo” hemos readaptado nuestras costumbres, algunas incluso por motivos de supervivencia. Cuando volvamos a nuestra vida cotidiana tendremos que retomar hábitos que teníamos adquiridos para no dejarnos llevar por la comodidad. Las rutinas se convierten en costumbres, que pueden ser buenas o todo lo contrario.
Nuestros hijos e hijas, en términos generales, tienen una capacidad de adaptación muy rápida. Es un buen momento para observarles y plantear objetivos que les permitan recuperar las buenas costumbres.
No cabe duda que el no poder movernos y tener acceso “al mundo” a través de la tecnología nos ha obligado a actuar de otra manera, con un radio de movimiento muy pequeño.
Puede ser que a nuestros hijos e hijas les cueste salir a la calle un poco más de lo habitual, han realizado una mayor comunicación a través de las videoconsolas y tabletas, navegando en un mundo que no tiene fin a través de los juegos, retos, música, adquisición de materiales, etc….
Por eso es importante ayudarles a que no se dejen llevar por la comodidad de esos hábitos adquiridos. La vida requiere esfuerzo para todos. Nuestros hijos tienen también que adaptarse poco a poco.
Para ayudar a nuestros hijos a que recuperen y recuperemos juntos la nueva normalidad, necesitamos cierto nivel de esfuerzo y compromiso.
Puede ocurrir que nos cueste porque nos habíamos acomodado. Y aquí nuestra actitud es fundamental. Es importante que nos vean positivos, con ilusión, sabiendo que el esfuerzo merece la pena. Hay que recordar que para ellos somos su referente, su modelo, y lo que hagamos les influirá tanto en lo positivo como en lo negativo.
No hace falta pensar grandes planes de trabajo, basta con aprovechar los momentos de la vida cotidiana. El esfuerzo requiere entrenamiento, pero no tenemos que ir a ningún gimnasio para practicarlo, lo tenemos en nuestra propia vida. Debemos de conseguir vencer la pereza y adaptarnos a las nueva circunstancia que nos toque vivir.