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Consejos para educar desde la serenidad

Debemos de evita trasladar nuestro estrés de adultos a los niños

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Las familias llevamos un ritmo de vida tan elevado y estresante que no solo nos afecta a nosotros como adultos, sino que se lo trasladamos a nuestros propios hijos. Si analizamos la agenda de los niños, podemos comprobar cómo la mayoría de ellos apenas tienen un hueco libre ni siquiera para jugar.

Es importante propiciar ambientes familiares de calma y tranquilidad

Actualmente, debido al Covid 19 las actividades de los niños están siendo mucho más controladas, pero aun así la tendencia es llevar un ritmo muy elevado. Las familias somos las responsables de que esas agendas estén así.

Somos quienes les llenamos todos los huecos, bien porque perseguimos que realicen muchas actividades para que estén bien formados, bien porque no podemos estar con ellos y llenamos sus agendas en función de las nuestras.

De esta manera, les enseñamos que en la vida hay que aprovechar el tiempo, hacer muchas cosas… pero cada vez vemos más niños estresados, que no desconectan, cansados, con rendimientos bajos ocasionados por este ritmo. No solo debemos salir adelante en la vida sino que también tenemos que darles la oportunidad de parar y vivirla con serenidad.

La serenidad proporciona bienestar interior y la posibilidad de aprender aspectos muy importantes para la vida:

1.Reflexionar

El contar con tiempo y tranquilidad proporciona la opción de reflexionar y pensar bien lo que vamos a hacer y cómo lo vamos a hacer, siendo conscientes de lo que implica nuestra acción y de las posibles consecuencias.

Vivir en el estrés y educar bajo ese ritmo implica una actuación impulsiva, sobreviviendo y, en consecuencia, con numerosas respuestas posteriores de arrepentimiento.

2. Valorar las cosas pequeñas

Los ritmos elevados no permiten ver los detalles y las cosas pequeñas que nos rodean o suceden. No hay tiempo para ello, pero en cambio la serenidad te permite parar y disfrutar de todo lo que te rodea.

Estas cosas pequeñas pueden ser muy importante para la vida y, puede que nos las estemos perdiendo. Especialmente, en el desarrollo, crecimiento y educación de nuestros hijos. ¡Cuántas veces encontramos familias que dicen: “no sabía que esto le estaba sucediendo a mi hijo»! Igual es porque nos lo estábamos perdiendo al no prestar atención a pequeños detalles.

3. Actitud atenta y consciente

El tiempo, la calma y la serenidad te permite hacer las cosas mejor y más centrados. Dedicar tiempo a cada hijo, a cada etapa y a lo que sucede en ellas es fundamental para tener éxito en la educación de los hijos. Para educar bien hace falta tiempo y paciencia, además, de conocimientos de cómo llevarlo acabo.

4. Capacidad de observar

La serenidad nos permite ver más allá de lo que inicialmente nuestros ojos ven. Ya que nos da la opción de observar y obtener información importante de nuestros hijos y de su educación.

5. Posibilidad de fijarse en los demás

La falta de tiempo y el estrés lleva a desarrollar conductas egoístas y poca dedicación a lo que los demás puedan necesitar o sentir. En cambio, la serenidad nos puede permitir fijarnos en los demás y preocuparnos por ellos.

Por lo tanto, es muy importante ser capaces de parar. Esto significa tener un pequeño tiempo en el día para reflexionar, pensar qué tenemos que hacer, para jugar, planificar o simplemente descansar.

No solo debemos tener un tiempo para esto, sino que también en los periodos vacacionales hay que respetarlo, en la medida de lo posible. No tiene por qué ser periodos muy extensos, pero sí un mínimo de tiempo en el que la desconexión es necesaria.

Tendemos a llenar sus agendas no solo entre semana sino también en vacaciones, sin respetar un tiempo en el que solo jueguen o descansen.

Las consecuencias de esto se están empezando a percibir en los niños, puesto que muchos de ellos no saben “no hacer nada”. En el momento que no tienen algo para hacer se aburren, no se comportan adecuadamente, llaman la atención…

Es por esto por lo que parece necesario que dentro de nuestros objetivos como padres y madres tengamos que enseñarles a parar, a tener momentos más relajados para ellos mismos.

No es necesario que tengan que estar con alguien o haciendo algo para educarles en la soledad, en la templanza, o incluso en la relajación. Se trata de darles oportunidad todos los días y poder darles pequeños ejemplos. Para los más pequeños podemos trabajar ratos en los que cada uno esté en su habitación haciendo lo que más les apetezca.

Es interesante que todos en casa podamos dedicar un tiempo para nuestras cosas, que haya un ambiente tranquilo y relajado, incluso más silencio. Si se acostumbran a esto desde pequeños tendrán más capacidad de hacerlo cuando sean mayores.

Los jóvenes y adolescentes reclaman tiempos de soledad, pero no siempre esos momentos son de calma o de tranquilidad, por eso es interesante propiciarles ambientes tranquilos, paseos, música más calmada, paseos y espacios tranquilos.

No tenemos que tener miedo a que haya momentos en los que nuestros hijos no tengan nada que hacer, siempre y cuando les enseñemos a ocupar esos tiempos de forma provechosa para ellos.

Debemos ayudarles a recuperarse para poder tener más fuerza de cara a los momentos que estén más ocupados y disfrutar de los beneficios de la serenidad y tranquilidad.