En el conocimiento de uno mismo tienen gran importancia las personas que tenemos alrededor. En casa y en el colegio ha de construirse un ambiente afectivo que ayude al crecimiento de la autoestima como aspecto básico de la madurez personal. Vamos a ver la importancia que tiene, y cómo podemos desarrollarla en nuestros hijos.
Lo más importante es tener una buena opinión de nosotros mismos
“Las primeras evidencias indicaban que, efectivamente, los niños con la autoestima más alta alcanzaban mejores resultados en la escuela y se metían en menos problemas. Es sólo que más adelante hemos aprendido que la autoestima es un resultado, no la causa”. Así habla Roy Baumeister(profesor de psicología en la Universidad de Queensland), de la Florida State University, incidiendo en el punto clave.
Lo primero es adquirir una buena opinión de nosotros mismos. La persona debe conocerse, realizar un autoconocimiento, para aceptarse. Los padres y madres como principales educadores debemos conocer a nuestros hijos para ayudarles a que se conozcan. En este proceso de conocimiento, se podrán aceptar como son, de tal manera que sabrán quererse para poder gobernarse, lo que hará que su autoestima vaya creciendo.
La autoestima es un juicio positivo para con nosotros mismos, referido a nuestras fortalezas y debilidades, sabiendo reconocer en ese juicio nuestras limitaciones y aceptándolas. Reteniendo esas cualidades en la memoria, para poder utilizarlas en los desafíos que nos encontremos, será más sencillo superar las dificultades que se presenten. Es “una de las principales herramientas” que deben llevar nuestros hijos en “la mochila de la vida”, la cual adquirirán de la mano de sus principales educadores.
Cada hijo es diferente, les daremos y les pediremos lo que puedan dar y hacer, interesándonos por cada uno y no por lo que hacen. Si aprovechamos o creamos actitudes positivas obtendremos mejores resultados educativos. Por ello, es necesario que los padres y madres expliquemos a nuestros hijos e hijas lo que esperamos de ellos, valorando cualquier esfuerzo y reconociendo sus logros.
En la familia se necesita establecer las reglas básicas, esas de las cuales tanto nos han hablado y hemos leído, para que logren una seguridad desde el principio. Algunas de estas reglas son la adquisición de los hábitos de sueño, comida, orden, estudio, juegos, uso de pantallas, etc. que hace que haya un horario familiar, unas pautas que ayudan a fijar el camino para que sepan por dónde deben ir, conociendo sus límites que es lo que les hace sentirse seguros.
Cuando jugamos con ellos pueden ganar o aprender, pero no perder. Estas acciones son necesarias que se lleven a cabo en el ambiente familiar, para “entrenarse” con las personas que les quieren de verdad para que cuando estén en otro entorno tengan recursos para gestionar las diferentes situaciones que se les van a ir presentando a lo largo de la vida. No debemos perder de vista que en la educación se aprovecha todo, aciertos y equivocaciones. Las primeras para consolidar lo aprendido y las segundas para descubrir el porqué de la equivocación y convertirla en acierto.
Es necesario que vean en la familia un buen modelo ya que se fijan en nosotros constantemente. No deben apreciar que nuestros errores son algo frustrante y negativo, de tal manera que nos hundan poniéndonos de mal humor, si no que deben ver que nos enfrentamos a ellos con espíritu deportivo, con humor y optimismo viéndolo como una oportunidad para aprender y mejorar. El optimismo genera CONFIANZA.
Pequeñas pinceladas que nos pueden ayudar para acompañarles:
- Ser siempre positivos.
- Cuidar las miradas.
- Modular la voz al dirigirnos a cada hijo.
- “Exigir” y mostrar confianza.
- Sonreír.
- Espíritu deportivo para seguir “entrenando”.
- Cada uno es cada uno. Sólo comparaciones con uno mismo.
- Cariño y exigencia.
Esta última no debemos confundirla con el enfado o el castigo. Cuanto les pedimos algo que les cueste un poco más, le debemos de dar “sobredosis” de cariño para que tengan mayor fuerza. Esa “pequeña” exigencia es lo que les ayuda a crecer poco a poco adquiriendo la madurez personal.