Muñecos rotos: la depresión infantil

La intervención debe orientarse hacia el niño, la familia y el colegio

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Uno de los trastornos de salud mental que más nos cuesta asumir es la depresión infantil. Tendemos a creer que los niños, por el hecho de ser niños, deben ser felices. Que la imaginación, inocencia o falta de reflexión infantil están directamente relacionados con la capacidad de ser felices. Sin embargo, la depresión infantil es más común de lo que pensamos.

Es fundamental que podamos distinguir entre un niño deprimido o triste

Entre nuestras creencias más irracionales se encuentra el hecho de asumir que muchos adultos presentan depresión pero que pocos niños la padecen. De hecho, las bajas médicas por trastorno depresivo se producen con frecuencia en el terreno laboral y muy poco en el área escolar. Sin embargo, los estudios muestran que un 2-2,5% de los niños en edad escolar está deprimido.

La depresión infantil es un desorden caracterizado por una alteración en el estado de ánimo acompañado de un comportamiento desajustado en el área escolar, familiar y social. Los niños manifiestan un estado de ánimo deprimido de forma diferente a los adultos.

Por este motivo, a veces es complejo detectarlo. Consideramos que un niño deprimido debe presentar los mismos síntomas que un adulto, características fácilmente reconocibles por todos. Sin embargo, la depresión en la infancia viene acompañada de tristeza, pero también de cambios bruscos de humor, rabietas por cualquier causa y alto nivel de ansiedad, entre otros aspectos. Es fundamental que podamos distinguir entre un niño deprimido o triste, porque muchas veces los niños están tristes, al igual que los adultos, lo que no significa que sufran una depresión.

Síntomas asociados a la depresión infantil

Si los padres o profesores detectan que un niño puede sufrir depresión es fundamental que, antes de sacar sus propias conclusiones, acudan a un especialista. El diagnóstico precoz es fundamental para tratar la enfermedad y prevenir consecuencias futuras.

Las características que deben alertar a los padres son:

  • si un niño está triste o llora con más facilidad de lo habitual,
  • si pierde interés por actividades o juegos que antes le motivaban,
  • si intenta evitar o distanciarse de amigos o familiares,
  • si se aburre con facilidad,
  • si presenta cansancio continuo, menos energía, motivación o memoria,
  • si se comunica menos que antes,
  • si está irritable ante cualquier cambio inesperado o frustración,
  • si habla mal sobre él mismo,
  • si sus cuentos o dibujos tienen un cariz triste,
  • si se muestra agresivo o tiene rabietas que antes no manifestaba,
  • si sufre dolores no basados en posibles causas orgánicas,
  • si tiene alterado el hábito del sueño o de la alimentación,
  • si recupera patrones que ya había superado y que no se corresponden con su edad,
  • si habla de la muerte, el suicidio o de escaparse de casa.

 

Acudir al especialista

El psicólogo realizará un diagnóstico del estado mental del niño basándose en su historia personal y su situación actual. Para ello entrevistará a los padres, a los profesores y al propio niño; al tiempo que le hará las pruebas evaluativas que estime oportunas. Además, antes de diagnosticar una depresión, habrá de descartar otros posibles diagnósticos que prevalecen con signos de tristeza.

Para realizar un buen diagnóstico, el especialista tendrá en cuenta las áreas afectadas, el tiempo de duración de los síntomas, las causas de los mismos y su intensidad. Cuando los síntomas se observan con una leve intensidad pero en un tiempo dilatado (más de un año), nos encontramos ante el llamado trastorno Distímico, menos grave que la depresión pero más crónico, y donde aumentan las posibilidades de que los síntomas se intensifiquen y conviertan el trastorno en una severa depresión.

 

¿Por qué un niño puede estar deprimido?

Son muchas las causas que pueden hacer que un niño sufra depresión. En general, los factores que más influyen en el trastorno depresivo infantil son los cambios trascendentes en su vida y el estrés. Además, existe una predisposición genética que hace a algunos niños más vulnerables a padecer una depresión, ya sea en la infancia o en la edad adulta.

Hay otras muchas causas que pueden influir: el estilo de crianza de los padres, el ambiente en el que vive el niño, los modelos de conducta que recibe, etc. Así, se deprimen con más probabilidad:

  • Los niños que viven en familias desestructuradas.
  • Los niños que han sufrido maltrato o algún tipo de abuso o agresión.
  • En la infancia, la depresión se da más entre los niños; en la adolescencia, en cambio, es más común entre las chicas.
  • Los niños que sufren fracaso escolar; normalmente asociado a la depresión, a veces como causa y otras como consecuencia.
  • Aquellos niños sujetos a una fuerte presión externa, sobreexigencia, excesiva competitividad o fuerte carácter perfeccionista también pueden ser más propensos a sufrir depresión.
  • Los niños expuestos a un hecho traumático ocurrido en la familia, como la pérdida de un familiar cercano u otro tipo de traumas.

 

¿Qué hacer?

Cuanto antes se aplique el tratamiento, menor número de síntomas cronificados padecerá el niño a lo largo de su vida. La intervención debe orientarse hacia el niño, la familia y el colegio, con el objetivo de aprender a convivir con este trastorno y reducir sus síntomas hasta su total recuperación.

Por un lado, es necesario llevar a cabo una psicoterapia de la mano de un psicólogo especializado. La orientación cognitivo-conductual suele ayudar a:

  • Que el niño aprenda cómo su estilo de pensamiento está interfiriendo negativamente en cómo ve el mundo, cómo observa a los demás y cómo se valora a sí mismo. Se le enseñan estrategias para que empiece a pensar de forma más ajustada, en su beneficio.
  • Que los padres no se sientan culpables por el diagnóstico, sepan cómo ayudar al niño a mejorar su estado de ánimo (que se empiece a sentir eficaz), conozcan qué conductas no pueden permitirle para que, de esta manera, no obtenga beneficios secundarios por estar deprimido.
  • Que el centro escolar entienda el diagnóstico, qué cosas puede pedirle al alumno y cómo puede afectarle una exigencia por encima de su capacidad actual.

Por otro lado, si el caso es grave, se recomienda el tratamiento farmacológico como ayuda puntual para conseguir los objetivos anteriores de la manera más rápida. Los fármacos antidepresivos de última generación son muy eficaces y cada vez tienen menos efectos secundarios. En cualquier caso, se deben utilizar conjuntamente con la psicoterapia.

Es necesario que todas estas medidas se tomen lo antes posible y que todo el entorno del enfermo por depresión conozca las causas y los síntomas para poder prevenir e intervenir en un trastorno mental que tiene solución, pero que si no se resuelve oportunamente presenta un pronóstico fatalista para el futuro del niño.

Lucía Boto Pérez

Psicóloga / España

Especialista Universitaria en Psicología Clínica y de la Salud por la Universidad Autónoma de Madrid.