Los niños y niñas empiezan a socializar a partir de los dos años. Es en ese momento cuando comienzan a hablar de amistad y a sentir la importancia de pertenecer o no a un grupo. En ocasiones percibimos que nuestro hijo se encuentra aislado y es normal que nos preocupemos. Te ofrecemos algunos consejos para ayudarle a salir adelante.
Debemos de darles herramientas para que puedan resolver ellos solos sus conflictos.
Las relaciones sociales implican interacción entre varias personas. A partir de los dos años conocen a otros niños de edades similares, juegan con ellos. Pero todavía no son capaces de darse cuenta de la influencia que pueden ejercer sobre ellos. Es, aproximadamente, en esa edad cuando podemos hablar de sus primeros amigos y la importancia que éstos van desarrollando en sus vidas.
¿Qué detectaremos?
- Que les afecta lo que opinen sus amigos.
- Si son seleccionados o no para los juegos.
- Intentarán hacer lo posible para agradar.
- Querrán estar con ellos y pasarlo bien juntos.
- Comenzarán a contarse sus primeras confidencias…
- Detectaremos conversaciones como si fueran pequeños adultos.
- Empezarán a tener la necesidad de pasar tiempo junto a sus amigos.
El ser humano es un ser social por naturaleza. La socialización surge de manera natural a edades tempranas., y debemos cuidarlo y fomentarlo para que aprendan a tener relaciones sociales sanas.
Esto significa que hay que dejar que desarrollen sus propios recursos para solventar sus problemas y conflictos, que inevitablemente surgirán.
Inicialmente, estos conflictos suelen ser pequeñas peleas ocasionadas por temas que para ellos son muy importantes, pero que nosotros podemos considerar triviales (peleas en el juego, problemas al quitarse juguetes…).
Ante estas primeras situaciones, el adulto suele tender a interceder y dar solución. Con ello, estamos evitando que aprendan relacionarse y a solucionar los problemas, por lo que debemos dejar que sean ellos quienes los resuelvan.
Cuando detectamos que no siguen un camino adecuado o que están bloqueados, es entonces cuando podemos ayudarles:
- Sugerirles cómo pueden solucionar esos conflictos.
- Transmitirles apoyo, sabiendo que lo van a hacer bien.
- Hacerles ver que vamos a estar ahí cuando nos necesiten.
Pero recuerda que son ellos los que, finalmente, tienen que resolverlos.
Con esto evitaremos, también, muchos problemas que puedan surgir entre familias, al defender cada uno «su territorio».
Más mayores, mayor complejidad
Conforme van creciendo, estos conflictos empiezan a tener mayor complejidad. Ya no son pequeñas peleas ocasionadas por el juego o aspectos materiales, sino que empiezan a entrar en juego los sentimientos.
Empiezan a desarrollar empatías entre ellos, ciertos rechazos y surgen los primeros conflictos emocionales. Para ellos es muy duro pensar que un niño no les acepta o que el amigo al que más admiran no se ha acordado de invitarle a su cumpleaños.
En estos momentos es cuando empiezan a sufrir porque hay una carga emocional importante. Normalmente, las familias, en estas situaciones, nos preocupamos enormemente. Aunque sabemos que es algo que se puede solucionar o que en la vida van a tener situaciones más difíciles a las que enfrentarse, les vemos realmente sufrir y cuesta aceptar ese sufrimiento.
A pesar de ello, tampoco en estas circunstancias se debe de interceder. Debemos de ofrecerles un buen momento de escucha para que nos puedan contar lo que les ha sucedido. Para ellos, simplemente el poder comunicarse con nosotros les va a dar mucha seguridad. Es después de que hablen cuando podemos, entonces, darles pautas para que lo puedan solucionar por sí mismos.
Tenemos que ser conscientes de que estos pequeños conflictos tienen mucha importancia para ellos.
Lo más importante es:
- Que aprendan a comunicarse y expresar lo que sienten.
- Que tengan confianza para comunicarse con nosotros.
- Que les ofrezcamos soluciones.
- Que les guiemos para hacerles fuertes en sus relaciones sociales.
¿Qué hacer cuando rechazan a mi hijo?
Si este rechazo se produce con los amigos de clase o vemos que realmente le cuesta relacionarse con ellos porque tiene intereses diferentes, no debemos preocuparnos de manera especial.
Parece que todos los niños de la clase deben llevarse bien pero no debemos olvidar que, en realidad, el grupo no ha surgido por afinidades ni empatía, sino al azar.
Esto significa que puede que haya sinergias entre ellos o que no las haya. Si no es así, no debemos forzar a que las haya. Muchos niños y niñas sienten una gran presión, por parte de las familias, para que se lleve bien con sus amigos de clase. Parece que si no encaja es raro. Pero realmente, si hacemos una reflexión ¿Cuántos amigos de los que tenemos actualmente eran amigos de clase?
En el caso de que no encajen porque tengan intereses o afinidades distintas no debemos forzarles a crear relaciones falsas sino que debemos tratar de seguir las siguientes pautas:
- Trabajar mucho el aspecto emocional: hacerles ver todo lo positivo que tienen y que no pasa nada si no encajan con ese grupo puesto que podrán encontrar otro. Hay que darles herramientas para no sentirse rechazado sino que sean ellos los que realmente valoren que esa relación no les compensa y centren sus energías en otros aspectos.
- Enseñarles pautas para lograr una relación social cordial y educada: es importante ayudarles a que sean capaces de tener una relación social educada y cordial sin desarrollar emociones negativas hacia los otros. Aunque no encajen como amigos van a tener que convivir durante muchas horas y muchos años. Por ello, es mejor que lo hagan con cierta cordialidad que no viviendo constantes conflictos y situaciones duras emocionalmente.
- Proporcionarle nuevos entornos de relación social: es interesante que puedan tener la oportunidad de conocer nuevos amigos. Para ello, suele ser sugerente que realicen actividades extraescolares, deportivas, campamentos, etc.. en otros grupos y entornos. De este modo, podrán conocer gente nueva y con mayor probabilidad de sinergia positiva por tener afinidades comunes.
En definitiva, no hay que crear un problema si no hay afinidad con el grupo de clase y, por supuesto, no luchar contracorriente. Simplemente, es darles pautas emocionales para saber aceptar la situación y luchar por desarrollar amistades sanas y estables en otros entornos.
El modo en el que las familias asumamos la situación será fundamental para que los niños y niñas lo superen y no les genere mayor frustración.