En tiempos donde los youtubers, streamers, e influencers dominan gran parte de la escena mundial, el gaming también ha logrado un gran protagonismo, en especial en la juventud. ¿Cómo podemos involucrarnos en este tema cuando se trata de nuestra propia familia?
Si hay algo que en la última década se ha disparado a gran escala es el uso de los juegos en línea. El boom de las redes sociales terminó por impulsar esta clase de juegos, que cada vez están siendo más rentable para la idustria del entretenimiento.
Y aunque en esencia estos siguen siendo videojuegos, los juegos en línea ofrecen otros componentes lo suficientemente relevantes como para complejizar la eterna discusión del sí o no del gaming.
¿Qué diferencia un juego en línea de un videojuego?
Comencemos por aclarar: ¿Qué es un juego en línea? Es un tipo de juegos que permite a los usuarios jugar con otros en sus respectivos dispositivos de forma simultánea. Dependiendo de la calidad de conexión que cada uno disponga, la experiencia para cada jugador será más o menos fluida. Por lo general, este tipo de juegos ofrece un sistema de chat de texto integrado (que puede o no incluir micrófono).
En el caso de que no lo tenga, se suele utilizar actualmente la aplicación Discord, que funciona como una red social para gamers y que habilita salas de chats, entre otras características.
Los tipos de juegos en línea son tan variados como sus usuarios: es posible jugar desde juegos de azar y deporte hasta acción o aventura. Algunos son más bien de competencia y otros proponen un juego cooperativo de dos o más jugadores.
Efectos de los juegos en línea
Ya con una idea más clara de lo que un juego en línea es y no es, ¿Qué efectos traen consigo?
Por empezar, y aunque parezca obvio, los juegos en línea son necesariamente sociales. A diferencia del videojuego convencional, que tiene la posibilidad de ser jugado en soledad y sin que nadie lo sepa, el juego online implica necesariamente a otra persona involucrada.
Esto no es un factor a desestimar. Muchos niños o jóvenes con dificultades para desenvolverse en los clásicos ambientes sociales (el hogar, la escuela o un club), encuentran en esas interacciones virtuales con otros jugadores un espacio de mayor comodidad y fraternidad. Además, a veces pueden ayudar a satisfacer sus ganas de jugar videojuegos con amigos, aunque sean para luego hacer otro tipo de actividades recreativas.
Por otro lado, existen también casos donde el exceso de este tipo de prácticas ha generado fuertes dificultades para siquiera intentar socializar en el cara a cara con otros niños o pares.
Otro potencial problema del juego online no tiene que ver con el quién. Es muy común que compañeros de escuela jueguen online entre sí, y no hay nada de malo en ello. ¿Pero qué pasa cuando se juega con un “nuevo” amigo que ni siquiera conocemos su rostro o su voz?
En estos casos, solo podemos especular acerca del tipo de persona con la que estamos interactuando, lo cual implica un riesgo que puede ser muy alto para nuestros niños, pues si esto ya es complejo para un adulto desarrollado, ¿Cuán difícil será para un hijo que se está autodescubriendo? Por lo que como padres, debemos estar muy al tanto de las interacciones que desarrollan nuestros niños durante estas conexiones en línea y explicarles de forma clara los riesgos que se pueden presentar. En este caso establecer unos horarios y acotar el juego solo a amigos que conozcamos en la «vida real», será de gran utilidad para no exponerlos de más en estos entornos digitales.
¿Beneficiosos o perjudiciales?
En la actualidad es sumamente difícil llegar a una conclusión acerca de si los juegos online son totalmente beneficiosos o perjudiciales para la vida de un adolescente o de un niño. Lo que sí sabemos es que han llegado para quedarse por mucho tiempo, por lo que el reto será llegar a un sano equilibrio. Lo más inteligente que podemos hacer, es aprender convivir con esta realidad.
Pero para ello, debemos involucrarnos más en las sesiones que tienen nuestros hijos, conocer sus interacciones y por qué no, ser uno de sus «amigos en línea», así podremos tener más elementos de juicios para prohibirlo, si así lo consideramos, o potenciarlo a partir de aquellos beneficios que hayamos evidenciado. Solo así podemos intentar identificar o ensayar límites sanos de consumo para un hogar más sano.