¿Te intriga descubrir cómo somos capaces de imaginar cualquier cosa? ¿Cuál es el secreto para dar forma a aquello que todavía el mundo no conoce? Acompáñanos a conocer más de su definición y proceso.
La imagen es entendida por la ciencia como una representación mental interna de objetos, personas o situaciones
El dicho “la imaginación no conoce límites” atraviesa nuestra historia y cultura desde tiempos inmemoriales. Gracias a la capacidad de imaginar, la humanidad ha realizado descubrimientos y avanzado hacia delante en su desarrollo.
La invención de la rueda, la máquina de coser, la televisión, el smartphone o más recientemente el auto eléctrico son solo algunos ejemplos producto de la “semilla” imaginativa.
Cómo funciona la imaginación
¿Alguna vez te preguntaste cómo es que es posible imaginar algo que todavía no existe? Quizá podemos responder esa pregunta empezando por definir el elemento disparador a la imaginación, que es la imagen.
Aunque puede tener diversos conceptos, la imagen es entendida por la ciencia como una representación mental interna de objetos, personas o situaciones. Es muy importante destacar que esta puede ser experimentada exclusivamente por nosotros mismos.
En ese sentido, y por más que por momentos podamos pensar o suponer que compartimos una misma imagen con otras personas, siempre es una experiencia única e intransferible.
También vale la pena aclarar que no es lo mismo imaginar que percibir. La percepción tiene relación directa con todos los sentidos del cuerpo, como los que nos permiten oler, tocar, sentir frío/calor, por lo que la percepción siempre es actual. La imagen, por el contrario, puede ser de un tiempo pasado, presente o futuro y no necesita de estos factores externos para producirse.
Los dos hemisferios del cerebro
Si bien las imágenes pueden clasificarse de numerosas formas, una de las más destacables tiene que ver con nuestros dos hemisferios del cerebro.
Por si no lo sabías ya, el hemisferio izquierdo tiende a traducir la actividad mental de forma ordenada, analítica, específica, y de forma verbal. Se apoya mucho en secuencias numéricas, y es el que nos permite desarrollar y compartir un lenguaje común con los demás. Por lo tanto, las imágenes que se almacenan aquí son más bien esquemáticas, incluyendo letras, palabras o cualquier símbolo.
En segundo lugar, tenemos al hemisferio derecho. Este es curiosamente más “alimentado” en la cultura oriental, ya que canaliza la información sensitiva, de manera desordenada y circular. No capta aspectos específicos, sino más bien totalidades o ideas globales. De esta manera, al no seguir un método definido o “condicionado”, las imágenes codificadas en este hemisferio son por así decirlo más “puras” o “crudas”. Las visualizamos internamente como quien ve una película en el cine, solo que en este caso “reproducimos” absolutamente todos nuestros sentidos.
El poder de imaginar
Volvemos a la pregunta inicial: ¿Cómo podemos imaginar algo que todavía no existe? Bueno, esto no es exactamente así. Lo cierto es que lo que nos permite pensar en algo novedoso parte de imágenes ya preexistentes. Por ejemplo, el smartphone no hubiera existido sin antes haber desarrollado la computación.
Asociamos continuamente imágenes en nuestro día a día, solo que no siempre lo hacemos de forma consciente. De hecho, al no respetar una temporalidad, una imagen de nuestra infancia puede combinarse e influenciarse con una del presente para dar origen a una imagen totalmente diferente.
Es por esto que las grandes invenciones a lo largo de la historia no solo se dan gracias al “talento natural” y actitud, sino también por el nivel de curiosidad estimulado por sus responsables.