Las personas que han dejado huella en la humanidad consiguieron que los que vivían a su alrededor se sintiesen felices. Supieron que la felicidad estaba más en dar que en recibir, y sobre todo supieron identificar y poner nombre a sus emociones para canalizarlas correctamente.
Debemos ayudar a nuestros hijos a canalizar sus emociones
Esto va de amor. Y no podemos olvidar que el amor va ligado a la libertad. Quien no es libre no puede amar. Tenemos muchas formas de esclavitud que nos pueden impedir amar como el egoísmo, la ira, el dinero, etc…
A partir de los 13, 14 años podemos ayudar a nuestros hijos e hijas a pensar sobre la soberbia, egoísmo, envidia y también sobre la generosidad, el amor y la humildad. Es importante ayudarles a identificar todas estas emociones para que puedan controlarlas.
Es evidente que esto se adquiere entrenando. Lo que debemos hacer es darles la oportunidad para que lo hagan.
Los deportistas repiten una vez y otra los ejercicios sin cansarse. Los artistas hacen lo mismo. Esto les permite superar sus defectos. No siempre sale bien, pero ellos siguen con constancia. Es la manera de mejorar la generosidad hacia los demás.
Practicar la generosidad
Una actividad práctica que les podemos proponer a nuestros hijos es que piensen y escriban en qué momentos les cuesta pensar en lo que podemos necesitar nosotros, sus padres, sus hermanos y sus amigos.
Y junto a esa situación, en cada uno de los casos, un detalle de generosidad que puedan tener para cada una de las situaciones que han pensado. Son situaciones que les ayudaran a practicar la generosidad. Y podemos darle una pequeña vuelta de tuerca, animándoles a que piensen de qué modo esas cosas les hacen estar más felices.
Las emociones, como el miedo, la ira, la repulsa, etc. son respuestas automáticas a las distintas sensaciones que percibe el ser humano. Que afloren al cerebro es algo que no se puede controlar.
Sin embargo, si se pueden controlar las manifestaciones y consecuencias que esa emoción tendrá sobre uno mismo. Son la inteligencia y la voluntad, bien entrenadas, las que pueden controlar las diferentes maneras de la emoción. Por ejemplo, cuando notamos que algo nos molesta de otra persona podemos reaccionar con ira o con amabilidad.
El comportamiento irracional, primario, y sin control sobre sí mismo es el que no consigue reflexionar y decidir qué es lo más adecuado ante esa emoción. En cambio, el comportamiento humano racional te permitirá ser una persona sosegada, reflexiva, que sabe dominar y dueña de sus actos y su vida.
Para acostumbrarse a no sentirse herido por cualquier negación se deberá practicar antes las emociones que llevan a enfadarse, a avergonzarse o ponerse triste, venciéndolas en pequeñas luchas.
Es un ejercicio de la voluntad, que debe evitar, cuando empiezan, las primeras manifestaciones negativas de la emoción, ante una molestia hacer el esfuerzo por sonreír y perdonar.
Ante la negativa a poder hacer un plan que quería, tratar de comprender las razones y porque eso puede ser bueno para él en vez de hundirse en la tristeza y el sentimiento de incomprensión.
Todo ello le ayudará a ser cada vez más dueño de sí mismo, mejor piloto de su propia nave. Dirigirla hacia donde él quiera, no hacia donde sus impulsos irracionales le lleven.