Cada vez es mas habitual encontrar niños con baja tolerancia a la frustración. Niños con muy poca capacidad de adaptación al fracaso o la derrota y con pocas estrategias para afrontar los errores. Esto provoca reacciones desmesuradas y con consecuencias realmente notorias sobre las relaciones familiares y, en muchas ocasiones, sociales.
¿Cada vez que tu hijo pierde o le sale algo mal se enfada de manera desmesurada y sin autocontrol?
De igual modo, también es común encontrar adultos en estas mismas circunstancias. Adultos que han sido este mismo tipo de niños con baja tolerancia a la frustración. ¿Por qué sucede esto? ¿Qué deben hacer los padres para lograr que sus hijos aprendan a perder, a fallar o a fracasar?
La mayoría de las ocasiones esto surge por amor. Es tanto el amor que los padres tienen por sus hijos que les cuesta mucho verlos sufrir. Y para que no sufran hacen todo lo posible por facilitarles las cosas y ponerles un camino agradable en su vida.
Esta muestra de amor es muy bonito y realmente importante para ellos porque es lo que les va a hacer sentirse fuertes y felices, pero hay muchos modos de demostrar el amor y dejándoles errar también es un modo de enseñarles todo lo que se les quiere.
El niño va a aprender a perder perdiendo, igual que a fallar, fallando. No se puede aprender a perder ganando siempre, pero no se trata sólo de dejarles fallar o perder sino de saber acompañarlos en el proceso.
Para ello, es conveniente seguir los siguientes pasos:
1.Ponerle en situación de éxito para que se sienta capaz
Cuando un niño gana o logra hacer algo bien se siente feliz por haberlo conseguido, capaz, seguro y motivado. Por lo que el éxito es muy importante para la estabilidad y seguridad emocional. Pero la vida no es todo éxito ni siempre se gana.
2. Provocar situaciones de fracaso controladas
El juego es uno de los recursos mas fáciles y eficaces para ello. No es extraño ver a padres dejándose ganar para que el niño sea feliz. Inicialmente, es positivo porque motiva al niño hacia el juego, pero hay que hacerles llevar a la realidad y la realidad es que pueden perder.
Por ello, es interesante que pierdan para trabajar los siguientes aspectos:
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Dejarles experimentar los sentimientos que surgen cuando se pierde:
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Cuando una persona pierde puede sentir rabia, decepción, tristeza, desilusión, etc. Son muchos los sentimientos y muy personales. Es bueno ayudarles a que los expresen, pero siempre acompañándolos ante las conductas de enfado. Cuando un niño pierde, es muy común que se enfade y pueda comportarse de modo inadecuado.
En ese caso, la emoción está pudiendo sobre la razón y actúan sin pensar. Hay que enseñarles, inicialmente, a relajarse y controlarse y una vez que se han relajado comenzar a hablar con ellos para que puedan expresar lo que sienten y ayudarles a gestionar la situación.
No es positivo hablar con ellos y hacerles entrar en razón cuando están muy enfadados porque en ese caso están totalmente bloqueados y lo único que se consigue es que se enfaden más. Por eso, es más eficaz centrase en relajarles y calmarles.
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Ver las consecuencias de ello
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Una vez que se han relajado y calmado es muy importante hacerles ver que todas las personas pierden alguna vez y que es algo común que les va a pasar con frecuencia pero que no deben desmotivarse por ello.
Además, como consecuencia de que el pueda haber fallado está el que otra persona gane. Es bueno hacerles ver que hay que alegrarse por los demás y no sólo buscar el éxito o bienestar personal e individual.
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Aprender de la pérdida
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Es fundamental transmitirles el mensaje de que perder o fallar no es negativo, sino que sirve para aprender. Saber cuáles son los errores y puntos débiles para mejorarlos y seguir creciendo como personas. Ellos no van a saber hacerlo solos. Son los padres quienes deben ayudarles a hacerse conscientes y buscar estrategias para mejorar.
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Reconstruirse ante la pérdida
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Cuando una persona pierde o comente un error debe salir fortalecido de ello y para eso lo que se necesita es motivación y fuerza para seguir luchando.
Este es el papel fundamental de los padres, invitar, motiva y ayudar a los hijos a que lo vuelvan a intentar y que no se rindan. Darles la seguridad de que no están solos y que si vuelven a fallar es simplemente porque están aprendiendo y lo están intentando. Y en el intento está la opción de ganar y de perder y la pérdida es una posibilidad más.
Cuantas más situaciones controladas podamos proporcionar a los niños de pérdida o posible fallo más van a aprender y menos frustración desarrollarán ante ello. Esto facilita prepararles el camino para situaciones que surjan en las que no se pueda controlar pero que estén ya acostumbrados y, por lo tanto, puedan gestionar de manera más exitosa.
Siempre hay que tener presente que el éxito ayuda a considerarse capaz pero el fracaso te hace fuerte y te enseña a no dejar de luchar.