¿Crees que tu hijo tiene un carácter fuerte? ¿No entiendes por qué son tan diferentes los temperamentos entre hermanos? Ese es el terreno de la personalidad, un tópico muy complejo y que forma parte de toda nuestra vida. Te ofrecemos algunas definiciones al respecto, así como pistas de cómo se forma, para entender mejor la personalidad de tus hijos.
Si hay algo que nos genera curiosidad e intriga como seres humanos es el deseo de saber o entender mejor por qué pensamos, actuamos o somos de determinada forma. ¿Lo que hacemos viene “de fábrica”, o se moldea a lo largo del tiempo? ¿Por qué repetimos ciertas conductas a lo largo de nuestra vida pero podemos cambiar otras?
Numerosas ramas psicológicas y antropológicas se han propuesto investigar al respecto del origen y desarrollo de lo que entendemos como nuestra personalidad. Y aunque es un tema amplio y que siempre se encuentra en vías de descubrimientos, lo cierto es que podemos encontrar algunas definiciones interesantes y con las cuales podemos relacionarnos.
El rol de la personalidad
Empecemos por lo básico: el término “personalidad” alude a “persona”, palabra que utilizaban los griegos para referirse a la “máscara”, puntualmente para representar las emblemáticas tragedias griegas. Cada máscara ocupaba un rol y por lo tanto un cierto conjunto de reglas y conductas.
Aunque no nos encontremos dentro de una obra de teatro, es real que nuestra personalidad se ve profundamente atravesada por estas palabras. Actuamos o evitamos actuar de determinada manera; Reaccionamos al mundo que nos rodea de cierta manera y lo repetimos a lo largo del tiempo. En otras palabras, ocupamos un espacio en este mundo a través de nuestro ser, pero con un cierto rol.
Podemos entender a la personalidad simplemente como un conjunto de cualidades y características que van a desarrollar y delimitar la forma de ser de un individuo.
¿Cómo se forjan el carácter y el temperamento?
Ya con una idea más o menos clara de lo que entendemos por personalidad, nos topamos con algunas preguntas que muchas veces nos desconciertan con nuestros hijos: ¿Por qué tiene un carácter fuerte? ¿Lo heredó de alguno de sus sus progenitores? ¿Cómo podemos influir para modificar o “editar” su temperamento?
Aquí es donde la personalidad puede dividirse en dos grandes pilares: el carácter y el temperamento.
Según la RAE, el carácter es “el conjunto de cualidades psíquicas y afectivas que condicionan la conducta de cada individuo o de un pueblo”. Básicamente es el resultado de lo que experimentamos a lo largo de nuestra vida a través de valores, sentimientos o conductas. Captamos experiencias de nuestro alrededor y “devolvemos” el resultado de toda esa mezcla en forma de carácter.
Por ejemplo, el carácter de una persona en sus primeros años se verá moldeado por sus experiencias familiares. Eventualmente, la cultura y la sociedad en la que viva continua y complejiza aún más el desarrollo del carácter. Esto quiere decir que es un rasgo flexible de nuestra personalidad y que, mediante esfuerzos, podemos modificar si lo deseamos.
El temperamento, por otro lado, es una historia muy diferente. Se encuentra directamente relacionado a nuestra condición biológica y cuesta muchísimo modificarlo, ya que todos contamos con una predisposición que es lo que vuelve a cada persona “única”.
Tiene que ver con un “clima” interno que traemos de base y que se relaciona con la intensidad de nuestro estado de ánimo general, la velocidad en que contestamos una pregunta, una mayor o menor curiosidad por lo que nos rodea, etc.
Suele producirse una confusión entre el temperamento y el carácter. Muchas veces concluimos en que “somos así y no podemos cambiar”. Lo cierto es que hay aspectos que posiblemente nunca se cambien, pero estos son al mismo tiempo los que nos definen y hacen sentir auténticos. Nuestro deber como padres es respetar la individualidad de nuestros hijos con empatía y aceptación para favorecer un vínculo sano que los haga sentirse protegidos y amados por encima todas las cosas.
El que sean nuestros hijos o hijas, no significa que deben parecerse a nosotros en todo, pues experimentan el mundo de un modo único y diferente, que nos puede aportar como padres y como personas para seguir creciendo juntos en familia.