El smartphone, la tablet o las videoconsolas parecen ser los objetos más preciados de los hijos, por lo que parece que castigar sin móvil es tentador para los padres ante malos comportamientos o bajas calificaciones, pero ¿realmente funciona?
En la actualidad parece que los smartphones son una extensión de la mano de los niños y adolescentes. Se relacionan con sus iguales a través de él, juegan, lo usan para preguntar cosas de la escuela…
Abogar por una autorregulación
Cuando se prohíbe el uso de un dispositivo a los adolescentes, lo que se consigue es que sientan rencor y también que quieran utilizarlo con más ganas que si se les permite tenerlo de manera regulada. Además, cuando se les castiga, pero no se les da la oportunidad de entender por qué, ni tampoco de buscar soluciones a lo que ha sucedido, no aprenderán a manejar su comportamiento y volverán de nuevo a ocurrir el mal comportamiento o las bajas calificaciones.
Castigar a un hijo sin móvil no es la mejor solución ante un mal comportamiento
Cuando se educa, las prohibiciones o los castigos no son buenos aliados. En la crianza se necesita asertividad, seguridad, confianza en uno mismo, autorrespeto y, sobre todo, inteligencia emocional. De esta manera, los hijos e hijas entenderán que cuando les retiramos la tecnología es una consecuencia a su comportamiento, pero no un castigo autoritario sin motivo.
Poner límites en el uso del móvil
Los progenitores son los que guían a sus hijos e hijas en su vida digital. Sin normas ni límites, los jóvenes no sabrán autorregularse correctamente y podrían hacer un uso inadecuado del móvil.
Las normas que los progenitores deben poner deben ser claras desde el principio. Pueden ponerlas conjunto con sus hijos e hijas para que también se sientan partícipes y, además, haya confianza para que no se sientan vigilados, pero sí acompañados.
Las apps de control parental son habituales para normalizar el aprovechamiento adecuado del móvil. Es fundamental que los jóvenes sepan que esa app la tienen instalada en su móvil, pero que los progenitores solo entrarán en caso de que sea necesario. Aunque es cierto que no tienen por qué hacerlo si la utilización del dispositivo es la correcta.
El tiempo de uso también es importante gestionarlo para que sepan la franja horaria de la que disponen para conectarse.
En el caso de que haya un incumplimiento de las normas, es esencial hablarlo con ellos, mantener una conversación y avisarles de que existen las consecuencias que se deben cumplir. Cuando se habla con los hijos e hijas también es clave escucharles y evitar frases del tipo: “no haces otra cosa más que jugar”.
El adulto es el máximo responsable y si se incumplen las normas, debe mantener la calma. Con frases del tipo: “No te voy a quitar el móvil, pero si incumples las normas, las consecuencias se aplicarán”.
Eliminar la palabra castigo del vocabulario en la crianza
En este sentido, antes de nada hay que eliminar la palabra castigo de la crianza y se debe comenzar a hablar de consecuencias. El infante o adolescente debe saber de antemano que retirar la tecnología es una consecuencia por un mal comportamiento. Por ejemplo: contestar mal o no realizar sus tareas en el hogar, o por bajar las calificaciones por no haberse esforzado lo suficiente en sus tareas académicas.
Cuando se cambia el castigo por consecuencias, les estamos dando el control de su conducta y serán ellos quienes decidan si tendrán el móvil o no. Aunque sea una medida aplicada por los padres, sabrán de antemano qué se espera de ellos, por lo que sentirán seguridad porque sus padres hacen lo mejor para ellos y también control, porque sabrán qué ocurrirá si no llevan a cabo sus responsabilidades.
En definitiva, no se trata de castigar sin móvil, sino que entiendan que existen normas y consecuencias.