Alimentación sostenible, la solución más poderosa para la salud

La forma de comer puede combatir varias epidemias

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La alimentación sostenible es la medida más potente para detener la degradación del planeta y mejorar la salud humana. El covid-19 recuerda al mundo una tarea pendiente: considerar el impacto que tiene al medio ambiente cada acción humana. Tenemos que conseguir entre todos mantener vivas las especies, con equilibrio y en condiciones de bienestar.

Se podrían evitar más de 11 millones de muertes anuales en el mundo relacionas con la desnutrición, la obesidad y el calentamiento global.

La crisis sanitaria derivada de esta pandemia se vincula con la alimentación en varios aspectos:

  • El confinamiento modifica el tipo de consumo.
  • Baja la producción de alimentos frescos.
  • La distribución de comida está limitada.
  • Se restringe la entrada y salida de materias primas entre países.

Mucha población pasará hambre debido al golpe económico sufrido. La pandemia ha puesto a juicio público la manera de producir y consumir los alimentos.

  • Los monocultivos con uso excesivo de agrotóxicos y la ganadería intensiva están relacionadas con la zoonosis, es decir, las enfermedades transmitidas de animales a seres humanos como el VIH, Ébola y ahora el COVID-19, entre otras.
  • El consumo masivo de ultra-procesados con aditivos químicos provoca procesos inflamatorios celulares que terminan por agotar el sistema inmune en casos de obesidad y diabetes aumentando el riesgo de enfermar y morir.

La obesidad, la desnutrición y el cambio climático han sido reconocidos como una sindemia global, definida como el encuentro de varias epidemias relacionadas entre sí donde la alimentación es el factor común en este caso.

Los efectos relacionados con la alimentación inadecuada son muy complejos debido a su naturaleza. Surgen limitaciones al tratar de resolver estas problemáticas sólo desde una visión médica, económica, educativa o ecológica. Ahora es urgente una visión sistémica para encontrar el máximo impacto positivo al mínimo costo posible.

La pandemia por coronavirus vulnera la salud humana y mueve los sistemas alimentarios, pero después del daño a la economía también se espera el incremento de personas con hambre y pobreza en casi todo el mundo.

Analistas internacionales con base en los impactos a corto plazo de COVID-19 enfatizan la necesidad de reducir gases de efecto invernadero y promover cambios plausibles a medio plazo en los hábitos y comportamientos de humanos e instituciones.

Es urgente el diseño de sistemas de suministros entrelazados y sistemas de nutrición adaptativos que resuelvan:

  • Las carencias alimentarias y la prevención de las enfermedades crónicas no transmisibles.
  • Las demandas económicas del mercado sin deteriorar el equilibrio de la naturaleza. La alimentación sostenible es un asunto de seguridad mundial.

Se entiende por alimentación sostenible el proceso integral de atender las necesidades nutricionales de las generaciones actuales sin comprometer la comida y las aspiraciones de quienes están por nacer.

Los objetivos perseguidos por la alimentación sostenible son:

  • Lograr el cambio de dieta.
  • Disminuir a la mitad el desperdicio de la comida.
  • Aumentar el recambio de nitrógeno.
  • Maximizar la reutilización del fósforo.
  • Aumentar el uso de aguas dulces.

En pocas palabras, hacer uso de los recursos disponibles localmente de manera eficiente y flexible, lo que se conoce como sistemas alimentarios resilientes útiles para romper esquemas establecidos y adaptar la dieta a la realidad donde se come.

El grupo de expertos alimentarios a nivel internacional llamado Eat Lancet sugiere la siguiente distribución dietética para contener esta sindemia:

  • Disminuir a la mitad el consumo de carnes rojas y tubérculos harinosos.
  • Moderar el consumo de lácteos y aves.
  • Aumentar al doble la ingestión de verduras, pescado, frutas, granos integrales y semillas oleaginosas.

La disminución de las calorías provenientes de sistemas ganaderos intensivos de especies grandes como las reses impactaría positivamente al liberar suelos con vocación agrícola, además de bajar la emisión de gas metano, 23 veces más tóxico que el bióxido de carbono.

Esto garantizaría una menor huella hídrica ya que actualmente se requieren 15 mil litros de agua para producir solo un kilogramo de carne. Sin embargo, la producción de vegetales y semillas está por debajo de 100 litros por kilogramo y la del maíz y del pescado por debajo de 500 litros.

Según la FAO, “El 70% de la huella hídrica se vincula la producción alimentaria, pero también el ultraprocesamiento de las materias primas gasta innecesariamente el agua del planeta y emite gases nocivos durante la fabricación de empaques por el uso indiscriminado de aditivos químicos y el combustible para transporte de largas distancias desde las plantas industriales hacia los mercados locales”.

Poner más productos nacidos de la tierra y el agua en cada plato con mínimo nivel de procesamiento con la menor distancia recorrida en su distribución, contribuye a mantener calidad nutricional en un ambiente planetario donde la biodiversidad ofrezca mayores posibilidades de combatir las enfermedades y las desigualdades económicas.

Esta es probablemente de las últimas llamadas históricas a establecer la economía global en un camino hacia la red cero emisiones, o -tal como aseveran los estudios científicos- la humanidad estará condenada a encerrarse en un sistema fósil del cual será casi imposible escapar.

Julieta Ponce-Sánchez

Nutrióloga COA Nutrición / México

Actualmente es Directora del departamento de intervención en alimentación y nutrición del Centro de Orientación Alimentaria (COA Nutrición), donde establece los principios e ideas rectoras de la organización, así como programas de intervención en diferentes comunidades y grupos vulnerables.