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Cómo prevenir accidentes en el hogar

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Hay una edad en la que los niños parecen estar en continuo peligro. ¿Qué podemos hacer desde casa para prevenir posibles accidentes? ¿Debemos retirar todo lo que esté a su alcance?

Aunque hay que está en alerta, es importante no transmitirles miedo

Cuando un niño comienza a gatear o caminar inicia una exploración del mundo que le puede llevar a descubrir también situaciones algo peligrosas.

En esta edad predominan la curiosidad, el atrevimiento y la falta de miedo, por lo que los accidentes más comunes en estos momentos suelen estar ocasionados por el interés y las ganas que tienen los niños de descubrir el mundo y, a su vez, la falta de conocimiento de las consecuencias que pueden tener o los riesgos que pueden conllevar.

Otros tipos de accidentes también suelen estar producidos por la falta de control del propio cuerpo y del dominio de ciertas destrezas motrices.

Algunos ejemplos de esto pueden ser caídas de distintas alturas, cortes al utilizar utensilios que no llegan a dominar del todo (tijeras, cuchillos), quemaduras, choques entre ellos a la hora de jugar, arañazos o golpes producidos durante el juego por una falta de control de la propia fuerza, caídas en bici o en motos pequeñas…

¿Cómo podemos evitar estos accidentes?

Aquellos accidentes provocados por un desconocimiento por parte de los niños de las posibles consecuencias los podremos evitar informándoles de las mismas y haciéndoles conscientes de ellas.

A pesar de ello, en muchas ocasiones, por mucho que les digamos lo que les puede suceder, por ejemplo, si se suben en el columpio sin atarse, no acaban de entenderlo hasta que no lo experimentan directamente.

Lo intentan una y otra vez hasta que la propia consecuencia o el golpe les frena. Este es un claro ejemplo en el que se puede ver cómo por mucho que sepan las consecuencias, la curiosidad y el interés les puede. Sin embargo, no por ello debemos dejar de intentarlo y saber que, conforme vayan descubriendo cosas y madurando, ese interés será más controlado y los riesgos serán menores.

Muchas veces, nos preocupamos excesivamente por protegerles cuando en realidad si las consecuencias no son muy graves, el que sufran de manera suave estos accidentes tampoco es tan negativo para ellos puesto que suele ser el mejor modo de aprender lo que no deben hacer y, en cierta forma, es su primer paso para hacerse fuertes.

Teniendo en cuenta todo esto y de modo paralelo, otra forma de evitarlos puede ser tratando de adaptar su entorno a la edad de los niños, por ejemplo, no dejándoles utilizar tijeras o cuchillos sin nuestra presencia, enseñándoles que nos pidan permiso para hacer aquellas cosas que pueden tener ciertos peligros o ayudándoles o sirviéndoles de compañía para realizarlos.

En definitiva, esta es una edad en la que tienen más autonomía, pero todavía necesitan mucho de nuestra presencia.

No les transmitas miedos

Por otro lado, es importante enseñar a los niños a ser prudentes, pero teniendo cuidado con no transmitirles excesivos miedos y no haciéndoles ser inseguros e indecisos.

Muchas veces, los padres, al saber las consecuencias que tiene la acción que los niños quieren realizar, tememos el modo en que el niño pueda sufrir estas consecuencias y les transmitimos esos temores haciendo que el niño no dé el paso de intentarlo.

Si analizamos nuestro día a día podremos ver que estamos evitando constantemente estas consecuencias con frases hechas como: ten cuidado, no te subas ahí, te vas a hacer daño, no toques eso…

Avisar de las consecuencias y recordárselas no es malo, esto les puede ayudar a pensar lo que van a hacer, a tener cuidado al hacerlo y, en consecuencia, a ser más prudentes en sus acciones.

En cualquier caso, estos avisos tienen que ir acompañados de la oportunidad para que lo intenten y de los ánimos para que lo hagan ya que, si no lo experimentan, será cuando les pueda el miedo.

Cuando un niño comete una imprudencia y se pone en peligro de salir accidentado, es muy difícil que nos controlemos ante esa situación, sobre todo si las consecuencias podían haber sido muy graves.

El miedo que tenemos en ese momento hace que perdamos la razón de cómo teníamos que habernos comportado. Tampoco es malo que ellos nos vean asustados, preocupados y enfadados porque, en cierta forma, esto también es una consecuencia de su acción.

Si a ellos les pasa algo no solamente serán ellos los que sufren las consecuencias, nosotros, como les queremos, sufriremos también por ello, por lo que deben saberlo y ser conscientes de su responsabilidad.

El que sea difícil controlarnos no significa que no tengamos que intentar hacerlo para no tener una reacción de enfado o susto desmesurada porque es entonces cuando podemos transmitir los miedos anteriormente comentados.

Por todo esto, lo más positivo puede ser intentar que estas situaciones no se produzcan haciendo un trabajo previo de desarrollo de su prudencia.