Es fácil caer en la tentación de comer productos insanos cuando llevamos tiempo en casa aburridos y sin poder salir. Pero es importante disminuir el consumo de alimentos ultraprocesados para controlar padecimientos crónicos y degenerativos relacionados con la manera de comer en el mundo. No te pierdas este artículo.
La publicidad de productos ultraprocesados en los hogares ha contaminado también el paisaje alimentario dentro de las casas
En este caso el objetivo es incrementar la ganancia de quienes los fabrican. Desde lavar, desinfectar y cortar ingredientes frescos hasta triturar y agregar sustancias químicas; son acciones de procesamiento, pero es el grado de manipulación de la materia prima original donde se detecta el riesgo para la salud.
Tal como refieren los estudios del Carlos Monteiro y Geoffry Canon, el nivel de procesamiento puede clasificarse en tres niveles al considerar el grado de transformación.
El tipo 1
Son aquellos alimentos frescos, perecederos y, por ende, de consumo rápido.
El tipo 2
Incluye a los alimentos modificados en su consistencia para luego ser convertidos en ingredientes a través del uso de sustancias químicas con el fin de ser utilizados en la preparación de productos comestibles y platillos.
El tipo 3
Son los ultra-procesados porque utilizan ingredientes del tipo 2 combinados con una mínima o nula parte de materia prima del tipo 1 pero adicionados con sustancias químicas a fin de lograr productos de larga vida de anaquel con sabores y texturas estandarizados.
Los productos industrializados con más aditivos y menos sustancias naturales se conocen como ultraprocesados, los cuales conllevan riesgos para la salud humana con efectos contaminantes al ambiente y, además, favorecen la desigualdad al privilegiar monopolios comerciales. Estudios globales reconocen el incremento en el Indice de Masa Corporal de las personas y la venta de ultraprocesados donde Estados Unidos y Canadá ocupan los primeros lugares seguidos de Alemania y México con el mayor desplazamiento de estos productos.
La Organización Panamericana de la Salud reportó a México como el país con mayor venta de ultraprocesados de América Latina donde el incremento en la comercialización de dichos productos significó el 80% en tal sólo 13 años, entre el 2000 y el 2013, dentro del territorio mexicano. Paradójicamente México está reconocido a su vez como uno de los ocho refugios irremplazables de cultivos originarios comestibles para la humanidad tales como el maíz, el frijol, la chía y el amaranto, entre otras especies vegetales, pero ahora han sido desplazados por industrializados.
El sobrepeso y la obesidad aumentaron en México donde ya se alcanzó una de las máximas prevalencias a nivel internacional del 75% de la población adulta así como casi el 40% de escolares en zonas urbanas, esto de acuerdo a la más reciente Encuesta Nacional de Salud y Nutrición del país. La diabetes diagnosticada ataca a 1 de cada 10 personas mexicanas y se reportó a su vez incremento en la hipertensión, colesterol y triglicéridos, todo lo anterior en medio de la inseguridad alimentaria en más de la mitad de los hogares.
El consumo de sustancias químicas utilizadas como aditivos en productos ultra-procesados tales como azúcares añadidos -en particular el Jarabe de Maíz de Alta Fructosa- sodio y grasas trans, tienen una relación directa con anormalidades metabólicas cuyos procesos degenerativos en el hígado son causa de la resistencia a la insulina, es decir, una incapacidad de las células de reconocer de manera natural a esta hormona para utilizar la glucosa como fuente de energía celular.
Dichas anormalidades generan un “envejecimiento” en la sangre donde varios órganos se ven comprometidos, además del hígado, las células del páncreas, el corazón y el funcionamiento renal; y como se sabe la diabetes sin control es la primera causa de discapacidad física y visceral por ceguera, amputaciones y por insuficiencia renal crónica.
La penetración publicitaria de productos ultraprocesados en los hogares ha contaminado también el paisaje alimentario dentro de las casas, en los caminos y espacios públicos. Esta promoción visual invasora hasta de los lugares íntimos de la persona genera patrones de consumo porque las imágenes llegan antes que las palabras, los comerciales de comida riesgosa ocupan los vacíos incluso emocionales en la mente de las personas cuyas necesidades insatisfechas buscan ser compensadas.
Cubrir las necesidades alimentarias de la población de manera digna e inocua, es la base para la construcción de políticas públicas orientadas a la máxima protección de las personas con el mínimo costo humano y ambiental, esto puede evitar al menos 11.6 millones de muertes prevenibles en el mundo de acuerdo a científicos expertos internacionales.
Utilizar nuevas guías alimentarias de acuerdo con el nivel de procesamiento alimentario en lugar de contar calorías, es una estrategia emergente para contrarrestar el daño humano. La propuesta es agrupar a los alimentos en tres: los indispensables, los alternativos y los peligrosos para la salud.
- Los indispensables en cada comida consideran alimentos de consumo crudo y los que necesitan sólo cocción para ser consumidos como verduras, semillas, frutas, cereales, tubérculos, pescado, huevo, leche, entre otras carnes.
- En los alternativos para algunas comidas del día están los alimentos de fermentación simple como el pan, el jocoque, los yogures, los quesos y otras preparaciones caseras.
- En los innecesarios o potencialmente riesgosos están todos los demás fabricados con azúcares, sodio y grasas trans añadidas como embutidos, bebidas azucaradas, cereales de caja y botanas, todos ellos ultraprocesados.
El planeta y la humanidad se encuentran en la frontera de la vida, urge recuperar el paisaje alimentario saludable al poner visibles en todo momento los alimentos indispensables para iniciar el camino de retorno gracias al buen comer.