Probablemente, hemos escuchado sobre la tolerancia a la frustración más de una vez. Aunque el concepto logra autoexplicarse, muchas veces no somos conscientes de las implicancias que posee tanto la tolerancia a la frustración como la falta de la misma. Esto no solo aplica a la niñez, sino al desarrollo de toda persona, en cualquier etapa de su vida.
¿Qué es la tolerancia a la frustración?
Por empezar, la frustración es un estado emocional resultante de la falta de satisfacción de deseos, anhelos, objetivos o necesidades. Tolerar la frustración tiene que ver con poder afrontar esas instancias de insatisfacción a lo largo de nuestras vidas.
Tolerar las pequeñas frustraciones diarias resulta una herramienta fundamental para poder afrontar la vida
Por ende, la intolerancia a la frustración implica falta de regulación emocional o incapacidad para controlarlas frente al no cumplimiento de nuestros deseos.
Si bien esta intolerancia al fracaso puede estar relacionada con trastornos conductuales o de neurodesarrollo, en la mayoría de los casos tiene que ver con una manifestación propia de determinadas edades. Pero así todo, la prolongación de esta manera de abordar la frustración puede desembocar en manejos situacionales y emocionales perjudiciales para la persona.
La importancia de la empatía
Cuando los niños son pequeños, la empatía no es moneda corriente. Suelen creer, obviamente sin ningún tipo de mala intención o intencionalidad consciente, que el mundo gira alrededor de ellos y que la inmediatez es la única manera. Por esto es que se frustran rápidamente ante situaciones que no satisfacen sus necesidades en el acto, muchas veces sin comprender impedimentos reales, perjuicios para con otros o cualquier tipo de porqués.
Las problemáticas surgen cuando el tiempo pasa y el control emocional no termina de regularse del todo. Esto puede derivar en berrinches explosivos, irritabilidad, reacciones desmedidas, situaciones que ponen en peligro la vida propia o ajena, extrema angustia, falta de disfrute, en niños exigentes, impulsivos, impacientes, ansiosos e inflexibles. Aún más difícil, este panorama puede continuar a lo largo de la vida, conformando adultos que no logran perseverar o esperar, agresivos y con expectativas inalcanzables.
Poder tolerar los grandes fracasos o las pequeñas frustraciones diarias resulta una herramienta fundamental para poder afrontar la vida en todas sus etapas. No todo será como queremos que sea, como lo anhelamos, como lo planeamos. Eso no quiere decir que no sintamos lógica frustración o que no haya que soñar o ponernos objetivos. Quiere decir que poseemos los recursos para lidiar con las insatisfacciones sin que resulte destructivo para nosotros o para otros.
Ahora, esto lo sabemos. Pero, conociéndolo y todo, como padres y madres, muchas veces resulta muy difícil poner “límites” a nuestros hijos y colaborar a la formación de esta tolerancia frente a los “no” de la vida. No se trata de decir que no a todo. Pero entonces, ¿De qué se trata?
La tolerancia a la frustración
Amamos a nuestros hijos y no nos gusta verlos angustiados. Pero la realidad es que si no atraviesan la frustración por los “no” que les damos como padres, la angustia vendrá luego, inevitablemente, en forma de una emocionalidad afectada por toda frustración que se les presente.
La angustia que pueden atravesar frente a un “no” hoy es menor que la que atravesaran luego si nunca se les dice que “no”. Hoy nos tienen a nosotros para acompañarlos y contenerlos, pero el día de mañana enfrentarán solos muchas de esas frustraciones venideras.
- Ser consistentes es la clave. Si nuestros “no” se tornan en “si” frente a los berrinches y manipulaciones, nuestros hijos aprenderán que pueden burlar los límites y que la frustración puede ser evitada siempre.
- Poder ayudar a los niños a entender de dónde vienen sus frustraciones, a ponerlas en palabras, a diferenciar entre deseos y necesidades y a comprender la demora de ciertas cosas, ayuda a lidiar con la falta de tolerancia, y hacerlo juntos.
- Cuando haya pasado el momento de tensión, proveamos nuevas alternativas de resolución o ayudémoslos a aprender de lo ocurrido. Hablemos con ellos, pensemos y trabajemos en equipo.
- Intervengamos inteligentemente en los momentos de descontrol emocional
- Aprendamos a ser un medidor emocional para nuestros niños, poniendo los límites necesarios sin dejar de hacerles saber que siempre estamos ahí para ellos. Ayudemos a relajar si lo necesitan, acompañemos la angustia, no desesperemos frente al enojo.
- Nuestros niños nos observan e imitan continuamente. Como nosotros manejamos las dificultades diarias importa y mucho, seamos ejemplo.
- No resolvamos por ellos problemas que ellos mismos pueden resolver. No solucionemos todo nosotros, más bien enseñémosle a perseverar y a esforzarse por lo que quieren conseguir.
Si observas una dificultad muy grande frente a la frustración por parte de tus hijos o resulta muy difícil enseñarles al respecto, no dudes en consultar a un profesional. La tolerancia a frustrarse es un recurso por el cual vale la pena luchar.