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¿Por qué no debemos gritar a nuestros hijos e hijas?

Te contamos algunos consejos para reconducir la ira y evitar los gritos

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Es posible que alguna vez hayas escuchado la importancia que tiene educar sin gritos o sin perder los nervios… Pero con el día a día te resulta imposible seguir esa pauta. En realidad, para dejar de gritar es muy importante ser conscientes de que hay que hacer un trabajo interno de estabilidad emocional.

Lo peor de todo es que los gritos están cada vez más normalizados, algo que hace que los padres piensen que son necesarios

Desgraciadamente, son muchos los padres que debido a sus altas responsabilidades y el gran nivel de ansiedad y estrés que padecen diariamente, acaban gritando a sus hijos. Los niños nunca merecen una educación basada en los gritos, ya que se trata de una agresión verbal. Y las agresiones, ya sean físicas o psicológicas, siempre dejarán una huella dolorosa.

Los gritos no sirven para educar

Lo peor de todo es que los gritos están cada vez más normalizados. Esto puede hacernos creer que son necesarios. La realidad es que cuando se abusa del grito, se vuelve inútil. En la infancia, dejan de escuchar lo que se dice cuando se grita porque se bloquean emocionalmente. Y, aún sabiendo esto, se sigue utilizando mucho en la crianza.

Los gritos no sirven para educar, solo sirven para dañar el equilibrio emocional y socavar su autoestima haciendo que, en un futuro no muy lejano, los infantes que sufren gritos diarios en sus hogares acaben padeciendo depresión, ansiedad o problemas de conducta.

El grito únicamente debería utilizarse en momentos de peligro inminente para que el niño, al escuchar la advertencia de sus padres en forma de grito, automáticamente pare de hacer lo que está haciendo para ponerse a salvo.

En cambio, cuando se utilizan para intentar poner orden en el hogar o para infundir respeto, no se consigue nada de esto. Los gritos solo aumentarán la tensión de la situación y, en lugar de que los hijos mantengan respeto positivo hacia la familia, solo sentirán temor hacia ellos y tendrán resentimiento a causa de esa agresividad sufrida por parte de las personas que más quieren en el mundo.

La realidad es que cuando gritamos a los hijos ante una situación conflictiva, solo se está demostrando la incapacidad interna de poder solucionar ese momento crítico que se está viviendo. Esto hará que se sientan, de manera inconsciente, una gran inseguridad puesto que se dan cuenta de que no estás teniendo el control de la situación.

Cómo dejar de gritar en la crianza de los hijos

Si bien es cierto que son muchos los padres que gritan y piensan que nunca podrán dejar de hacerlo, la realidad es que sí se puede. Incluso aunque hayas crecido entre gritos en una época en la que se pensaba que el miedo y los gritos eran necesarios para mantener una disciplina, ahora no es así en absoluto.

Ningún tipo de agresividad debe estar permitida para la educación de los niños. Es más, la crianza es fundamental que se haga desde el amor, el respeto y con disciplina positiva, donde los pequeños sientan respetados y comprendidos en todo momento. Solo de esta manera podrán crecer en un ambiente que favorezca un buen desarrollo en todos los aspectos y, en este sentido, los gritos están totalmente fuera de lugar.

Desahogo vs. educación

La realidad es que el grito se utiliza solo para que los padres se desahoguen en un momento de mucha tensión interna a causa de su falta de control ante la situación que están experimentando.

Es por eso que hay que tomar conciencia de que hay otras muchas maneras más efectivas y positivas de poder educar a nuestros hijos donde las emociones de todos sean las protagonistas. Si gritas a tus hijos se asustarán y ninguno podrá mantener una buena gestión emocional de lo que está sucediendo y sobre lo que está sintiendo.

Para que tu crianza con tus hijos sea más armoniosa y todos podáis vivir con un buen equilibrio emocional sigue estos consejos para dejar de gritar. Podrás sentir que mantienes el control mientras respetas y amas a tus hijos, y ellos sentirán que realmente les estás dando un refugio seguro donde poder crecer y desarrollarse felices.

Y, por supuesto, cuando dejes de gritar, también te dejarás de sentir mal por ello. Porque cuando gritas, es más que probable que después te arrepientas y te sientas mal por cómo has gestionado esa situación. Toma nota de lo que te vamos a explicar a continuación.

Reconoce la ira que estás sintiendo y recondúcela

Cuando se grita se hace porque se siente una ira que no se controla y, por eso, sale toda esa agresión verbal. Es importante aprender a notar cuándo va a salir y controlarla. En lugar de descargar toda nuestra ira y frustración hacia nuestros hijos (ellos no lo merecen), es necesario ser conscientes de ese momento donde todo estalla y reconducirlo.

Puede ser saliendo de la estancia en la que nos encontramos y respirando hondo contando hasta 20, o mirando a los ojos de nuestros hijos y poder entender que lo único que necesita es que seamos su refugio seguro… y no la tormenta.

Adquiere el compromiso de no gritar

Si realmente quieres dejar de gritar y que tus hijos crezcan en un ambiente de respeto mutuo, entonces, debes tomar conciencia de que hacerlo no es lo correcto. Tienes que hablar a tus hijos como te gustaría que te hablasen a ti, siempre desde el respeto. Si les has gritado a tus hijos, es fundamental que les pidas perdón por hacerlo y comprometerte ante ellos que vas a reducirlo hasta dejar de hacerlo por completo.

Diles que cada vez lo harás mejor y que lo quieres conseguir para tener más paciencia con ellos porque se merecen tu respeto y todo tu amor incondicional. Cuando tus hijos vean que eres responsable de tus acciones y que, además, estás esforzándote por mejorar, entonces, estarán aprendiendo una gran lección de vida: cada uno somos responsables de nuestras acciones y podemos poner de nuestra parte para mejorar las cosas con nosotros mismos y con los demás.

Gestiona tus emociones

Es importante que, como progenitores, y para poder después enseñarselo a nuestros hijos, aprendamos a gestionar, entender y controlar nuestras propias emociones. Si tú no lo haces, no pretendas que tus hijos lo aprendan por arte de magia. Si es necesario porque por ti mismo/a no lo consigues, busca ayuda de un profesional que te guíe en este proceso.

Los niños son niños y tú eres su mejor ejemplo

Los niños son niños y se comportan como tales. No intentes que se comporten como pequeños adultos porque no está en su naturaleza. Si son felices, saltarán, correrán, reirán alto y se moverán mucho ¡y eso es maravilloso! Así que trabaja tu paciencia y permite que se diviertan siempre respetando unos límites de conciencia y saber estar.

Recuerda que tú eres su mayor ejemplo y, si quieres que no griten, tú eres el primero que no debe hacerlo. Además, es fundamental que tus hijos se sientan queridos y amados en todo momento y, para ello, deberás escucharles y darles tu amor incondicional en cualquier momento, incluso en momentos de máxima tensión. El respeto y la empatía no podrán faltar nunca en tu crianza.