Dentro de los posibles valores que una persona puede aprender y apropiar, los referentes al valor propio definitivamente se colocan en un sólido top 3 de los más importantes para el desarrollo de una vida sana y saludable.
Las dinámicas de relación con nosotros mismos se transmiten
Sí, probablemente una obviedad. Pero la realidad es que la mayoría de nosotros (por no decir todos) hemos experimentado alguna vez o seguimos experimentando momentos de inseguridad o por lo menos de decisión que nos confrontan con el nivel de valor que nos damos a nosotros mismos.
Esto reside en los “lugares” que asociamos con nuestro valor personal, como lo que poseemos, lo que sabemos, lo que obtenemos, lo que dicen de nosotros.
La importancia del valor propio
Para muchos es una lucha de por vida. Para todos en el fondo, aunque sea alguna vez, lo fue o es. El problema es que, como muchas o todas las cosas, estas dinámicas de relación con nosotros mismos se transmiten.
El valor que nos damos a nosotros mismos, cómo nos vemos, puede definir muchas decisiones, caminos y hasta emociones que podemos sentir y tomar durante nuestra vida. De alguna forma, constituye nuestra cosmovisión, los lentes con los que vemos al mundo y a nosotros mismos.
El valor propio no reside en los logros: autovalorarnos por lo que tenemos, ganamos, alcanzamos, ni tampoco en nuestros títulos o posesiones. Si celebramos solo los éxitos de nuestros hijos y les brindamos palabras de apoyo o elogio únicamente cuando logran objetivos u obtienen buenas notas o menciones especiales, les estaremos enseñando lentamente que nuestro elogio está destinado solo a metas logradas.
Autoestima y validación
Nuestros elogios y palabras de afirmación para con nuestros hijos no deberían depender de lo que hace o dejar de hacer, sino de quien es, de expresarles amor en el día a día, sin razones externas. Una expresión de amor condicionada es capaz de conducir a nuestros hijos a construcciones mentales nocivas en cuanto a una autoestima que se construye sobre la meritocracia, que busca aprobación para recibir afecto y que puede volverse complaciente en sus relaciones.
La opinión ajena constituye otro factor de conflicto en cuanto al valor propio. Poder transmitirles a nuestros hijos seguridad sobre sus propias convicciones y pensamientos, y libertad a la hora de expresarse, colaborará en que puedan despegarse de las incidencias de las opiniones de otros.
Esto no equivale a ser inflexibles o intolerantes con las miradas de otros. Si no mantenemos un sano equilibrio interno al recibir opiniones adversas sobre nuestra persona. Es habitual que una opinión fuerte de otros nos desestabilice, pero una cosa es que nos impacte y otra es que nos angustie o nos conduzca a un cambio de comportamiento no elegido.
Trabajar el valor propio
El daño a la autoestima es un daño que puede ocurrir rápidamente, pero que tarda muchísimo en repararse, trabajo personal de por medio y todo. Es por eso que, además de tener en cuenta los puntos anteriores, la transmisión más directa del valor personal viene de la valoración que nosotros nos damos a nosotros mismos: no nos cansamos de decirlo, ante todo el ejemplo.
Si nosotros nos tratamos a nosotros mismos con comprensión, paciencia y amabilidad, nuestros niños aprenderán a hacerlo también. Otra vez, esto no es sinónimo de flojera, falta de disciplina o ambición, sino balance interno. No podemos pretender relaciones sanas con otros o con cualquier asunto en esta vida si la relación con nosotros mismos no es saludable. Tampoco podemos pretender que nuestros hijos tengan una relación sana consigo mismos si nosotros no lo practicamos primero.
La importancia del descanso, de reírse de uno mismo, de desterrar la autoexigencia, tienen que ver con una mirada interna balanceada. A su vez, como tratemos a nuestros hijos, también trazará un camino hacia cómo ellos se tratan a sí mismos. Todo esto, sumado a un amor incondicional, al reconocimiento del ser sobre el hacer, y a la escucha y valoración de las opiniones y convicciones de nuestros hijos, les transmite valores relacionados con el sano valor propio. Cuidemos la autoestima de nuestros hijos e hijas, tesoro fácil de romper y difícil de reconstruir.