“Microafecto” no es un concepto que escuchemos tan a menudo. Y no, no es de autoría propia. Pero, como existe la microviolencia también existe el microafecto: véase, pequeños actos afectuosos y recurrentes que afectan positivamente una relación.
Si bien sabemos que no hay nada “micro” ni sobre la violencia ni sobre el afecto, el término no intenta ser un calificativo o cualitativo, sino una referencia a gestos y hechos grandilocuentes, pero que tienen un profundo efecto en el día a día de un vínculo, y por ende en el vínculo en sí.
El microafecto también involucra “pequeños” hechos que hacen bien
Esta idea para nada destrona a los grandes gestos o sorpresas sorprendentes, sino que presenta la idea de qué pequeñas formas de afecto diarias son necesarias para basar nuestras relaciones sobre interacciones sanas y afectuosas. Los grandes gestos son, en todo caso, levantados y por este mover cotidiano…
Porque, pensémoslo bien: Si no es así, y si nuestra relación carece de afecto diario… ¿De qué valen esos grandes y esporádicos gestos? Estos resultan aún más significativos siempre que no sean la base de la demostración de afecto.
¿Qué podemos considerar como actos de microafecto?
Una vez más, como la microviolencia involucra actos que parecen “pequeños” pero no dejan de ser agresivos, como decirle al otro que vestir, descalificar “inocentemente”, revisar las pertenencias ajenas, entre otros; el microafecto también involucra “pequeños” hechos que hacen bien.
Estos hechos dependen mucho de lo que la persona considera como afectuoso, muchas veces. Pero en líneas generales, tienen que ver con ser más considerado con el otro, preguntar como está el otro y que no solo entre por la puerta, dar las gracias por lo que el otro hace o hizo, proponer un plan diferente para el día, acercarle un pequeño regalo, elogiar espontáneamente, hacer preguntas de interés, no esperar ocasiones especiales para gestos especiales, entre otras ideas.
Este concepto es aplicable a cualquier tipo de relación, pero es lógico que tenga más “efecto” sobre las relaciones con las que convivimos a diario, como con los hijos o la pareja.
Formas de ser afectuosos
Si bien existen mil formas de ser afectuosos (sin gastar un peso), se trata más que nada de detenernos durante el día y plantearnos la pregunta. Parar un par de veces y elegir la respuesta más amorosa. Dejar de hacer algo para ir a preguntarle al otro como esta. Al final del día, es justamente eso lo que revoluciona lo diario: una parada de parte del otro para ver como estoy, un calificativo amoroso que no sabía que venía, una idea para salir de la rutina, un abrazo.
Quizás, si ya construís relaciones que contienen este condimento diario, esto te resulte irrelevante. Quizás es algo que ya sabes y conoces, pero que no tenía un nombre. O sí. O quizás no lo veas necesario para vos mismo/a.
Pero la realidad es que muchas relaciones, de pareja o parentales, se vuelven tan cotidianas y naturales que no nos paramos a dar afecto, sino que seguimos con el ritmo diario hasta el próximo día de la madre o cumpleaños. Esto para nada viene de recriminación, al contrario: nos pasa a todos o a la mayoría de nosotros por lo menos.
O quizás podemos encontrar la forma de mejorar en este departamento, aunque ya pongamos en práctica. O, tal vez, aunque para nosotros no signifique tanto, quizás sí puede resultar relevante para los que nos rodean.
Detenerse hoy a observar y pensar en cómo puedo ser más afectuoso en las pequeñas cosas resulta un diferencial. Y aunque parezcan actos chiquitos, aunque la palabra “micro” esté involucrada, el efecto que producen estos actos en los vínculos está muy lejos de ser pequeño.