Claves para educar con cariño y firmeza

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El arte de educar supone saber combinar acertadamente el cariño y la firmeza. La firmeza sin cariño degenera en autoritarismo y sobreexigencia, y desencadena fácilmente en el niño sentimientos de miedo o rigidez. Por contra, el cariño sin firmeza se convierte en el permisivismo del “todo vale”, privando al niño de referencias seguras. Te lo contamos.

Necesitamos padres valerosos, verdaderamente comprometidos en la formación del carácter y el corazón de sus hijos

Si en el primera caso, el niño corre el riesgo de volverse rígido o temeroso, en el segundo crecerá inseguro y caprichoso, sin recursos ante las dificultades y, en consecuencia, ante los problemas se deprimirá, optará por salidas superficiales o violentas, o huirá de la realidad y se refugiará en el mudo virtual.

Es necesario saber combinar cariño con firmeza para ayudar a nuestros hijos a crecer seguros y felices.

La ley del péndulo

La ley del péndulo ha regido también en el campo educativo: de una educación marcadamente autoritaria, estamos pasando a otra demasiado permisiva, en ocasiones, con la falsa idea de que cualquier frustración causa traumas irreparables.

Si esta teoría prende en padres que temen que sus hijos dejen de quererles si les ponen límites, no resulta difícil imaginar las consecuencias a las que puede conducir. Es bueno que recordemos las advertencias que Javier Urra, psicólogo clínico y pedagogo terapeuta nos hace en su libro “El pequeño dictador: cuando los padres son las víctimas”:

“El niño en muchos hogares se ha convertido en el dominador de la casa, se ve lo que él quiere en la televisión, se entra y se sale a la calle si así a él le interesa, se come a gusto de sus apetencias.

Cualquier cambio que implique su pérdida de poder, su dominio, conlleva tensiones en la vida familiar, el niño se vive como difícil, se deprime o se vuelve agresivo.

Las pataletas, los llantos, sabe que le sirven para conseguir su objetivo. Son niños caprichosos, consentidos, sin normas, sin límites, que imponen sus deseos ante unos padres que no saben decir no.

Hacen rabiar a sus padres, molestan a quien tienen a su alrededor, quieren ser constantemente el centro de atención, que se les oiga solo a ellos. Son niños desobedientes, desafiantes. No toleran los fracasos, no aceptan la frustración.

Echan la culpa a los demás de las consecuencias de sus actos. La dureza emocional crece, la tiranía se aprende, si no se le pone límites. Hay niños de 7 años y menos que dan puntapiés a las madres y éstas dicen ‘no se hace’ mientras sonríen: o que estrellan en el suelo el bocadillo que le han preparado y posteriormente le compran un bollo”.

Urra aconseja que, desde el principio, acostumbremos a los niños a no darles todo lo que piden. Deben valorar las cosas, aprender a esperar, a soñar, a esforzarse por conseguir lo que desean, y a no frustrarse cuando no lo pueden obtener.

De no hacerlo, empiezan por no darle valor a las cosas y terminan por no darle valor a las personas. Es muy positivo hacerles saber que hay otros niños que no tienen juguetes, que no tienen nada, que compartir proporciona felicidad.

El niño ha de ser rico, pero más que por las cosas que tiene, por el número de sonrisas que recibe y por el tiempo de calidad que disfruta con sus familiares.

Íntegros y humanos

Formar hijos íntegros y humanos no es tarea fácil pues hoy existe una gran presión social y familiar para educarlos en un mundo de consumismos, complacencias, mediocridades y flojera.

Por ello, necesitamos padres valerosos, verdaderamente comprometidos en la formación del carácter y el corazón de sus hijos.

Educar exige:

  • Constancia.
  • Entrega.
  • Disgustos.
  • Sonrisas compartidas.
  • Coherencia.
  • Ejemplicidad.

Educar no admite desánimo ni vacaciones. Es un programa de vida enmarcado en un clima de alegría, responsabilidad, comprensión, apoyo y exigencia.

Sin embargo, en nuestros días, pareciera que lo fundamental es complacer en todo a los hijos, para evitar enfrentarlos y contradecirlos, sin caer en la cuenta que esa actitud puede causarles confusión y ser el origen de conductas egoístas, impulsivas y agresivas. Estamos enfermos de consumismo, permisividad e hiperhedonismo.

El uso justo de la autoridad

Si bien los padres no deben ser autoritarios, no pueden renunciar a ejercer su autoridad. La palabra autoridad viene del latín, auctoritas, que significa hacer crecer, ayudar a ser más y mejor.

Las palabras auge y aupar, son primas hermanas de autoridad.

La verdadera autoridad:

Los niños deben aprender desde pequeños que lo que realmente vale cuesta, y que lo que conseguimos con nuestro esfuerzo tiene más valor y provoca más satisfacción que lo que se nos da gratuitamente.

La diferencia entre las personas que dejan huella  a su paso por la vida y las que no, es que las primeras quisieron algo intensamente y lo buscaron con verdadera determinación sin importar lo que costara o lo difícil que pareciera conseguirlo.

Héroes, santos, artistas, deportistas y  científicos son buen ejemplo de ello. Las propias dificultades los agigantaron y convirtieron en fortalezas sus fracasos y debilidades.

No pidieron compasión, sólo nuevas oportunidades. No se amilanaron ante los problemas ni trataron de culpar a otros de sus fracasos, sino que se levantaron de las cenizas de las derrotas con nuevo coraje e hicieron de ellas la raíz de sus triunfos. Los que perseveran, triunfan.

Antonio Pérez

Escritor y educador

Licenciado en letras por la Universidad Católica de Caracas