Aunque el enojo tiene un poco de mala prensa, constituye una emoción básica y necesaria para cualquier persona, incluso para los niños. Cómo acompañar el enojo de los niños para ayudarlos a alcanzar un sano manejo emocional.
Si bien se trata de una emoción básica, tendemos a mirar al enojo con ojos menos comprensivos
Sabemos ya, como padres, madres y personas, la importancia del respeto por las emociones propias y ajenas. Es más: no solo respeto, sino la importancia de expresar nuestra emocionalidad abierta y saludablemente. Habiendo dicho esto ¿Qué pasa con el enojo?
Si bien se trata de una emoción básica, presente en cualquier ser humano, tendemos a mirar al enojo con ojos menos comprensivos.
Solemos ser más receptivos ante la alegría, la tristeza, el desagrado o el miedo de los demás. Celebramos, consolamos, adaptamos o cuidamos con más facilidad. Pero cuando hablamos de enojo, es difícil que no se hable también de algún tipo de confrontación, reto, puesta de límites o simplemente de no saber cómo acompañar el enojo, en este caso, infantil.
¿Qué hacer cuando los niños se enojan?¿Existe el ‘enojo saludable’?
Regular las emociones es una habilidad que se desarrolla paulatinamente a lo largo de la niñez. Como cualquier destreza, nuestros hijos necesitan aprenderla y practicarla, con nuestra ayuda.
Si entendemos las consecuencias de reprimir nuestras emociones, entendemos que estás también aplican para los sentimientos de enojo y para los pequeños.
Malestar, problemas de autoestima, insensibilidad, ansiedad y somatizaciones físicas son solo algunas de las repercusiones que puede tener la represión emocional. Por otro lado, si entendemos los beneficios del control emocional, podemos inferir que el enojo también necesita su lugar, para ser expresado libremente.
Toda emoción puede ser peligrosa si se lleva a un plano desmedido. Pero los niños tienen tanto derecho como los adultos a sentir rabia o enojo. Y, acompañar ese enojo sabiamente, colabora al desarrollo de sus inteligencia emocional.
Creemos que existen formas de enojarnos, saludablemente. La pregunta es ¿Cómo? Las situaciones de enojo suelen venir aparejadas de discusión, gritos, llanto, y hasta enojo de nuestra parte también.
¿Cómo hacemos para conducir mejor esa situación?
Por lo general juzgamos el enojo de los niños desde nuestra perspectiva adulta. Creemos que los causantes de esa rabia no son importantes o necesarios. A nuestros ojos, no vale la pena tal enojo.
Pero validar lo que le ocurre, lo que siente, y lo que le molesta es parte necesaria del proceso. Esas razones pueden significar todo para ellos en ese preciso momento. Desvalorizar las causas equivale a invalidar la emoción que despiertan. Escuchemos y respetemos, aunque opinemos que “no debería enojarse por esto”.
Puede ocurrir que cuando llegamos a la escena, lleguemos cansados nosotros también. O es probable que nos pase en algún momento, durante la expresión de rabia de nuestros hijos. Pero, aunque suene obvio, enseñar con el ejemplo es nuestra herramienta más poderosa. Hablar con calma, claridad y firmeza, no con más enojo, culpa, críticas ni amenazas.
Nuestra mejor reacción es el propio autocontrol
Para que el enojo no se salga de control y vaya en detrimento de nuestros hijos, poner límites saludables puede ayudar a enmarcar la emoción y darle un sentido al proceso. Revisar reglas claramente y con calma puede ser suficiente: «sé que estás enojado, pero nada de gritos ni de insultos, por favor», podría ser todo lo que nuestros hijos necesitan para recuperar la compostura.
Si la compostura no se recupera, es aún más inminente averiguar cual es el problema, para poder saber cómo ayudar. Pedirles a los niños que nos expliquen con sus palabras que ha ocurrido, tanto durante el enojo como luego, con más calma, es crucial para ayudarlos a verbalizar lo ocurrido. Y los límites, siempre cerca: que ellos puedan saber qué es lo que ocurrirá si no se calman.
Establecer expectativas claras sobre lo que es aceptable en el hogar
Nuestros hijos comprenderán el mensaje si hacemos afirmaciones simples acerca de lo que no está permitido. Por ejemplo: «no está permitido gritar en esta casa, contame con tus palabras qué te está molestando». Lo ideal es tener estas discusiones antes del arranque de enojo, para que los niños conozcan las expectativas con anticipación.
Cuando nuestros hijos usan sus palabras, lo mejor que podemos hacer es escucharlos y comprender. Incluso, podemos ayudarlos a encontrar las palabras y validarlos: “eso te debe haber enojado o herido tus sentimientos”, “así que es eso lo que te hizo enojar”.
No obstante, aunque reconozcamos los sentimientos de nuestros hijos e hijas, siempre está bueno dejar claro que las emociones intensas no son excusa para un comportamiento desmedido. «Sé que estás enojado/a, pero no está bien golpear a otro». Podemos sumar a esto, ideas para reemplazar ese modus operandi.
Proponer a nuestros hijos un alejamiento del espacio puede ayudar a calmar las aguas. Salir a tomar aire, o descargar sus frustraciones en otro espacio físico, puede ser una manera de satisfacer la necesidad del niño para enojarse con libertad. Como nos hace bien a los adultos, también les hace bien a ellos y ellas.