Es habitual que los niños comiencen a introducirse en el mundo del videojuegos a edades cada vez más tempranas. Las familias, y sobre todo la sociedad y las propias empresas de ocio, son las causantes de que se adelante la edad de inicio. En el primer caso por permisibilidad y en el segundo por la cantidad de publicidad que les llega.
La exposición a la pantalla es cada vez mayor
La mayoría de las personas queremos hacer cosas o vivir sensaciones antes de la edad que nos corresponde. Tenemos toda una vida por delante, pero parece como que tenemos la necesidad de realizarlo ya.
Los padres, en algunas ocasiones, también queremos adelantar el momento en el que nuestros hijos hagan cosas sin que sea la edad adecuada. El conjunto de todo esto hace que nuestros hijos e hijas comiencen a pedir una videoconsola a una edad temprana. El celular y la tablet ya lo tienen “muy trabajado” y buscan nuevas sensaciones.
Los datos que recogen algunas de las apps de controles parentales son que:
- El 16% de niños entre 3 y 4 años tienen su propia tableta.
- El 44% entre 5 y 15 años tienen su propia tableta.
- El 32% entre 8 y 11 años tienen ya su propio móvil.
Entre otras muchas interpretaciones que podemos hacer con estos datos es que la exposición a la pantalla es cada vez mayor.
Los padres debemos conocer cuáles son sus inquietudes y acompañarles en el aprendizaje de la gestión de la tecnología como lo hacemos en el resto de aprendizajes. Y para ello, debemos tener como mínimo unos conocimientos básicos.
Hay una serie de juegos que de forma habitual se comienza a jugar con ellos antes de la edad que corresponde. Muchos expertos y organismos determinan la edad recomendada para los videojuegos, y nos alertan de sus contenidos de violencia, terror, sexo o lenguaje ofensivo.
No censura contenidos, pero informa de si son o no apropiados para todos los usuarios. Suele aparecer en una etiqueta en la esquina de las carátulas de los videojuegos, indicando la edad recomendada.
Normalmente en los videojuegos se indican los contenidos sensibles: violencia, sexo, drogas, lenguaje soez, apuestas, terror, contenidos discriminatorios y juego online. Conocer este criterio nos beneficia a los usuarios porque sabemos qué tipo de producto estamos comprando, las tiendas nos pueden orientar mejor a los compradores y las compañías ofrecen una información más trasparente sobre su producto.
Otra herramienta que nos va ayudar a tener criterio es conocer el “gameplay” del juego. Es un vídeo en el que se puede ver el juego mientras se juega. Sirve mucho para que los jugadores se hagan una idea de cómo es el videojuego antes de comprarlo.
Las familias debemos llegar más allá
Lo más habitual es que nuestros hijos pidan, pero es nuestra responsabilidad ofrecerles razonamientos y respuestas sobre por qué es necesario respetar una serie de criterios para hacer uso de unos juegos u otros.
Los razonamientos de nuestros hijos son muy buenos y conmovedores. “Todos mis amigos juegan; sino juego me quedo fuera del grupo; qué tiene de malo si no se ven escenas de violencia; es un juego recomendable para mayores de 12 años y yo en 4 meses ya los cumplo, ¿voy a tener más fuerza de voluntad que la que tengo ahora?”
Nos dejan sin palabras y cedemos. Y en otras ocasiones nos aferramos a los criterios y no cedemos. Pero ¿qué está mejor? Mejor es lo que de una forma consensuada los padres han establecido y explicado a su hijo. Adquiriendo ambas partes, por supuesto, el compromiso de cumplirlo.
En el fondo el mayor problema es la exposición al juego que hace que cada vez se quiera jugar más tiempo y no haya un control del mismo. Para ello hemos de establecer unos criterios. Son generales, pero es importante valorarlos en función las circunstancias y las edades que tiene cada uno:
- Qué días de la semana se puede jugar.
- Establecer un tiempo de juego y no un número de partidas.
- Tener la videoconsola en un espacio común.
- Analizar y conocer los juegos previamente antes de comprarlos.
- Fomentar partidas familiares.
- Dar oportunidad de que se converse sobre la trama del juego. Ayudará a los padres a comprender mejor el mundo en el que vive su hijo y a este a ser el guía de la familia haciéndole sentir útil.