¿Alguna vez te preguntaste cómo nuestro cerebro decide qué recordar y qué no? ¿O por qué otros tienen “mejor memoria” que otros? Te animamos a conocer el fascinante proceso de nuestra memoria.
Podemos visualizar nuestra memoria como una computadora extremadamente sofisticada
El mecanismo de la memoria en el cerebro humano puede ser tan fascinante como confuso. ¿Cómo podemos olvidar tan rápido el nombre de una persona que nos acaban de introducir y recordar tan vívidamente el olor de los jazmines de la casa de la infancia hace 25 años?
La respuesta no es tan simple, pero podemos empezar por definir la memoria y sus principales características.
Así funciona la memoria
Podemos visualizar nuestra memoria como una computadora extremadamente sofisticada. Es un sistema que registra una serie de imágenes sensoriales (visuales, auditivas, táctiles, etc.) que se almacenan un tiempo prudencial. Cuanto mayor es el tiempo, mayor es nuestra comprensión y aprendizaje de esas imágenes.
La cuestión es que el almacenamiento es solo una parte del proceso ligado a la memoria. Lo cierto es que conforma una serie de 3 pasos fundamentales para hablar de una memoria que podemos recordar: Almacenar, retener y devolver información.
Almacenar pertenece a la etapa de la recepción, donde recibimos la información proveniente de los estímulos externos. La atención es otra de las funciones ejecutivas fundamentales para poder filtrar la información que nos parece más o menos relevante.
La asociación de la memoria
La siguiente etapa es de asociación. Cuantas mayores conexiones neuronales y familiares podamos realizar con esa nueva información, más fácil será retenerla. Esto explica por qué nos cuesta tanto adoptar y aprender rápidamente algo completamente nuevo para nuestro organismo.
Finalmente, queda la etapa de evocación de la información. Si el almacenamiento y la retención han sido lo suficientemente exitosas, el cerebro se encuentra en condiciones de devolver la información y continuar el ciclo.
La mayor o menor intensidad con la cual este complejo proceso se ejecute, determinará si nuestros recuerdos se registran en la memoria de corto o de largo plazo.
Esto respondería la pregunta del principio de los nombres y el olor de los jardines. Durante la infancia solemos predisponernos sensorialmente mucho más a ciertas experiencias que en la cotidianeidad de la vida adulta. Además, actualmente nos cuesta cada vez más sostener la atención, con lo cual también la información que retenemos puede resultarnos cada vez más escasa o de corta duración.
Clasificaciones de la memoria
Además de esta clasificación, la memoria puede categorizarse como episódica y semántica. La primera tiene que ver con recuerdos propios organizados en tiempo y espacio de forma secuenciada. Esto incluye anécdotas, detalles referidos a nuestra vestimenta en alguna ocasión especial, etc.
La memoria semántica, por otro lado, tiene que ver con aspectos más generales y conceptuales de lo que recordamos. Los recuerdos de este tipo no se organizan temporalmente, aunque sí son mucho más profundos y significativos. De hecho, tienen relación directa con cómo asociamos y comprendemos la información.
Por ejemplo, al pensar en la palabra “música”, podemos asociarla a conceptos como “guitarra”, “oído”, “partitura” o “estadio”. De esta forma, logramos recordar mucho más que un determinado momento. Por esta razón, la memoria semántica tiende a mostrar una mayor resistencia al olvido. Con esto en mente, podemos comprender por qué ciertos métodos de aprendizaje integrales, con modelos enfocados a lo significativo, han mostrado resultados tan exitosos en las últimas décadas.