La transición es lógica cuando hablamos de cambios de etapa. Te presentamos un especial con entregas semanales, sobre los retos que pueden enfrentar los adolescentes y sus familias, a la hora de enfrentar la inserción en el mundo de estudio superior.
Adaptación al cambio
Durante el fin de la adolescencia y el comienzo de las responsabilidades adultas, todos debemos recorrer un camino de adaptación e inserción que, más allá de personalidades y formas, jamás podríamos considerar como fácil.
Muchos factores se juegan dependiendo del tipo de estudio superior que se esté persiguiendo
Hoy existen estudios y conversaciones sobre hasta dónde llega realmente la adolescencia, si es una cuestión de edad, de maduración psicológica o física, o si se trata de incorporar nuevas obligaciones propias de la adultez.
Numerosas investigaciones han afirmado incluso que el periodo entendido como “adolescencia” se ha extendido de alguna forma, no concluyendo necesariamente a los 18 años o frente a la finalización de los estudios secundarios.
Pero, más allá de estas nuevas concepciones, la transición continúa ocurriendo en algún momento, o eso es lo “ideal”. Con lo cual, la idea es poder hablar justamente sobre esa transición.
¿Qué retos podemos esperar?
Estas adaptaciones atraviesan a cualquier nivel o pasaje de etapa escolar: desde la adaptación al jardín de infantes, el pasar a sentarnos en bancos en primer grado, hasta tener un docente por materia al llegar a la secundaria.
El estudio superior difiere mucho de los estudios de nivel secundario. El alumno terciario o universitario debe gestionar las faltas a cada una de sus materias, elige los horarios y a veces incluso docentes que les dictaran las materias.
La evaluación se da bajo un sistema de calificación diferente y en tiempos diferentes que en la escuela, el proceso de estudio y apropiación de contenidos está apoyado sobre otras premisas.
Todo esto hace que la transición sea como mínimo, chocante al principio. Muchas de las cuestiones recurrentes en la escuela secundaria están relacionadas con impulsar al alumno en el progreso y finalización de sus estudios, mientras que, en la facultad, el avance se concibe desde otro punto de vista.
Una de las experiencias más chocantes de esta transición, según los alumnos, es el cambio de un sistema de evaluación que ofrece muchas opciones y segundas oportunidades durante la secundaria, a un orden superior que solo provee una única fecha de examen, con otras limitaciones en sus posibles recuperatorios e instancias de parcial o final.
Los alumnos se sienten desconfigurados al encontrar que muchas materias de la universidad concentran sus evaluaciones en un solo tiro, sin tener chances de “levantar” la nota de ser necesario siendo los próximos pasos el pasaje al siguiente parcial o a instancias de final.
Los alumnos egresados de secundaria, que vienen de poder entregar trabajos, rendir a lo largo del año escolar, y de negociar formas de recuperaciones con sus docentes, encuentran esta nueva forma bastante disruptiva y estresante.
Nuevas metodologías
Otra de las aristas de disrupción al llegar a los estudios superiores tiene que ver con los métodos de estudio.
Sistemas medianamente funcionales en la secundaria como el famoso “estudiar de memoria” dejan de ser así de funcionales en la universidad.
Muchos factores se juegan dependiendo del tipo de estudio superior que se esté persiguiendo y la cantidad de información memorizable de sus contenidos.
Pero, así todo, el sentido de “proceso” aplica para toda carrera, sin importar de que se trate.
Más allá de que sea más o menos posible, es totalmente desgastante y atenta contra el punto del aprendizaje propio una carrera superior: adquirir aprendizajes valiosos para el ejercicio de una futura profesión en un campo laboral.
¿Qué podemos hacer en familia?
Existen escuelas que abordan estas temáticas desde antes que la realidad impacte: sistemas preuniversitarios durante los últimos años de estudios secundarios, competencias académicas de otro nivel, contacto universitario, orientaciones en áreas específicas, foco en idiomas o incluso diferente gestión de los tiempos y responsabilidades cuasi adultas.
Sin obsesionarse, no está demás tener en cuenta estas opciones a la hora de matricular a nuestros hijos en la secundaria.
La realidad es que muchos sobreviven a la adaptación y se acostumbran al nuevo sistema, algunos los adoptan con más facilidad y hasta se sienten más a gusto con esta etapa; otros son más resistentes al cambio, pero al final se adaptan.
La brecha en esta transición existe e incluso, para algunos casos, se ha intensificado debido a diversos cambios en los sistemas educativos y políticas escolares.
Es por esto que tener esta conversación es necesario, como también lo es prevenir esa futura adaptación y acompañarla de la mejor manera posible.
Así que, de a poco y desde casa, poder trasmitir valores referentes a la responsabilidad, a la gestión de tiempos, a la tolerancia a los procesos, a la autonomía, autoestima y resolución de conflictos puede ser un punto de inflexión diferencial que, de ponerse en práctica desde la adolescencia, puede ayudar a que la inserción en el mundo de los estudios superiores resulte más fluida.