Con aún algunos protocolos ya naturalizados, comienza el ciclo lectivo 2022 de forma completamente presencial en muchas escuelas. Después de dos años de aislamiento obligatorio, clases virtuales, distancia social y burbujas en las aulas, la presencialidad pareciera ser ahora “la nueva normalidad”.
Lo que la pandemia se llevó y lo que nos dejó
Podemos decir que, en mayor o menor medida, estas prácticas que identificamos como “protocolos” ya ocupan un lugar dentro de los hábitos diarios de la mayoría de las personas.
El lavado de manos, la higiene de los objetos, el cuidado de no toser en el codo, el “puñito”… Los estudiantes, en sus diferentes edades, ha ido apropiándose de estas prácticas y ha interiorizado, de alguna manera, la idea de que cuidarse es la mejor forma de cuidar a las y los demás.
Pero aunque podemos destacar rasgos positivos de estos hábitos, sabemos que no es lo único que nos dejó (y nos sigue dejando) la pandemia, y que mucho de lo que nos queda por hacer está lejos de ser simple o agradable.
Varios de estos trabajos pendientes les tocan, sin duda, a la escuela y a la familia. Resignificar los lugares públicos como la escuela, como lugares seguros es un trabajo importante que también se construye desde dentro.
Esto incluye la seguridad no solo en las políticas de higiene y salud, sino también en aspectos emocionales y sociales.
Por eso resulta tan importante recuperar la presencialidad física y también emocional (sin perder de vista el autocuidado y el cuidado de los demás) para resignificar nuevamente a la escuela como un espacio seguro y valorar su rol contenedor en la comunidad.
No somos los mismos
Sabemos hoy más que nunca, que no somos los mismos desde aquel marzo del 2020. Esta premisa, por sencilla que parezca, resulta un desafío para las escuelas, docentes, padres, madres, hijos, hijas y alumnos.
Es preciso que la escuela recupere todo lo que sabe de la situación de cada uno de sus estudiantes, que planee cómo recibir a las familias y les informe.
Es muy importante que las familias conozcan la emocionalidad de sus hijos frente a la vuelta a la presencialidad y formen unión con el resto de la comunidad educativa, para acompañarse mutuamente en esta vuelta a la presencialidad que, sin pretenderlo, revoluciona esas emociones.
Tanto el avance como el retroceso de la virtualidad a la presencialidad, impactan emocionalmente al día de hoy, y lo seguirán haciendo.
Es por esto que no podemos minimizar el “después de clases”, donde tantas sensaciones, frustraciones, preocupaciones y deseos continúan en desarrollo.
Es así como el aspecto emocional se vuelve un factor clave a considerar de forma permanente.
La pandemia nos dejó con más de un desafío a nivel personal, emocional, económico, político y sanitario.
¿Cuáles son los grandes desafíos para la comunidad educativa?
-
Aprender distinto
Aceptar la inclusión de la modalidad a distancia y adaptarla al esquema preexistente para así promover un sistema educación en movimiento.
-
Elaborar las emociones implicadas en el “salir de casa”
Es imposible ignorar las emociones experimentadas durante el largo período de suspensión escolar entre el 2020 y el 2021. Considerarlas nos conducirá a elaborar un nueva y mejor forma de hacer escuela.
-
Potenciar la relación entre las familias y la escuela
Los vínculos entre la familia y la escuela se hicieron más estrechos durante la etapa de educación a distancias: Se enviaban comunicados diariamente, las familias escribían con consultas a la escuela y hablaban con la docente de forma directa.
Hubo incluso mayor cantidad de comunicación que durante la presencialidad. Es por esto que, mantener y fortalecer esos vínculos construidos en semejante crisis puede permitir una mejor contención social y apoyo a los aprendizajes.
Una de las cuestiones más importantes es no olvidar que la comunidad educativa no está solo formada por directivos y docentes.
La componemos y construimos todos lo que influimos y somos afectados por un entorno educativo.
Es decir, que es tarea de todos nosotros y, desde diferentes roles, contribuir a que estos desafíos dejen de ser obstáculos y se conviertan en potenciadores de la educación de nuestros hijos e hijas.