Como familia, a veces nos encontramos con el dilema de qué disciplinas fomentar y cuáles no durante la infancia de nuestros peques. Una de ellas es la filosofía para niños, ya que suele ser recordada como una de las más complejas de abarcar. Por lo tanto, suele quedar automáticamente descartada de nuestras opciones.
Los infantes utilizan el método socrático de realizar una pregunta y responder con otra
Sin embargo, ignoramos u olvidamos que el eje central y disparador de esta ciencia se basa y apoya en las preguntas. ¿Y quiénes nos acribillan a interrogantes mientras los despertamos, los arropamos o los llevamos al colegio?
Los infantes no solamente cuentan con la característica de efectuar muchas preguntas en poco tiempo, sino que cuentan con una ventaja por sobre los adultos: no titubean en hacerlas. Esto se debe a que no se ven condicionados por construcciones y filtros sociales previos que acumulamos en nuestro camino a la adultez.
Las preguntas adecuadas
Por lo tanto, muchas de sus preguntas pueden ser tan fundamentales y atinadas como crudas e incómodas para responder de inmediato. ¡Incluso muchas de estas preguntas ni siquiera nosotros conocemos una respuesta concreta!
Aun así, es cierto que los textos filosóficos de Platón, Aristóteles, Hume o Kant definitivamente no fueron pensados para un público infantil. Pero si naturalmente los infantes utilizan el método socrático de realizar una pregunta y responder con otra… ¿Cómo se puede continuar avivando esa llama?
Matthew Lipman, filósofo y educador estadounidense, se hizo esta misma pregunta en los años 80. Él observaba que sus alumnos contaban con grandes facultades para memorizar la historia de la Filosofía, pero no para filosofar. Esta inquietud lo condujo a crear y desarrollar un programa educativo llamado Philosophy for Children (filosofía para niños).
Cuentos de filosofía para niños
Así es como Lipman escribió cuentos ideados para niños de 11 y 12 años con el objetivo de realizar preguntas y hasta intentar responderlas mediante la introspección. El resultado fue positivo, ya que los grupos infantiles participantes mejoraron en todas las áreas de conocimiento. Según Lipman, esto se debía a que la filosofía plantea preguntas genéricas que funcionan como puerta de entrada a las demás disciplinas.
Si bien Philosophy for Children continúa vigente hasta el día de hoy, promovido en más de 40 países alrededor del mundo, nos cabe la eterna pregunta: ¿Cómo podemos ayudar a nuestra familia a ‘filosofar’?
Con fines prácticos y simples, el profesor de filosofía español Jordi Nomen se propuso escribir “el niño filósofo” y ayudarnos a acompañar la curiosidad infantil. Por ejemplo, si se nos hace una pregunta, podemos responder con un “¿y tú qué opinas?”.
Esto alimenta dos pensamientos muy sanos para la familia. Por un lado, la potencial conversación e interacción familiar. Por el otro, refleja la humildad parental de animarnos a decir “no sé” y desmitificar que siempre tenemos todas las respuestas.
Aun así, Nomen advierte que las mejores herramientas para que los pequeños exploten su curiosidad filosófica al máximo son los juegos, el arte y los cuentos. Sea cual sea el camino, como padres, deberíamos sostener una posición lo más neutral posible ante las reflexiones, para que así los niños puedan encontrar sus respuestas o pensamientos por sí mismos. Y siempre cuidando alimentar no solo el pensamiento crítico, sino la tolerancia ante otros pensamientos.