Como padres y madres, sufrimos fatiga, emociones drenadas o desbocadas, dolores corporales… Señales a las que no deberíamos dejar de prestarle atención. Te contamos de qué se trata el burnout parental y cómo presentarle batalla.
El burnout parental también se conoce como fatiga emocional y está asociado al cansancio extremo
Listas de pendientes interminables, falta de tiempo, ausencia de ejercicio físico y de momentos de autocuidados. Estos son solo algunos de los componentes diarios existentes en la vida de un padre o madre. Estos mismos pueden derivar en un cansancio extremo más usual de lo que creemos. Hablamos del burnout parental.
¿Qué entendemos por burnout?
Podemos definirlo como un síndrome psicológico que se da como consecuencia de una exposición sostenida en el tiempo a factores de estrés interpersonales, en este caso relacionados a la crianza. También se lo conoce como fatiga emocional y es asociado al cansancio extremo, debido a que este es uno de los principales síntomas.
Si bien se presenta la palabra “emocional”, esta fatiga tiene traducción en la vida física de la persona. Dolores musculares y de cabeza recurrentes, insomnio, trastornos gastrointestinales, así como ansiedad, sensación de frustración, desmotivación o desgano, ganas de llorar, inclinación al aislamiento, falta de disfrute por la crianza, resentimiento y angustia. Estos son solo algunos de los demás síntomas físicos y emocionales propios de este síndrome.
¿Por qué ocurre el burnout parental?
Puede darse por una combinación de factores relacionados a la parentalidad. Las tareas de crianza y del hogar se repiten diariamente sin parecer tener un fin, lo cual priva de sensaciones de satisfacción al finalizarlas. Además, está relacionado con la ruptura de la rutina que trae la crianza de niños pequeños.
La presión de cumplir con lo esperado, la falta de tiempo personal para realizar actividades de ocio o ejercicio físico, o incluso para dormir y descansar. La autoexigencia que nos imponemos a nosotros mismos en pos de ejecutar una “perfecta” parentalidad. Una vez más, solo algunos de los causantes que pueden conducir a una fatiga extrema. Pero no entremos en pánico: existen cambios sustanciales que podemos hacer para salir del burnout parental.
Prestar atención a los síntomas
En el caso de muchos de ellos, por su calidad emocional, resultan desestimados como algo a lo que brindarle nuestra atención. Una cosa es tener ganas de llorar alguna que otra vez, o sentirnos frustrados. Pero si son recurrentes, y diariamente sufrimos de esta sintomatología o sentimos que está cambiando nuestra forma de ser, no hagamos la vista gorda: consultemos rápidamente a un profesional para evitar la escalada del burnout.
Busquemos ayuda, de profesionales si lo necesitamos, pero también de amigos y familia para llevar adelante nuestra vida cotidiana en compañía y con unas manos más para ayudarnos a realizar las tareas diarias. No estamos solos.
Cuidemos cómo nos tratamos
La comparación con otros padres, la autoexigencia, la sobrepoblación de actividades, la negación del descanso; resultan formas en las que a veces nos tratamos a nosotros mismos que no aportan al autocuidado y amor propio. Parece menor, pero cuidarnos emocionalmente resulta fundamental a la hora de llevar adelante una parentalidad saludable. Tengámonos paciencia, aprendamos a priorizar y soltar lo que no es tan importante, comprendamos que podemos cometer errores.
Defendamos nuestro espacio
Procuremos no abandonar actividades que nos hacen bien, ya sea actividades recreativas, tiempo con otras personas, tiempo individual o de la índole que sea. Únicamente, necesitamos desconectar para cargar energías. Muchas disciplinas como el yoga, pilates o el mindfulness también resultan beneficiosas en este tiempo abrumador.
No abandones los buenos hábitos como comer bien, dormir o realizar ejercicio físico. Estos tres básicos que a veces tenemos en poco son lo que sostienen la vida saludable de cualquier persona. Si nuestro cuerpo necesita una buena comida, un descanso o una caminata, no dejemos de proveerlo.
Una pregunta que suele emerger en cuanto al burnout parental respecta a la exclusividad de este síndrome. Si bien los estudios demuestran que la mayoría de las personas que sufren este burnout parental son madres, esto no es excluyente. Cualquier padre comprometido con la crianza de sus hijos también puede padecerlo.
Le puede pasar a cualquiera
Es por esto que es importante estar atentos a lo que el cuerpo y la mente nos dicen, a como estamos. Las tareas parentales no son solo impredecibles muchas veces, sino que ocurren muchas situaciones que se salen de nuestra control y pronóstico. Este factor sumado a la presión diaria que nos ponen o le imponemos a nuestra parentalidad resulta en un combo explosivo.
No olvidemos que tenemos derecho a cometer errores, que no estamos solos y que preservar nuestros espacios personales no nos hace peores padres o madres. Si ya no nos sentimos “los mismos” padres y madres que éramos y esto va en detrimento de nuestras vidas emocionales y físicas, no dudemos en tomar acción.