Nos rodeamos de personas de forma natural, con ellas tenemos una relación de compañerismo o de amistad, basada siempre en la confianza. Compartimos parte de nuestro y por eso es tan importante esa lealtad hacia las personas que apreciamos y que nos han permitido entrar en su intimidad.
Vivimos en una sociedad cada vez más egocéntrica con una clara tendencia al individualismo
La lealtad consiste en hacer honor a esa confianza, guardando su intimidad. Esta lealtad no debe estar basada en el comportamiento de la otra persona, que puede cometer errores o incluso nos puede hacer sufrir, sino en la grandeza de nuestro corazón y en la capacidad de amar, aunque nos parezca, en un momento dado, que la otra persona no lo ha merecido.
La lealtad es la llave de la caja fuerte en la que guardamos nuestra amistad. Solo nosotros tenemos la capacidad de abrirla o de cerrarla. Si nuestra lealtad es débil nuestra amistad se perderá seguro.
Ayudar a nuestros hijos a que sean comprensivos les ayudará a entender las emociones, acciones o comportamientos de los demás. De esta forma, podrán ponerse en el lugar de la otra persona y sabrán empatizar.
Tener la oportunidad de practicarlo desde la infancia les ayudará a entender las diferencias de los demás y las circunstancias de otros niños. Irán comprendiendo que todos somos diferentes y cada uno tiene sus fortalezas y debilidades.
Para que puedan mirar a través de los ojos de los demás podemos preguntarles, “¿qué hubieras hecho tú en esa situación?” Le permite ayudar a entender que puede apoyar a buscar una solución ante ciertas conductas de otras personas. Aprendiendo que en algunos momentos puede aportar un consejo o echar una mano a un amigo si ello puede ayudarle.
Un ejercicio práctico que pueden realizar para que les ayudemos a ser leales es que piensen dos faltas de lealtad que cometen con más frecuencia en relación con sus amigos.
Por ejemplo, “revelar a los demás un secreto que le ha confiado un amigo”. Es una forma de que se vayan conociendo y piensen firmemente en no volver a cometer esos errores junto con las buenas consecuencias que van a salir de ellos.
Observar a nuestros hijos nos da pistas de cómo son y cómo están. Nos pueden “mostrar señales” que nos “encienden la luz” de qué les pasa en ese momento. Os animamos que en esta ocasión a que os fijéis en:
- ¿Cómo es la relación con sus amigos?, ¿Les aporta felicidad, seguridad, confianza o por el contrario parecen esclavos de esa amistad o de la imposición del grupo?
- ¿Percibes la lealtad a sus amigos?, ¿Es capaz de guardar asuntos íntimos sin contarlos a un tercer amigo?
- ¿Sabe perdonar?, ¿Divulga si está enfadado las cosas negativas que conocen de sus amigos?
- ¿Dedica tiempo a ayudar a sus amigos cuando lo necesitan?, ¿A visitarles cuando están enfermos?, ¿Les apoya en clase si se diese la circunstancia?
El valor de la lealtad a los amigos está por encima de si la relación está pasando por un mejor o peor momento, o si han cometido algún error que nos ha dolido. La amistad y la lealtad está por encima de momentos pasajeros.
La grandeza de tener amigos es un bien para uno mismo. No se trata de coleccionar “likes”, ni “followers” sino de tener amigos por los que estaríamos dispuestos a arriesgar la honra. Ensancha el corazón y lo llena de felicidad y aunque resulta algo difícil y costoso ¡Siempre merece la pena!