Cualquier momento es bueno para enseñar a nuestros hijos a ser solidarios. Un requisito indispensable para conseguirlo es educarles en la generosidad y la ayuda al otro. ¡Te lo contamos!
La solidaridad va más allá de dar, detrás está el valor de la generosidad
Cada vez existen más actividades o eventos solidarios, especialmente en fechas sensibles o cuando ocurre alguna desgracia. Los medios de comunicación se encargan de difundir constantemente estas campañas.
Estas campañas son oportunidades de acercarse a la solidaridad, pero ¿realmente aprendemos a ser solidarios de esta forma?
Con estas acciones los niños asimilan mejor el concepto de solidaridad como algo natural con lo que conviven a diario.
Sin embargo, a pesar de vivirlo de cerca (con el día de la Paz, recogida de alimentos o juguetes…), cada vez hay más niños egoístas que solo miran por ellos.
Una contradicción curiosa. Parte de este individualismo que se refleja en los pequeños puede deberse a la sobreprotección familiar.
Hoy en día, los padres quieren ver sufrir a sus hijos lo menos posible. Como consecuencia, los niños se acostumbran a que siempre haya alguien pendiente de ellos, a ser los protagonistas constantemente, lo que les impide pararse a pensar en los demás.
Desde las aulas, además de llevar a cabo actividades generales de apoyo a la solidaridad, es importante que se pueda trabajar desde la generosidad.
En las primeras edades la socialización es tardía, no suele aparecer hasta los dos años, por tanto, la interacción de los niños con el resto es principalmente de satisfacción propia.
A partir de los dos años empiezan a tener en cuenta al otro como alguien diferente y piensan que le puede afectar su conducta de distinta forma.
Es difícil hablar de empatía antes de estas edades, pero, sin duda, es el momento adecuado para empezar a desarrollar la capacidad de pensar en los demás, a través de nosotros mismos, con nuestro ejemplo y con una serie de actividades:
- Saludar a los demás.
- Preguntar cómo está el otro y si necesita ayuda.
- Compartir lo que tienen.
- Enseñarles que, en algún momento, pueden necesitar del otro y el otro de ellos.
- Ayudar como actos de generosidad.
Actividades solidarias
- Visitar a personas mayores que estén solos: no se debe solo aprender a compartir cosas materiales, sino que es importante que sepan compartir su tiempo, su cariño y su ayuda.
- Repartir comida entre los pobres o personas necesitadas.
- Ayudar a limpiar o a hacer la compra a personas enfermas.
- Hacer teatro o cantar en residencias o espacios donde puedan alegrar a personas.
Además, se puede plantear consignas o mensajes que hagan referencia a la generosidad.
Por ejemplo, ayudar a los demás miembros de la familia. ¿Cómo hacerlo?
- Tratando de que el mensaje sea muy concreto, corto y claro.
- Trabajándolo de manera rutinaria, a diario.
- Apoyándonos de imágenes. Poner la imagen con el mensaje que queremos reforzar en una zona común de la casa.
- Explicándoles ideas de cómo pueden conseguir la rutina.
- Haciendo seguimiento para ver si lo consiguen.
- Reforzándoles positivamente cada vez que logren la rutina.
Es importante entender la generosidad de manera plena, sabiendo que es la satisfacción que aporta hacer cosas por los demás sin buscar nada a cambio. Ese es el verdadero sentido de la solidaridad.