La importancia de atravesar procesos durante la adolescencia

Disparadores para trabajar y acompañar desde nuestro rol parental

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El período de la adolescencia y la rebeldía frente a los procesos emocionales puede ser una tarea compleja para los padres, pero más aún para quienes lo viven en carne propia. Para una mejor comprensión, empatía y acompañamiento frente a nuestra familia, acercamos algunas miradas y pasos prácticos a tener en cuenta.

Vivenciar la experiencia adolescente puede no siempre ser una tarea sencilla

Desde nuestra perspectiva de adultos, la idea de “adolescencia” que se nos viene a la cabeza bien podría incluir la inocencia, la euforia, la rebeldía o la intensidad, entre otras características. También podemos fácilmente caer en la tentación de creer que las problemáticas adolescentes son menos serias y “trascendentales” que las adultas.

Y aunque puedan parecerlo en la superficie, lo cierto es que vivenciar la experiencia adolescente puede no siempre ser una tarea sencilla. No olvidemos que se encuentran en el incómodo lugar de aceptar que ya no son niños… pero tampoco adultos.

La adolescencia: una vivencia compleja

Esto implica un ida y vuelta emocional con el cual no logramos terminar de empatizar o comprender cómo padres al intentar acompañar a nuestra familia. Y no podemos negar que las formas en que se atraviesan ciertas vivencias durante la adolescencia moldean lo que eventualmente serán las bases de la vida adulta.

Muchas de esas vivencias tienen que ver con los vínculos amistosos y/o románticos que se mantienen en el tiempo (o no), decisiones ligadas a lo vocacional/laboral, la experiencia escolar en términos sociales, la pérdida de un familiar o incluso un divorcio en la familia, entre otros ejemplos.

Cada uno de estos eventos, algunos ineludibles e incontrolables, implican procesos internos que la generación adolescente no siempre logra interpretar sanamente. Tanto en la niñez como en la adolescencia, los procesos suelen atravesarse a regañadientes. Y más aún en la actualidad, en tiempos donde la inmediatez producto del boom tecnológico se ha vuelto una filosofía de vida que realza aún más estas características propias de la juventud.

Dilemas de la adolescencia

Los adolescentes se enfrentan entonces a un doble desafío: el natural y biológico típico de su etapa, en suma con el cultural y circunstancial por causa de la era digital.

El dilema aquí es que la experiencia implica tiempos internos; tiempos que no pueden saltearse y que de hecho permiten catalizar, resignificar y reubicar las emociones, pensamientos y concepciones, independientemente del impacto que tengan en el corto plazo.

Lo que alguna vez representó el “fin del mundo” para un adolescente (por ejemplo, un desamor) eventualmente encuentra su balance interno que se traduce, por ejemplo, en aprendizajes desde lo personal y que los ayuda a tomar mejores decisiones a futuro.

¿Qué podemos hacer como padres y madres?

¿Pero qué podemos hacer como padres si la experiencia es intransferible, inevitable y personal?

La clave aquí parece encontrarse en el abordaje de la inteligencia emocional y la gestión de las emociones. Aunque es oportuno practicarlas y reforzarlas en cualquier etapa de la vida, el período de la adolescencia se requiere una atención extra. Por su propia naturaleza, no es precisamente paciente o contemplativa.

Por lo tanto, estamos ante la oportunidad de ayudarles en su día a día con algunos pasos prácticos y concretos en la regulación emocional. Cada vez surgen más terapias, cursos y capacitaciones ligadas a esta temática que se encuentran a nuestro alcance. Estos pueden mejorar aún más la experiencia para nuestros adolescentes.

Dicho esto, una buena forma de acompañarles en sus procesos puede ser animándoles a:

  • Nombrar las emociones o sentimientos que estén experimentando. Ya sean varias palabras o solo una, es muy importante que sean capaces de aprender a identificar lo que sienten, más allá de si les gusta o no experimentarlo.
  • Empezar a validarlas y aceptarlas. Muchas veces, con la intención de “bajarle el tono” a las emociones negativas, los adolescentes terminan por reprimirlas o ningunearlas y hasta logran camuflarlas y reemplazarlas con otras.
  • Reconocer emociones. Paradójicamente, el solo hecho de que puedan reconocer y sincerar la existencia de esas emociones internamente es lo que verdaderamente le resta entidad. Debemos alentarlos a validarlas, ya que esto resulta fundamental para un mejor proceso.
  • Expresarlas apropiadamente: finalmente, y para que empiecen paulatinamente a encontrar su lugar, las emociones pueden canalizarse de muchas maneras. Dentro de las más sanas y naturales, podemos encontrar el expresarlas con alguien de confianza (incluso si esas personas no somos sus padres), volcarlo en un texto o carta, empezar alguna actividad deportiva o artística, entre otras.

Joaquín Sombielle

Licenciado en Psicología

Docente de piano y lenguaje musical