Como los adultos, los niños también atraviesan emociones intensas que precisan aprender a reconocer y gestionar para su propio beneficio. ¿Qué es la inteligencia emocional y cómo podemos educar emocionalmente a nuestros hijos?
Hoy por hoy, sabemos de sobra la importancia que posee la sana emocionalidad en la vida de los niños, y de básicamente cualquier persona.
Este conocimiento se ha ido concientizando a lo largo de los años. Es de lo más usual escuchar historias de nuestros padres o abuelos (o hasta las nuestras), y notar en la mayoría de ellas una gran diferencia con cómo se trataban las emociones infantiles en otras épocas. Sin malas intenciones por parte de los adultos, las emociones de los niños no solían ser tomadas en cuenta de la misma forma que hoy sí lo son.
Sin desmerecer ni un poco a la cultura que nos antecede, podemos decir que actualmente tenemos en nuestro haber más herramientas para poder atender la emocionalidad de nuestros hijos, para que esta se desarrolle de manera saludable.
¿Qué es la inteligencia emocional?
La inteligencia emocional implica la capacidad de reconocer nuestras propias emociones y las de otros, y usar ese conocimiento para adaptarnos y aprender mientras afrontamos las diversas situaciones de vida que tenemos por delante.
Los beneficios de la educación emocional para los niños son muchos: Desde sociales y personales hasta cognitivos, invertir en la educación emocional resulta una apuesta segura para el desarrollo integral sano de una persona.
Ya sea a corto, mediano o largo plazo, la construcción de la inteligencia emocional impacta en las acciones, conductas, miradas y decisiones que tomamos a lo largo de nuestras vidas.
Las emociones infantiles
Cuando hablamos de las emociones infantiles, podemos decir que los niños son como pequeños manojos de intensa emocionalidad. Si bien ellos experimentan las mismas emociones que los adultos, aún no poseen las herramientas para poder identificarlas con claridad.
Por esta razón actúan inmediatamente en congruencia con lo que sienten. Desde un berrinche en un kiosko, o un llanto frente a una llamada de atención, hasta una alegría ante una sorpresa o un regalo esperado.
Es por estos motivos que los niños precisan ayuda a la hora de desarrollar su inteligencia emocional. Brindar educación emocional significa ayudarlos a enfrentarse saludablemente a las problemáticas que se les presentarán a lo largo de sus vidas.
Una persona que posee inteligencia emocional puede sostener relaciones sanas con otros, tener un balanceado autoconcepto de sí misma, gestionar mejor la racionalidad y creatividad, manejar conflictos, solo por nombrar algunos beneficios.
¿Por qué es sano expresar las emociones concebidas como “negativas”?
- Permiten sentir. Poder sentir es la puerta de entrada al autoconocimiento: Se trata de la capacidad de reconocer qué pasa dentro nuestro.
- Nos permiten tomar consciencia de lo que sentimos y nos acerca a conocer quiénes somos, lo que necesitamos y queremos.
- Ayuda a empatizar y respetar las emociones y necesidades de los demás.
- Porque exteriorizar esas emociones negativas nos ayuda no solo a sentirnos mejor, si no a aprender a aceptar las frustraciones que nos atraviesan.
¿Cómo colaboramos en el desarrollo de su inteligencia emocional?
Teniendo en cuenta esto: ¿Cómo podemos ayudar a nuestros hijos a expresar esas emociones sanamente? Ya sean emociones negativas o positivas, podemos ayudar a que las exterioricen con libertad.
- Poder alentarlos a que reconozcan lo que les ocurre. Ponerlo en palabras, escribirlo (en el caso de niños mayores), dibujarlo, o hasta realizar actividades lúdicas con ellos para ayudarlos a mirar para adentro. Por ejemplo, podemos identificar las emociones básicas con colores y pedirles que nos señalen “de qué color” se sienten en determinado momento.
- Ante todo escuchar y validar lo que se siente. Pero también motivar hacia la resolución de conflictos, haciéndoles saber que estamos presentes para prestar ayuda. A su vez, valorar los esfuerzos que realizan al reconocer sus emociones y aprender, es de vital importancia.
- Criticar, minimizar o culpabilizar lo que sienten puede ser enormemente perjudicial para el aprendizaje de la expresión.
- Avasallarlos con soluciones, intentar hacerlos “parar”, razonar con ellos en momentos de explosión emocional; no respetar sus necesidades de desahogarse o de pasar tiempo solos; puede colaborar a que los niños repriman lo que sienten para evitar este tipo de confrontaciones y censuras.
- No hace falta sobornarlos para que se sientan mejor o para que expresen lo que les ocurre. Mantener la situación bajo control les ayuda a los niños a saber que aunque ellos no puedan controlar sus emociones en determinados momentos, la familia sí está al control y puede brindar contención y seguridad.
Si bien tendemos a relacionar el éxito de una persona con el coeficiente intelectual o la inteligencia cognitiva, se ha descubierto que estos factores no tienen porqué estar totalmente asociados a buenos resultados académicos. Tampoco con una vida sana y feliz.
Priorizar las emociones de nuestros hijos ya no solo se trata de un factor más a considerar. Si no de una faceta importantísima, que merece nuestra atención, tiempo, ayuda y también, educación.