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¿Qué pasa con los hermanos menores?

¡Los pequeños también cuentan!

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Hermanos mayores, medianos y ahora los menores. Qué implica ser el más chiquito de la familia, qué los caracteriza y a qué prestarle especial atención como papás y mamás.

El último hijo/a tiende a recibir menos límites por parte de los padres

Dicen que el hijo menor corre con cierta ventaja: los límites ya han sido probados, errores han sido cometidos, los padres y madres ya no son primerizos, y ser lo más peques de la familia digamos que conlleva sus beneficios. Pero como le pasa a cada hermano en su respectivo momento de nacimiento, no todo es color de rosa.

Como hemos ya mencionado durante toda esta saga de orden de nacimiento, las similitudes encontradas tienen sus limitaciones. Estas recaen en la unicidad de cada familia y persona. Así todo, podemos trazar cierto hilo conductor cuando hablamos de lo que significa ser el hermano menor.

El último hijo tiende a recibir menos límites por parte de los padres, quienes no solo están cansados sino que también han aprendido a relajar las exigencias. Suelen tomar partido de su condición de más chicos, demandando ayuda de los hermanos grandes o hasta echándoles la culpa por alguna fechoría.

Son quienes suelen terminar de dejar el nido vacío, y más cuando la diferencia de edad entre hermanos es amplia, por lo cual tienden a ser infantilizados. A su vez, pueden ser víctimas de hermanos mayores que se aprovechan de su corta edad e incapacidad de defensa.

Crecen a la sombra de la comparación con sus hermanos, algo desplazados por el arribo posterior a la dinámica familiar y sin la plena atención que tuvo el primogénito. Suelen desarrollarse en un ambiente más permisivo que el que vivenciaron sus hermanos. Ni hablar del legado material: probablemente usen para dormir la remera heredada por algún hermano o algún tatara-tío, quien sabe.

Factores a tomar en cuenta a la hora de criar a hermanos menores

  • No dejemos que nuestro cansancio parental afecte la crianza de nuestro hijo más pequeño. En todo caso, administremos la energía sabiamente. Tengamos cuidado con dejarlo con la permisividad extrema y con cargo de los hermanos mayores de forma regular: al fin del día ellos no son padres y no dejan de ser niños o jóvenes. Los chiquitos nos necesitan tanto como nos necesitaron los mayores. Derroquemos el dicho “el último se cría solo”.
  • ¡Lo contrario también puede ocurrir! A veces los más chicos se roban toda la cámara. Seamos cautos ante la repartija atencional que hacemos a todos nuestros hijos. Ni muy poca ni exclusiva y consentida.
  • Ya lo hemos mencionado, pero en el caso del hijo menor la intervención podría necesitar ser mayor. Muchas veces los más chicos están a merced de los hermanos grandes y sus travesuras. Como también ocurre que los más grandes se ven constantemente invadidos e interrumpidos por los pequeños. Tratemos de mantener un ambiente en el cual cada uno tenga sus espacios, momentos, reciba atención, cariño, y en el caso de hermanos chiquitos, que aprendan a defenderse y a convivir con los grandes. Cuidemos las relaciones entre hermanos.
  • Al más chico le toca esto muy de cerca: suelen heredar juguetes, ropa y pertenencias de más de un hermano grande. Es práctico, económico y apunta al no desperdicio, todo eso es muy bueno. Así todo intentemos cuidar que los peques no vivan solamente de objetos heredados que, aunque con mucho cuidado y cariño, no terminan de ser propios.
  • Muchas veces los hermanos menores quedan segregados por la misma dinámica familiar: se pierden de algunos chistes, quedan fuera de conversaciones que superan sus edades, en un juego de mesa salen perdiendo siempre. Es importante cuidar que las conversaciones y actividades que tenemos en familia sean inclusivas para todos los miembros, incluso para los chiquitos.
  • Probablemente, nos cueste “dejarlos crecer” dado que son los más pequeños. Teniendo esto en cuenta, no los infantilicemos ni les restemos autonomía, autoestima e independencia. Aunque siempre sean para nosotros “los bebes”, no serán pequeños por siempre.
  • Gestionemos espacios en donde puedan compartir con niños de sus edades. Para el más chico, la convivencia entre hermanos, se trata de estar constantemente con personas más grandes que él. Que no se pierdan de tener sus espacios con otros pares de edades similares con quienes compartir las cosas propias de la edad.

Se dice que los peques de la familia poseen un ímpetu más aventurero, dispuestos a desafíos y abiertos a experiencias nuevas. Varios estudios indican que suelen tener mucha simpatía y sentido del humor, ganados para destacarse entre hermanos.

Probablemente, también resultan ser más desestructurados y divertidos debido a una crianza ya practicada por parte de los padres, así como muy sociables: atraviesan un abanico de relaciones sociales amplio desde su nacimiento. Afrontar todo el bagaje social y familiar también requiere de mucha creatividad, característica que suele estar presente entre los hermanos menores.

¡Abracemos estas particularidades y prestemos atención a las necesidades de cada hermano, incluyendo al menor, por supuesto!