En un mundo donde la violencia es cada vez más accesible a través de medios de comunicación de todos los tamaños, poder tratarla en familia definitivamente no es una tarea fácil. Real o ficticia, la violencia impacta en la salud mental infantil, y por eso presentamos algunas propuestas al respecto.
No podemos ignorar la relación entre el aumento de casos de violencia en menores de edad con el consumo mediático
Desde la aparición de medios audiovisuales, como el cine hacia fines del siglo XIX y la televisión para los albores del siglo XX, se dio lugar a la posibilidad de conocer verdaderas ventanas del mundo gracias a estos artefactos.
Desde entonces, ya sea real o ficticio, el contenido que la población mundial ha consumido de estos y otros dispositivos tecnológicos (incluyendo computadoras, consolas de videojuegos, tablets y smartphones) ha tenido una influencia notable en todos nosotros. Y por supuesto, estas inspiraciones impactan también en la vida de nuestros hijos para bien y para mal.
No todos los estudios científicos concluyen en los mismos resultados. Sin embargo, la relación entre el aumento de casos de violencia en menores de edad con el consumo mediático definitivamente sostiene una relación que no podemos ignorar.
¿Cómo abordar el tema de la violencia en los medios?
Curiosamente, no fue hasta la década de 1990 que se comenzaron a implementar clasificaciones por edades a nivel mundial tanto en cine como televisión. Estos datos nos revelan dos realidades muy preocupantes.
En primer lugar, casi diez generaciones de niños han consumido estos medios con poca o ninguna regulación y recomendación profesional como guía para las familias. Por otro lado, muchos de los episodios violentos, usualmente adjudicados al consumo de dispositivos del 2000 en adelante, podrían ser ahora parte de una cadena de influencias mucho más larga y antigua de lo que pensábamos.
Por supuesto que el nivel de influencia que estos medios ejercen sobre los niños depende en gran medida de la etapa y los recursos con los que se cuenten en cada situación.
¿Qué se puede hacer en estos casos para prevenir y/o abordar la exposición de los cada vez más explícitos hechos de violencia televisados o viralizados en las redes sociales? ¿Es realmente evitable? Aquí van algunas estrategias adecuadas según la edad:
Hasta los 7 años
Esta etapa los niños no cuentan con los recursos para distinguir lo real de lo ficticio. Por ello, recomendamos encarecidamente evitar cualquier tipo de contenido violento en las pantallas. Incluso en el caso de algunos dibujos animados más intensos, donde la violencia se encuentra “suavizada” o “camuflada”. Esto puede afectar de forma significativa en cómo los niños interpretan su contexto.
Como complemento, recomendamos invertir tiempo de calidad con los hijos al consumir entretenimiento infantil, sea cual sea el dispositivo. Además de interiorizarse mejor con lo que nuestra familia interpreta, se logra generar un espacio propicio para conversar con ellos acerca de los valores (o disvalores) reflejados en el contenido y ponerlos a la luz.
De 8 a 12 años
Si los niños consumen videos o imágenes donde se producen hechos de violencia explícitos, recomendamos hablar con ellos acerca de las consecuencias que tiene la violencia en los demás. Siempre con sinceridad, tacto, y con ciertos filtros.
Recordarles que la violencia puede lastimar desde muchas dimensiones (no solo físicas). Explicarles que las escenas violentas que ocurren en las series y películas son falsas, pero que eso no quiere decir que no puedan ocurrir en la vida real.
De 12 años en adelante
Esta suele ser la edad promedio donde los jóvenes comienzan a abrir cuentas de Instagram, TikTok o YouTube. Por lo tanto, sugerimos investigar previamente qué tipo de contenido ofrecen estas redes y cómo funcionan para una mejor comprensión de lo que está pasando. Si bien no alentamos el hostigamiento obsesivo por cada foto o video que vean, sí es importante no perder de vista que ellos siguen en crecimiento y con necesidad de límites sanos.
Por otro lado, resulta esencial no entrar en pánico si encuentran a sus hijos consumiendo contenido violento. Reaccionar quitándoles el celular o la tablet no suele ser una solución a largo plazo. Quizá una mejor estrategia podría ser la de empatizar con ellos y preguntarles qué les genera ver ese tipo de contenido. Valorar su opinión para ellos significa apreciar su forma de ver el mundo y esto facilita conversaciones complejas repletas de preguntas que no siempre tenemos respuestas.