En estas últimas semanas hemos visto cómo el juego del calamar atravesó la pantalla de la televisión y apareció en disfraces de Halloween, en centros comerciales y hasta en colegios. Muchos estudiantes de primaria están jugando en los patios del colegio. La mayoría han visto la serie con sus padres, pero ¿es un contenido apto para niños? Laura Lewin nos responde.
Debemos intentar que los niños no tengan acceso a aquellas cosas que puedan hacerles daño
Esta producción coreana, de las más vistas de Netflix, trata de unas 400 personas que, por diferentes situaciones (como deudas imposibles de pagar), deciden participar de una competencia en donde deben pasar por diversas pruebas infantiles para intentar ganar una increíble cantidad de dinero.
Hasta acá todo bien. El problema es que quien no pasa las pruebas es asesinado despiadadamente frente a todos los competidores.
Se muestran escenas sádicas, de suma violencia, sexo y suicidio. Por ejemplo, cuando los competidores descubren que cuantos menos jugadores, consiguen más chances de ganar, se empiezan a matar entre ellos, un espejo del mundo capitalista más adecuado para adultos que para niños.
¿El fin justifica los medios? ¿Está bien que algunos tengan mucho y otros no? ¿Es mejor salvarme yo y no los otros? En fin, temas de adultos que nuestros hijos no están en condición emocionales ni psíquicas de comprender.
Y como todo se lleva a cabo en un gran patio de juegos, ¿estamos jugando? Muchos están jugando “Al juego del Calamar” en los patios del colegio.
Algunos vieron la serie en familia, otros solos, otros conoce del tema porque los vieron en pequeños videos de tik tok, y otros, simplemente imitan lo que hacen sus compañeros.
Uno de los juegos que se ven en los patios escolares reproduce una de las pruebas de la serie:
A la voz de “luz verde”, los chicos caminan hacia un estudiante que representa a la muñeca del juego. Cuando la misma muñeca grita “luz roja”, deben quedarse inmóviles. Si el juego fuese solo eso, no habría problema.
Después de todo, sería como cuando jugábamos nosotros al juego de las estatuas hace muchos años atrás. La diferencia, es que ahora en algunas versiones escolares, quien no se queda inmóvil, en vez de matarlos, como en la serie, ¡les pegan!
¿Qué genera esto? A muchos ansiedad; a otros miedo o violencia. Aprender a separar lo que es ficción de realidad conlleva tiempo y apoyo de los adultos.
¿Qué rol cumplen los adultos?
Las familias cumplen un rol sumamente importante a la hora de decidir qué contenido pueden ver sus hijos, pero claro, para eso debemos saber qué están consumiendo.
Para que nuestros hijos crezcan emocionalmente seguros y confiados, necesitan que los padres sean cálidos pero firmes, cuando la situación así lo amerita.
Son dos caras de la misma moneda: incondicionalidad en el amor pero espera del mejor despliegue. Es también un acto de amor pedir que cada uno dé lo mejor de sí.
Debemos intentar que los niños no tengan acceso a aquellas cosas que puedan hacerles daño, ya que de acuerdo a su edad o madurez, podrían sufrir diversos trastornos emocionales o psíquicos al enfrentarse con contenido que no pueden comprender o elaborar en función de su edad cronológica o de madurez. Por algo la serie no está aconsejada para menores de 16 años.
¿Qué podemos hacer los adultos?
No a la prohibición, sí al control parental y al diálogo
- Prohibir no sirve. ¿De qué sirve prohibir si después, frente a la primera oportunidad, ven cierto contenido en la casa de un amigo o en la clandestinidad? En vez de prohibir, debemos conocer qué contenido ven nuestros hijos y alentar la comunicación para que podamos intervenir en caso que fuese necesario.
- Nuestros hijos son muy vulnerables y están desprotegidos frente a la gran cantidad de mensajes que nos llegan todo el tiempo a través de las pantallas. Debemos procurar que tengan las herramientas para poder discernir qué está bien y qué no, qué les sirve y qué no.
- Debemos trabajar la alfabetización tecnológica. Es decir, qué está permitido ver y qué no, en función de su edad. Pero….veamos el punto 4.
- Para que los niños respondan, deben sentir una gran conexión con nosotros, las familias. Si no, perdemos la influencia y dejan de respetarnos. Ahí surge el “no me hace caso”, “nunca hace lo que le pido”, y la constante pelea. Podemos preguntarles por qué quieren verla, y ver qué se esconde detrás de ese deseo.
- Explicarles por qué no consideramos que ver este tipo de serie sea conveniente para ellos. Para poner límites no hay que estar enojado, hay que estar convencidos. Los límites son necesarios, tranquilizan y dan seguridad.
- Si insisten diciendo que “tal o cuál amigo sí la pudo ver”, podemos aprovechar para explicar que lo que está bien en una familia, tal vez no está bien en otra, y que ya habrá oportunidades, cuando crezcan de ver lo que deseen. Una vez que les expliquemos por qué no es conveniente que vean tal o cual contenido, si aun así sienten curiosidad, podemos sentarnos con ellos y ver alguna escena elegida por nosotros, o toda la serie, dependiendo de las circunstancias. Es decir, mejor que prohibir, es acompañar para que puedan saciar la curiosidad. Y aun en esa situación, será importante conversar no sólo acerca de la serie sino además de qué les pasa a ellos viendo la serie.
- ¿Por qué no aprovechar el auge de esta serie para hablar de valores, de empatía, del buen trato hacia los demás, o de la importancia del esfuerzo y la perseverancia, entre otros temas que surgen de la serie? Estos son grandes emergentes que nos ayudan a educar.
- Aunque la prevención debe venir desde las familias, también en las escuelas se debe hablar del tema. Se deben trabajar habilidades como el pensamiento crítico, es decir, por ejemplo, el derecho de poder elegir sin que el otro me condicione, la empatía, y la amabilidad, entre otras.
La responsabilidad no es ni de los niños, ni de los padres, ni de la escuela ni de Netflix en particular. Es de todos, cada uno ejerciendo su rol de la mejor manera posible.
Ni el padre es el peor padre del mundo si su hijo vio la serie, ni la escuela es irresponsable si los alumnos jugaron al “Luz verde, luz roja” en el patio.
Es fácil señalar responsables, pero sí debemos capitalizar estas experiencias y poner siempre a los niños en el centro de la escena. ¿Qué ven, qué leen nuestros hijos?
La tecnología abre una puerta inmensa que es difícil de manejar. Trabajando todos juntos nuestros hijos van a estar más protegidos. Entablar buenos vínculos, sanos y duraderos, requiere de estar presentes de manera física, con conciencia plena. No se trata de familias contra hijos, sino de familias con hijos.
No somos, ni debemos, ser amigos de nuestros hijos. Somos padres, con todo lo que eso implica. Padres que deben poner límites, padres que deben educar. Padres que, muchas veces, deberán decir que no: que no se puede ver tal o cual serie porque no es apropiada para tu edad.
No podemos ni debemos decir que sí a todo para no pelear, no entrar en confrontaciones o tener miedo de que no nos quieran. Si vemos que nuestros hijos se enojan porque les decimos que no, y para que no se enojen o para no escucharlos, decimos que sí, estamos cometiendo un error al ser cortoplacistas.
Es decir, debemos mirar hacia adelante y comprender que muchas de nuestras acciones van a tener un efecto aun en la adultez de nuestros hijos.
El secreto detrás de hijos felices son padres que han sabido conectarse ellos, que han aprendido a controlar sus emociones para que no les jueguen en contra. En definitiva, han aprendido a responder, en vez de a reaccionar. Y sí…. más fácil decirlo que hacerlo.