Qué lindo que te digan que tienes un hijo obediente. Pero ese cumplido, ¿califica también cuando somos mayores? ¿Es positivo «obedecer» de grande? Cuidado, que cuando un adulto es obediente, puede verse como alguien sumiso, casi un felpudo… Ya no es tan atractiva la idea, ¿verdad? No te pierdas este interesante artículo de Laura Lewin.
La clave no está en querer controlarlos, sino en enseñarles a controlar su conducta
Sin duda, yo querría que Anita, mi hija, de grande fuese aguerrida, de tomar riesgos, de defender sus derechos. De pararse segura ante el mundo. Asertiva, segura de sí misma. Que su voz cuente.
Pero, si de chica le enseño a obedecer lo que se le pide, a bajar la cabeza, y a ser sumisa, ¿en qué momento pasa de obediente a asertiva?
Si mi hija hace lo que se le dice ahora, y no le permitimos expresarse- aun cuando sea en disonancia- cuando sea más grande, una adolescente, ¿hará lo que le digan sus amigos, aun esos que a mí no me gusten para ella, solo porque fue «entrenada» a aceptar lo que dicen los otros y hacer lo que se le dice?
Pensemos, entonces, que permitirles a nuestros hijos estar en desacuerdo y poder expresarlo, y sentir que se los escucha y se hace algo al respecto, los ayuda a formar su personalidad, a desarrollar el pensamiento crítico, tan importante para su vida adulta.
Los chicos deben aprender a través de la prueba y el error, y la «desobediencia» juega un papel importante acá. A través de intentarlo, ven qué se espera de ellos.
Cuando se acostumbran a que «acá se hace lo que yo digo y punto», ¿Qué aprenden?… que su voz no cuenta y eso los hace más inseguros, menos confiados y más sumisos. Lo que buscamos es que puedan comprender por qué no deben hacer tal o cual cosa, no obedecer a ciegas.
Debemos de comprender, como adultos, que esto no es un «yo contra vos», es un «yo con vos», nos acercamos más a la idea de que educar a nuestros hijos es un proceso continuo que requiere de paciencia, amor y conexión. ¡Y comunicación!
Los niños ven al mundo con sus ojos, y nosotros con los nuestros. Hay un puente que cruzar, y ese puente se llama comunicación. Podemos – y debemos- poner límites, pero eso no significa ser autoritarios.
Cuando nuestros hijos hacen cosas que no deben, no nos olvidemos:
1. Detrás de un niño que desafía, hay un niño que no sabe expresarse
Es lógico y natural que lo haga. Lo que no es lógico ni natural es que el desafío sea constante, que se ponga a prueba la autoridad de los adultos, o que sea el niño quien mande en casa.
Hay momentos para permitirles a nuestros hijos que «empujen los límites», y otros en los que deberán respetar lo que se les dice, sabiendo que es lo mejor para ellos. El equilibrio depende de cada familia y cada situación.
2. Habla con él cuando estés EN CALMA
Elegí el momento. Hablar cuando estés enojad@ hará que digas cosas de las que después te puedes arrepentir. No lo olvides: debemos RESPONDER, no REACCIONAR. Para que los niños respondan, deben sentir una gran conexión con el adulto.
3. Ofrécele alternativas
Esto no se puede, pero esto sí. Si todo es un «no», en algún momento van a rebelarse.
4. Trabaja la consecuencia, no el castigo
«¡Qué pena que dejaste destapados los marcadores! Ahora cuando quieras usarlos van a estar secos», es mejor que «¿de nuevo dejaste destapados los marcadores?. ¡Nunca entiendes! ¡Anda a tu habitación y no salgas hasta que yo te diga!».
Si lo que buscamos es desarrollar la auto-regulación y la auto-motivación en nuestros hijos, debemos enfocarnos más en las consecuencias que en los premios y castigos, que solamente refuerzan la motivación extrínseca.
Los castigos generan culpa, ira o resentimiento, y lo que produce esto es que los niños actúen por miedo y no por satisfacción personal.
La diferencia puede ser sutil, pero en el primer ejemplo el castigo es externo, lo impone el adulto, y es arbitrario. En el segundo ejemplo, la consecuencia se desprende de sus actos, deriva de su comportamiento.
5. Cuando lo necesites, exhibe firmeza, pero con ternura
Lo que desapruebas es la conducta de tu hijo, pero NO a tu hijo. Cuando un niño se comporta de manera incorrecta, necesita saber que siempre están los brazos de sus padres, donde poder desahogarse o llorar. Esta seguridad es crucial para que pueda aprender a manejar sus emociones.
6. Cuando algo es «NO», es un NO
No hay negociación posible. Por eso cuando algo es NO, debe ser realmente importante y ellos deberán comprender que de nada servirá tratar de convencernos.
Los niños no desafían porque quieran hacerlo ni porque sean malos, lo hacen porque no conocen otra manera de manejar sus emociones y porque están aprendiendo
La clave no está en querer controlarlos, sino en enseñarles a controlar su conducta.
Lo que nos están pidiendo es que los escuchemos, y eso es lo que debemos hacer.