Si tienes hijos adolescentes, seguro que te has enfrentado a menudo a sus amenazas de fugarse de casa. La mayoría de las veces estas amenazas no son reales, pero ¿y si lo son? ¿Qué hacer en ese caso?
No hay una respuesta correcta para todas las familias y situaciones
La adolescencia es una época complicada para los chicos y chicas y para sus padres. Ellos sienten que ya son mayores, que pueden tomar sus propias decisiones y hacer lo que quieran, pero no entienden que aún les queda mucho que aprender y que deben respetar las normas y límites de sus padres, que van encaminadas a ayudarles en este proceso y evitar ciertos riesgos.
Ellos se rebelan contra la autoridad de sus padres y no aceptan sus límites y, como consecuencia, surgen los enfados, los gritos, las discusiones y las amenazas. Y los adolescentes son muy inteligentes y ya conocen el punto débil de sus padres: ellos mismos.
Por eso, saben que si los amenazan con irse de casa les hacen daño donde más les duele y pueden acabar logrando lo que buscan. Es el mismo pensamiento que los lleva a decir “Te odio”, aunque no sea verdad.
No obstante, hay que tener en cuenta que un adolescente no se vuelve rebelde y amenazante de un día para otro; esa rebeldía va alimentándose con los conflictos continuos que surgen entre padres e hijos, por eso hay que tener cuidado con la relación diaria para evitar llegar a ese punto.
Por ese motivo es importante que los padres no se dejen intimidar por las amenazas, pero tampoco deben ser autoritarios. Hay que saber dialogar y negociar las normas para resolver los conflictos a través de la comprensión y el entendimiento, evitando que las amenazas se hagan reales.
¿Su amenaza es real?
Prácticamente todos los adolescentes han amenazado alguna vez con irse de casa en un arrebato de ira y enfado, pero la mayoría lo hace solo para asustar y manipular a sus padres, sin ánimo real de abandonar su hogar.
El hecho de usar la fuga como amenaza y de saber qué hay de realidad en sus palabras depende de varios factores:
- Vuestra reacción
Si ve miedo en vosotros, lo usará a menudo como arma para conseguir lo que quiere, pero no será una amenaza real.
- Vuestra relación
Si entre vosotros no hay diálogo, sois muy estrictos y el niño se siente encerrado y asfixiado, es posible que su amenaza sea real y quiera irse de casa buscando más libertad.
El primer caso suele ser más habitual que el segundo, aunque en cualquiera de los dos lo que está claro es que el menor sabe que le buscaréis si intenta irse de casa porque le queréis y porque es vuestra responsabilidad como padres.
¿Qué debemos decirle cuando nos amenaza con irse de casa?
Ante las amenazas de nuestro hijo hay varias opciones de respuesta:
Ok, si esa es tu decisión, vete.
Es un órdago que suele hacer que el niño se asuste, pero también puede que decida hacerte caso e irse. Lo normal es que no llegue a alejarse mucho de casa y regrese al poco.
No, tú no te vas, nos vamos nosotros y tú mantienes la casa.
Y os vais de verdad. Al salir de la casa, aunque todo sea una farsa, es bueno fingir unos gritos de alegría para que el adolescente se quede más perplejo aún.
No te vayas, por favor, no sé qué haríamos sin ti.
Esta última reacción es la más comprensible, pero con ella se corre el riesgo de que el chico/a decida amenazar con irse cada vez que quiera algo, y lo consiga.
No hay una respuesta correcta para todas las familias y situaciones. Lo mejor es que calibres si la amenaza es real y no y cómo es tu hijo para decidir qué responder.
¿Qué no debemos hacer cuando amenace con irse?
- Pedirle que no se vaya. Si tu hijo lo decidió así es porque ya lo tiene «todo» calculado.
- Preguntarle si lo ha pensado bien ya que puedes ofenderle al cuestionar su decisión.
- Hacerle chantaje emocional y decir frases como “Me dejas solo”.
- Evitar las amenazas. “Si te vas, ya no vuelvas jamás”, “Si cruzas esa puerta, ya no eres nada para nosotros”, etc.
- Espiarlo cogiendo su celular o leyendo sus correos. Así, perderás su confianza si te pilla.
- Hacerte el mártir y dramatizar.
¿Cómo evitar que se vaya y mejorar la relación con él?
Para evitar que se cumplan esas amenazas, incluso que llegue a amenazar con irse de casa, debéis mejorar la relación con vuestro hijo siguiendo estos consejos:
1. Prestarle atención cuando os hable
La comunicación con los hijos se debe fomentar desde pequeños y una de las claves es escucharle siempre, no decirle “cuéntamelo luego”, sino hacerle caso, aunque nos parezca que lo que cuenta no es importante, ya que para él puede serlo. Solo así conseguiremos que tenga la confianza de contárnoslo todo.
2. Ponerse en sus zapatos
El problema muchas veces viene por la incomprensión que surge entre padres e hijos cuando no nos ponemos en sus zapatos y no intentamos entender qué siente o qué le pasa. Intenta comprenderle.
3. No sermonearle
Es mejor que le digas las cosas de forma clara y concisa.
4. Negociar las normas
Con 14 años ya no puedes imponerle las cosas como cuando tenía 4, es mejor que intentes negociar con él las normas y límites para llegar a acuerdos que dejen satisfechos a todos.
5. Fomentar en él la empatía
Para que entienda cómo os sentís vosotros cuando amenaza con irse o incluso cuando cumple sus amenazas.
6. Evitar obligarle a hacer las cosas a vuestra manera
Es mejor dejar que se equivoque si ha de hacerlo y que aprenda de sus propios errores (siempre que no sea algo peligroso, claro).
7. Estar siempre disponible de manera afectiva
Aunque se haya portado mal, debes enseñarle cómo portarse o lo que no debe hacer, pero nunca negándole un abrazo o un “te quiero”. Haga lo que haga, tú siempre debes mostrarle apoyo y cariño.
8. Explicarle las consecuencias de una fuga
Como ponerse en peligro, perderse, que alguien le haga algo malo…
9. Ofrecer alternativas a su frustración y enfado
Enfadarse es normal y está en su derecho, pero hay que saber cómo gestionar y conducir esas emociones sin necesidad de gritos o amenazas.
¿Cómo actuar si al final se fuga?
- Si a pesar de todo cumple su amenaza y se fuga de casa, pero vuelve en unos días o le encontráis, lo primero que debes hacer es mostrar alegría de que haya vuelto sano y salvo.
- No es momento de reprimendas ni castigos.
- Pasado un día, debéis sentaros con él a hablar con calma y hacerle ver cómo os habéis sentido.
- También debéis escucharle para saber cómo lo ha vivido él.
- Y, a partir de aquí, intentar crear un nuevo lazo de confianza y buscar entendimientos pasar que no vuelva a pasar.