Somos muchos los que amamos a las mascotas y anhelamos adoptarlas en nuestro círculo familiar. Por ello, conocer los efectos que esto produce sobre nuestra familia nos permite tomar una decisión consciente según la etapa que estemos cursando en nuestro núcleo familiar.
La gran mayoría de las familias adoptantes considera a su mascota como un miembro más de su familia
Son muchas las familias que adoptan o consideran adoptar mascotas para recibirlas y cuidarlas en su hogar. Las motivaciones pueden ser muchas. Comienzos de nuevas etapas como una mudanza, intentar reemplazar la pérdida de un miembro familiar, generar una mayor sensación de seguridad o como permanente compañía para nuestros hijos durante su infancia.
Aún así, muchos desconocen el impacto que tiene la incorporación de una o más mascotas en el sistema familiar. Si bien éstas deben adaptarse a las reglas preestablecidas por los antiguos miembros, paralelamente reconfiguran y resignifican los roles, dinámicas y hasta decisiones desarrolladas a nivel familiar.
Las mascotas: un miembro más de la familia
Esto explica porque la gran mayoría de las familias adoptantes considera a su mascota como un miembro más de su familia. Un estudio realizado en Buenos Aires, Argentina, con 407 dueños de mascotas reveló que el 99% les hablaba, 98% jugaba con ellas, alrededor de un 60% les hacían regalos y más de un 50% les dejaban dormir en su cama.
Más allá de elegir acogerlos en el hogar y considerarlos familia, la adición de animales en el seno familiar supone nuevos esfuerzos a nivel financiero y emocional para mantenerlos y cuidarlos. Decisiones que en otro tiempo hubiéramos desestimado hasta para nosotros mismos, como ampliar presupuestos para una mejor alimentación o salud, pasan ahora a ser innegociables para nuestras mascotas.
Con esta información a la mano, ahora sabemos que elegir una mascota supone una modificación en el sistema familiar. Y no podemos tomarlo a la ligera. Aunque algunos puedan temer los efectos que puedan generarse a partir de ella, son muchas las ventajas de contar con este tipo de compañías y vale la pena destacar algunas según la configuración familiar.
Una mascota para cada tipo de familia
- Pareja/matrimonio sin hijos. Cada vez más se encuentran más casos donde se elige adoptar mascotas no solo como compañía sino como un paso previo a tener hijos. Existe una correlación de la parentalidad humana con los cuidados nutricionales, afectivos y límites que proveemos a los animales en el hogar . Acogerlos puede ser una gran oportunidad para quienes quieran ser padres en algún momento.
- Familia con hijos pequeños. Esta etapa tiene un doble efecto. Y es que la atención de los padres se redirige hacia los hijos por sobre las mascotas. Por otro lado, una temprana relación de los niños con las mascotas puede resultar muy beneficiosa en su educación afectiva y simplifica la convivencia en el largo plazo. Por lo tanto, y aunque suponga un mayor esfuerzo como padres, mantener la adopción animal y estimular este tipo de vínculos vale la pena.
- Familia con hijos en etapa escolar. Está científicamente comprobado que es positivo para los niños compartir la convivencia con animales en su hogar. Esto repercute en su adultez, donde desarrollan un mayor sentido de la empatía y se inclinan por carreras o tareas ligadas a la ayuda social. Esto se debe a que los niños asumen un rol de hermandad y ven a su mascota como un hermano menor al que cuidar.
- Familia con hijos adolescentes. Durante esta etapa, los adolescentes cuentan con recursos para entablar una relación de amistad con sus mascotas. Es habitual que se conviertan en compañeros de juego o que se interesen más en su forma de vivir, comunicarse o pensar. Aquí las redes sociales juegan un papel fundamental. Tanto en el aprendizaje como en el poder compartir el amor por las mascotas a sus amistades, familiares, etc. Vale resaltar cómo la capacidad innata de los animales por transmitir amor incondicional puede ser un refugio fundamental. Especialmente, en una etapa que se caracteriza por la inestabilidad, el autodescubrimiento y una mayor tensión entre el adolescente y sus padres.