¿Cuál es la edad ideal para introducir la tecnología?

Qué medidas parentales tomar antes y durante el uso tecnológico

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El imparable avance de la tecnología sobre la vida de nuestra familia nos lleva a preguntarnos acerca de las mejores estrategias para acercar la virtualidad a nuestros hijos de forma criteriosa. ¿Qué aspectos podemos tener en cuenta para prevenir problemáticas crecientes como las adicciones o el ciberbullying?

Existe un consenso general que sugiere evitar todo tipo de pantallas o dispositivos hasta los 2 años de edad

Uno de los dilemas más grandes y relevantes que tenemos durante los primeros años de la etapa parental tiene mucha relación con nuestro miedo al consumo tecnológico a nivel familiar. Así es como aparecen preguntas como: ¿Deberían mis hijos consumir tecnología tan temprano? ¿No los estoy privando de un bien esencial? ¿Y si se queda afuera de su círculo de amigos?

No solo que estas interrogantes son válidas sino también ciertamente necesarias en un mundo cada vez más interconectado y tecno dependiente. Entonces, podríamos empezar a encontrar respuestas en la ciencia, y las conclusiones que (hasta ahora) se han podido elaborar.

Evitar la tecnología hasta los 2 años

Y aunque no hay un acuerdo absoluto entre profesionales, existe un consenso general que sugiere evitar todo tipo de pantallas o dispositivos hasta los 2 años de edad, y limitar a menos de 1 hora de uso entre los 3 y los 6 años (en compañía permanente de un adulto).

¿Las razones? Los más pequeños necesitan aprender de las interacciones humanas, así como de la experiencia física directa, y la tecnología no aporta nada en ese aspecto. Además, puede restar tiempo de calidad significativo entre el bebé y sus cuidadores. Finalmente, se ha comprobado que los beneficios reales de introducir dispositivos a esa edad no solo son escasos si no que definitivamente no compensan sus efectos negativos.

Ahora bien, supongamos que logramos respetar esa restricción. ¿Y ahora qué? Es cierto que los períodos de la niñez, preadolescencia y adolescencia, siguen un proceso evolutivo relativamente predecible. Sin embargo, cuando de tecnología se trata, estos no responden siempre a los mismos patrones.

De la infancia a la adolescencia

Existen casos de niños de 8 años con una gran responsabilidad con los dispositivos, y por el otro lado adolescentes de 14 años (aparentemente más maduros) que no saben cuándo parar ni cómo separar la virtualidad de su propia identidad.

Siendo que la edad no es en cada etapa tan definitoria, ¿cuál sería entonces nuestro criterio a seguir? ¿Qué podemos hacer para acercarlos al mundo digital de una forma más sana y gradual?

Siendo que cada familia es un mundo, el mejor momento parece tener que ver con el nivel de relación y de confianza que los padres han sabido construir con sus hijos hasta el momento, y viceversa. Existen signos observables y concretos que podemos comenzar a prestar mayor atención al preguntarnos:

  • ¿Es mi hijo/a responsable con sus juguetes o con sus útiles escolares?
  • ¿Tuvo algún contacto con el dinero y lo que significa gestionarlo y/o ahorrarlo?
  • ¿Cómo se comporta al cruzar la calle o al viajar en un transporte público? ¿Es consciente de los posibles peligros o riesgos que esto implica?
  • ¿Cómo se relaciona con sus amigos, familiares cercanos o vecinos? ¿Entiende la importancia de los buenos tratos, del respeto y de las consecuencias al gritar, insultar o burlarse de otra persona?

Cómo evitar el ciberbullying

Todas estas son preguntas que, de no formularlas a tiempo, no solo repercuten en un uso desmedido de las tecnologías, sino que también pueden derivar en eventuales casos de ciberbullying o estafas virtuales, ya que internet es tan inmenso como arriesgado. Dado este contexto, nuestro criterio como padres, protectores, testigos y conocedores del día a día de nuestra familia, se vuelve un valor fundamental para una sabia educación tecnológica.

Si logramos responder satisfactoriamente estas interrogantes y decidimos por ejemplo comprar un smartphone a nuestros hijos, el trabajo no termina aquí: debemos dar el ejemplo en todo momento.

Esto implica limitar nuestro propio uso de los teléfonos en determinados momentos del día (durante la cena, por ejemplo), así como cuidar el tono y contenido de nuestras publicaciones o comentarios en las redes sociales. Mantener una conducta responsable y respetuosa en nuestra cotidianeidad es ciertamente central para nuestra familia y nunca está de más recordarlo. Pues si nosotros no lo ponemos en práctica ¿por qué nuestros hijos deberían de hacerlo?

Joaquín Sombielle

Licenciado en Psicología

Docente de piano y lenguaje musical