¿Cuántas veces se escucha a los padres decir: “venga”, “vamos”, “date prisa”, “no vamos a llegar”…? ¿Alguna vez has pensado las consecuencias que puede tener esta actitud de estrés en tus hijos? Sigue leyendo y lo descubrirás.
La prisa influye en el bienestar personal de nuestros hijos
Las prisas es una tónica general en muchos hogares, a pesar de que todos tenemos muy oído que no son buenas.
Parece que no es fácil vivir sin precipitación debido a la cantidad de tareas, responsabilidades y obligaciones que se tienen. Se acaba llegando a todo, corriendo, pero se llega. Pero ¿qué precio tiene esto sobre padres e hijos? ¿Qué consecuencias tiene el vivir así constantemente?
Los niños viven en un entorno de tensión constante que, en muchas ocasiones, les provoca:
- Estar más dispersos.
- Tener más faltas de atención ante las tareas.
- Llamadas de atención.
- Falta de capacidad para estar quietos.
- Necesidad de mucho movimiento y ruido.
- Tono elevado al hablar con los demás
- Formar incorrectas en el trato con los otros.
El estrés, además, invita a la posibilidad de tener muchos conflictos entre padres e hijos o entre los propios hijos con sus iguales.
No se reflexiona sobre las consecuencias que las prisas pueden tener a nivel conductual y emocional sobre los niños, pero cada vez más se está viendo un tono muy elevado en los niños y una gran necesidad de trabajar la calma.
En el momento en el que se les proporciona ambientes tranquilos y relajados los niños manifiestan su bienestar con respuestas conductuales muy adaptadas, correctas y positivas, y verbalizaciones de equilibrio emocional y psicológico, muy llamativo.
¿Cómo podemos reducir el estrés?
1. Modificar el lenguaje y vocabulario que se utiliza
Es habitual decir constantemente expresiones del tipo: “venga, vamos que tenemos prisa”, “no vamos a llegar”, “corre”, “vamos tarde”, etc. El lenguaje a los niños les estresa mucho porque, en ocasiones, se les está exigiendo hacer las cosas a un ritmo que no pueden.
Además, cuando las prisas son todavía mayores y se agota el tiempo, se tiende a utilizar un lenguaje muy agresivo con consecuencias emocionales que no pasan desapercibidas para los niños.
2. Aprender a organizarse mejor
Si tenemos que correr para hacer las cosas es porque o bien se están haciendo más de lo que se debe o no se ha hecho una buena planificación de lo que hay que hacer con el tiempo que se cuenta. Es importante comenzar por planificar bien las tareas y los tiempos, comenzando con los tiempos comunes con los niños para luego seguir con los personales.
Los primeros momentos para organizar con los niños serían aquellos que implican mayor tensión como suele ser:
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- Las mañanas.
- La entrada y salida del colegio.
- Las actividades extraescolares.
- Los momentos de tareas en casa.
- Las duchas.
- Las cenas.
- Etc…
3. Lograr una buena organización, a través de estas pautas:
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- Seleccionar bien las actividades o tareas que se quieren hacer. No se puede llegar a todo ni hacer todo. Muchos niños tienen que elegir el tipo de actividades extraescolares que quieren hacer porque al querer hacer mucho cuentan con unas agendas muy llenas que les generan mucho estrés.
- Saber delegar o repartir tareas: en casa las tareas suelen estar focalizadas en las mismas personas. Si se logra hacer una buena repartición de tareas entre todos habrá menos estrés acumulado en una persona y el ambiente será mucho más relajado y distendido.
- Hay una edad en la que los niños no tienen una correcta noción del tiempo por lo que es importante ayudarles a gestionar y organizar el tiempo con técnicas visuales. Marcando el tiempo con la aguja del reloj, un reloj de arena, una alarma o simplemente avisándoles un adulto u otro hermano.
4. Ser conscientes de que la causa está en la planificación
Trasladar mensajes del tipo: “En esto no te has organizado bien”, “Hoy no has hecho una buena planificación”, etc. De tal modo que sirva para aprender y tenerlo en cuenta para la siguiente ocasión.
5. Enseñarles a planificarse bien no solo les ayuda vivir con mayor control, seguridad y calma
También fomenta en ellos unos patrones de pensamiento y cognitivos muy positivos para el aprendizaje y para la vida. Aprenden a pensar y no solo a obedecer. Si los padres son quienes organizan y ellos solo ejecutan no aprenden a pensar y se les anula las capacidades personales de crecer y desarrollar su pensamiento.
En conclusión, hay que tratar de no trasladar nuestras prisas a los hijos porque influye en su bienestar personal y en su calidad de vida, desarrollo personal y cognitivo.
La clave es en contar una organización realista y ajusta a las posibilidades de cada uno. Vivir en un ambiente de calma no solo genera bienestar sino que permite que las personas actúen con mayor eficiencia y brillen mucho más.